・ 。呪いの王 。・
Una sucesión de imágenes se mezclaron en su cabeza, gritos, sangre, explosiones, súplicas, lamentos, el fuerte viento azotando su rostro, el calor de unas llamas cercanas.
—Amo Sukuna, los preparativos ya están listos.
—¿Qué?
Sukuna abrió su ojo sano, topándose con la molesta luz del amanecer colándose por el ventanal de su despacho. Parecía haber dormido ahí toda la noche y el ruido que le había despertado era su secretaria entrando a la habitación cerrando con un portazo para llamar su atención.
—Señor Sukuna, los papeles ya están listos.
—¿Cómo?
Uraume aguantó las ganas de chasquear la lengua y caminó hasta el escritorio, dejando una pila de folios delante de él. Analizó el aspecto de su jefe, traía mala cara, tal vez debía preguntar, tal vez debía ignorarlo, pero esas ojeras no significaban nada bueno.
—¿No ha dormido bien? —tanteó el terreno.
—No.
Sukuna se limitó a buscar sus gafas de lectura en algunos de los cajones de su mesa, y tras colocarlas, comenzó a leer lo que le había entregado.
—¿Compra de acciones? —repitió en alto, pasando las hojas.
—Lo que me pidió el viernes —respondió Uraume como si fuera lo más obvio—. ¿No tenía una reunión el viernes con el señor Jogo?
—Ah, sí —mintió.
—¿Y fue bien? ¿Firmó la renuncia?
—Si. Todo bien.
No recordaba aquello. Miró de reojo la fecha que marcaba la pantalla iluminada de su teléfono móvil, lunes. ¿Lunes? ¿Desde cuándo se había pasado tan rápido el fin de semana? Apenas recordaba haber llegado el viernes tarde de un bar como solía hacer, pero no había recuerdo alguno de los días posteriores, como si hubiera bebido tanto para perder la consciencia. En su cabeza no había nada de nada.
Uraume seguía ahí parada de pie, observando la habitación con detenimiento, la dichosa alfombra carísima que dolía atesorar Sukuna ya no estaba. Y tampoco le había pedido llevarla a la tintorería. Eso era extraño cuanto menos.
—¿Te dije algo más el viernes? —preguntó por curiosidad, dejando el taco de hojas sobre la mesa, ya las firmaría más tarde.
—No, señor. Solo la reunión.
—Está bien.
—Me retiro si ya no necesita nada más —se despidió la mujer, agachando la cabeza y saliendo del despacho con rapidez—. Estaré abajo, como siempre.
Sus pasos se alejaron por el pasillo no sin antes maldecir un par de veces lo que fuera que le estuviera pasando a su jefe como para olvidar completamente todo el dichoso trabajo de preparar papeleo que le había mandado el fin de semana y que a su vez le impidió tener tiempo libre. Ahora parecía que nada de eso iba con él. Desde luego que le pagaba poco.
Cuando Uraume se retiró, Sukuna se reclinó en su cómoda silla de oficina antes de desperezarse, el cuerpo entero le dolía enormemente. ¿Se habría pasado ejercitándose en el gimnasio de su casa? Mierda, eso tampoco lo recordaba. De lo que estaba seguro era que sentía un sueño horrible, como si no hubiera dormido en días.
Se levantó de la silla, dejando las gafas de lectura sobre el escritorio, marchando al cuarto de baño. Cerró a su espalda y para cuando se había girado al lavabo, casi suelta un quejido de sorpresa. El espejo estaba roto en mil pedazos, como si alguien lo hubiera golpeado con rabia. Algunos trozos de cristal seguían en el lavabo.
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Solo los amantes sobreviven (SukuIta)
FanfictionMejor pedir perdón que pedir permiso. Yuji lleva una convivencia complicada con su tío Sukuna desde que lo adoptó tras quedarse huérfano. A veces los deseos trascienden realidades. Segunda parte de «Run, little boy». Contenido sexual explícito (an...