Capítulo 12

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・ 。呪いの王 。・

Pese a tener los sentidos embotados, Yuji había encontrado una forma de escapar, de huir de la realidad, al menos por unas horas. Tal vez días. Seguir en la misma casa que Sukuna solo le traía malos recuerdos de lo sucedido horas antes.

—Oye, ¿estás bien?

Su cabeza asintió de forma automática, no deseaba responder a la pregunta de aquel detective. Satoru no parecía conforme, aún así arrancó el coche y se marcharon calle abajo en dirección a la autopista. No intercambiaron palabras alguna en el trayecto pero sí alguna mirada, se sentía intimidado ante esos ojos azules sin gafas alguna de por medio.

Rato antes había corrido hasta su habitación, por temor a que Sukuna regresase de su baño queriendo algo más de él. Temeroso, se lavó como pudo, preparó una mochila con ropa limpia y algunas cosas como su teléfono móvil o dinero. Luego buscó aquella dichosa tarjeta blanca que le había entregado la noche que se encontraron de nuevo, permanecía al final del cajón junto a aquel broche dorado.

Satoru tardó dos toques en responder a la llamada, al principio algo confundido por las horas que eran, casi madrugada, seguramente lo había pillado durmiendo. No tuvo que dialogar mucho con él, solo decirle que estaba en problemas y necesitaba su ayuda. En apenas quince minutos el hombre ya se había plantado en su puerta, justo a tiempo para el rescate.

Yuji maldijo internamente, no quería involucrar a Choso ni a ninguno de sus amigos en todo aquello, pero Satoru no dejaba de ser el detective que estaba investigando a su familia por cosas que desconocía. Tal vez podría aprovechar ese rato con él para sonsacarle información. Tal vez podría...

—Hemos llegado —anunció Satoru, frenando el coche lentamente.

Desconocía en qué lugar de la ciudad se encontraban, pero no parecía mal barrio. Delante de ellos había un bloque de pisos rodeado de más y más calles estrechas con alguna que otra tienda y parques, ciertamente acogedor. Yuji se desabrochó el cinturón y abrió la puerta, cerrando tras de sí con demasiada fuerza. Estaba tenso.

Satoru abrió el portal con una tarjeta, la puerta de cristal les dio la bienvenida tras encender las luces hasta el ascensor. Subieron un piso, tal vez dos, ni cruzaron la mirada. Yuji solo jugaba nervioso con sus dedos, entonces las puertas del ascensor se abrieron y casi soltó un grito del susto.

Una de esas cosas monstruosas que solía ver se arrastraba por el pasillo, el ruido de sus gimoteos se metió en sus oídos y de verdad que tenía ganas de arrancarse los tímpanos. De forma alargada, casi como un gusano reptando, con la cabeza más gorda que los segmentos de su cuerpo, y hubiera jugado que su cara parecía un bebé algo deforme. Era grotesco.

—¡Oye, no te escapes así! —dijo una voz al fondo del pasillo.

Unos pasos corrieron hasta delante del ascensor y un hombre alto recogió a aquella cosa en brazos. Llevaba el cabello negro lacio suelto, largo y cuidado, orejas perforadas, unas ojeras bastante marcadas y aún así lucía un rostro amable. El solo hecho de ver el cariño con el que parecía tratar a esa cosa le daba nauseas a Yuji. Satoru carraspeó y se adelantó unos pasos.

—¿Qué haces aquí? —soltó una risita al acercase al hombre y pasar el brazo por su cadera—. ¿Salías a recibirme como buena ama de casa que eres?

—Gilipollas.

—Yo también te quiero.

Yuji andaba algo inquieto, incómodo tras contemplar el beso que compartieron los dos un segundo después. Satoru luego pareció recordar que no venía solo y se apartó de aquel hombre, dejando a Yuji pasar al hall y aclarar un poco las cosas.

Solo los amantes sobreviven (SukuIta)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora