Capítulo 16

249 47 12
                                    

・ 。呪いの王 。・

—¿Y la maldición no se había enamorado de su recipiente?

Choque de miradas. La sonrisa de Sukuna solo se amplió aún más.

—Sí, mi última reencarnación fue tan estúpida de caer en esos sentimientos humanos —afirmó, soltando el rostro de Yuji y dándole la espalda—. Se casó con él y vivieron muchos años juntos hasta...

Sukuna se quedó mirando la pared llena de cuadros con cierta melancolía, detalle que no pasó desapercibido para su sobrino.

—¿Hasta? —insistió.

El hombre regresó su mirada hasta Yuji, que permanecía sentado, curioso, parecía ignorar el peligro que se avecinaba sobre él. Pero es que la curiosidad era aún más fuerte que su propia seguridad. Necesitaba escuchar la verdad, pues los hechiceros jamás le contarían todo lo sucedido si eso amenazaba su dichoso plan. Le jodía reconocerlo, pero Sukuna era mucho más fiable que ellos.

—Voy a contarte una historia, mocoso —avisó, tomando asiento a su lado, parecía haber dejado el tono de broma algo apartado—. Los humanos que vivieron esa época la llamaron «La trágica historia de los amantes de la era Heian».

—¿De qué se trataba?

—El recipiente y mi anterior reencarnación unieron sus almas para toda la eternidad a través de un pacto. Un bucle que se repetiría a lo largo de la historia una y otra vez. Condenadas a buscarse la una a la otra, da igual el tiempo que pasase de por medio.

—¿Qué las separó en primer lugar?

—El odio, la tristeza... —murmuró Sukuna, apoyando el mentón sobre su mano—. Tuvieron un hijo fruto de la magia de ambos. Pero murió en un ataque de unos hechiceros que les seguían la pista hacía mucho tiempo.

—¿Y después?

Sukuna pareció dudar en seguir hablando, es como si odiase mostrarse vulnerable de aquella manera, la primera vez que contaba eso a alguien. Ya no servía de nada mentir.

—El Yuji de aquella época se suicidó. Se lanzó por un precipicio y ni mi magia pudo sanarlo. Murió en mis brazos.

De una manera u otra, estaban siguiendo el bucle. Su padre fallecía, entonces Sukuna y él se encontraban e iniciaba todo de forma irremediable. Era imposible escapar al destino. Ellos debían estar juntos.

—Entonces me entregué a los hechiceros y me condenaron a muerte. El resultado, te lo has comido hace un rato.

Esa parte de la historia ya la conocía, Suguru se lo contó de forma algo resumida. Entonces todo era real, Sukuna había reencarnado en su tío, él estaba destinado a contenerlo. Pero había algo diferente en la ecuación, el alma de Sukuna estaba fragmentada, una parte residía en el cuerpo del hombre que tenía sentado enfrente, el resto yacía en su interior y en los dedos que buscaba recolectar para recuperar el poder.

Pues Sukuna había olvidado el amor que profesaba a su antiguo esposo, había olvidado el perdón, la amabilidad. Solo buscaba renacer más fuerte que nunca en la era actual, vengarse de aquellas familias de hechiceros que le hicieron tanto daño en el pasado y ver el mundo arder. Él ya no podía amar.

En cierta manera, Yuji podía sentir su dolor porque al final estaban unidos, por otro sabía que debía detener aquello. Él no era ese muchacho que conoció hace mil años, tenía amigos, metas y sueños, no podía permitir que destruyera todo aquello por lo que tanto había peleado. Ellos no se amaban, aunque sus almas sí.

—Y ahora me vas a ayudar —sentenció Sukuna, levantándose de la silla, haciendo sus patas chirriar contra el suelo.

—¿Qué buscas de mí? —Yuji lo estaba enfrentando después de reunir todo el valor posible.

Solo los amantes sobreviven (SukuIta)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora