Capítulo 22. Final

156 28 3
                                    

・ 。呪いの王 。・

—Te amo tanto.

En apenas un segundo su ropa había desaparecido hecha trizas entre los dedos del demonio que se encontraba frente a él. El cuerpo de Yuji era tan pálido en contraste con las numerosas heridas y golpes a lo largo de su piel.

Sukuna entonces sintió una emoción propiamente humana, la vergüenza. Agachó la cabeza, siendo responsable de todo aquello. Y se daba cuenta y podía empatizar con él porque ahora era el Yuji que una vez amó. Pero su sobrino en aquella realidad tampoco merecía todo el dolor que le había provocado los días anteriores.

Una mezcla de pensamientos en su cabeza, su parte aún humana culpable de los abusos cometidos al joven, su parte maldición odiando el haberle puesto la mano encima de aquella manera. Sin preocuparse por su deseo, sin pedir permiso. Yuji se había pasado los últimos encuentros sexuales sollozando hasta que Sukuna se cansaba de malograr su cuerpo.

El apodo de monstruo lo había ganado casi a pulso, Satoru Gojo tenía razón con él. ¿Desde cuándo había dejado de lado sus propias normas morales para arrasar hasta con lo que más le importaba?

—Lo siento...

Sukuna, el temido rey de las calamidades, arrodillándose frente a Yuji, suplicando su perdón. Era la segunda vez que se disculpaba con él, la primera sucedió el día en que no logró salvar al hijo de ambos. E igual que entonces, se veía incapaz de mirar al muchacho a la cara.

—Levántate, no es momento para lamentarse —pidió Yuji con tono amable—. Él te acabará perdonando por todo.

—¿Cómo lo sabes? —se atrevió a preguntar Sukuna, alzando el rostro hacia su esposo.

—Pues cariño, porque estamos destinados a estar juntos. Lo entenderá —y le regaló una sonrisa.

La maldición se había levantado del suelo, acercándose a Yuji de nuevo, posando dos manos en su espalda y otras dos sujetando sus hombros. La sensación de tenerlo de nuevo ahí, físicamente, poder tocarlo, abrazarlo, besarlo, era indescriptible. Casi como contemplar la imagen del antiguo Yuji en un espejo, se parecían demasiado.

—Llevo quinientos años sin poder disfrutar de mi marido —dijo el muchacho colocándose de puntillas—. Déjame complacerte este rato...

—Está bien... —musitó Sukuna contra los labios de su antiguo recipiente cuando éste lo besó.

El chico bajó sus manos hasta la ropa que aún llevaba la maldición, desabrochando hábilmente el botón del pantalón, deslizando la tela hasta el suelo, luego la ropa interior. Sukuna ya estaba descalzo, por lo que solo caminó hasta la cama conducido por Yuji, hasta que él lo empujó para sentarse al borde.

Ambos hombres, ya desnudos, se miraron intensamente. Sin mediar palabras, se devoraron mil veces con los ojos antes de pasar siquiera a la acción. Yuji se arrodilló ante él, agachando la cabeza, como buen siervo que era.

—Sabes que te pertenezco.

—Lo sé.

Besó la rodilla de la maldición, luego el muslo y posteriormente la ingle, tomando su pene semi erecto con una mano, introduciendóselo en la boca sin esperar mucho más.

—Desde luego que no has perdido la práctica... —bromeó Sukuna, levantando los ojos al techo, disfrutando.

—¿Quieres que siga? —preguntó Yuji aún entre sus piernas.

—Por supuesto.

—¿Así? —dijo el chico, pasando la lengua por el borde del glande, estimulando la zona con saliva y succionando, arrancando un suspiro por parte del demonio.

Solo los amantes sobreviven (SukuIta)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora