Capítulo 11

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・ 。呪いの王 。・

—Como te has portado bien, te permitiré una petición, mocoso.

El síndrome de Estocolmo es una reacciónpsicológica en la que la víctima de unsecuestro o retención en contra de suvoluntad desarrolla una relación de complicidad y un fuertevínculo afectivo​ con su secuestrador o retenedor. Principalmente se debe a que malinterpretan la ausencia de violencia como un acto de humanidad por parte del agresor.

Mirada perdida, hacía mucho rato que Yuji había perdido también la noción del tiempo, de su persona o del espacio donde se encontraba. ¿Eso era real? ¿Estaba soñando? Si era cosa de su imaginación, le daba miedo lo retorcida que podía llegar a ser...

—¿Y bien?

Sukuna estaba impaciente, devorándolo con la mirada, limpiándose la comisura de los labios con el dorso de la mano, pues Yuji aún descansaba sobre su escritorio completamente desnudo después de alcanzar el orgasmo. Su tío lo tenía abrazado por la parte baja de la espalda, sin posibilidad de huída, pero él... ¿realmente deseaba huir?

Chocó miradas con el ojo sano de Sukuna, se encontraban a centímetros de distancia y podía notar su respiración en el rostro, el latido de su corazón no se tranquilizaba. Yuji aún no entendía la gravedad de la situación, de lo que había hecho minutos antes, de lo que iba a hacer a continuación. Separó los labios varias veces antes de finalmente hablar.

—Nunca he teniendo sexo con nadie —dijo con toda la inocencia del mundo.

¡Idiota!

Y oh, Sukuna casi lo devora en ese mismo instante tras pronunciar esas palabras. Amaba verlo tan frágil ante él, tan delicado, como si al tocarlo con demasiada fuerza se fuera a romper. ¡Pero él era su nuevo entretenimiento, jamás le haría daño! Aunque la voz de su cabeza insistía en lo contrario, se encontraba indeciso y a dos bandas.

—¿Y quieres tenerlo ahora? —preguntó el mayor, relamiéndose el labio inferior, acción que no pasó desapercibida para Yuji.

Su sobrino no era de estatura baja, al menos no si la comparamos a la media japonesa, pero es que Sukuna era demasiado alto y corpulento para cualquiera. Aún así, su cuerpo le gustaba, de complexión más delgada, pálido, musculado, espalda ancha y brazos fuertes, pero lo que más adoraba de sus detalles físicos era la fina cadera que tenía —precedida de unos generosos abdominales marcados fruto del gimnasio.

Cualquiera desearía estar con él, cualquiera mataría por estar con él. Ahora se veía tan capaz de todo. Egoísta, egocéntrico, nadie más iba a tocar a su querido sobrino.

Yuji no respondió con palabras, asintió lentamente con la cabeza, se sintió traicionado por su propio cuerpo cuando realizó tal acción. Pero es que él ya no controlaba nada, era como si su cuerpo no lo perteneciera, como si una fuerza interior ordenase cada movimiento y el chico solo era un mero espectador, un receptáculo roto.

¿Qué era lo que habitaba en su interior para comportarse así? Todo había sido a raíz de esa noche... ¡Pero no había tiempo para las lamentaciones!

—Bien, así me gusta —la respuesta del chico había agradado de sobremanera a Sukuna.

El hombre tumbó de forma algo brusca al chico, que sintió su espalda golpear contra la madera del mueble, luego abrió un par de cajones, buscando algo en ellos, algo que usaba frecuentemente en las visitas de su secretaria.

—Como comprenderás, debo prepararte, o si no te dolerá —explicó con voz calmada, enseñándole aquel bote transparente a Yuji—. A menos que quieras que...

Solo los amantes sobreviven (SukuIta)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora