Capítulo 20

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・ 。呪いの王 。・

Sukuna lanzó la cabeza de Toji Fushiguro hasta los pies de su hijo, que se arrodilló destrozado para tomar aquel objeto y comenzar un silencioso llanto.

—Por fin nos encontramos, Seis Ojos —saludó el demonio al albino.

La situación era peor de la que pensaban, no solo se confirmaba que el rey de las maldiciones había reencarnado en el cuerpo del tío de Yuji, si no que además estaba de camino a recuperar su poder. Conocer esa información antes de que todo se fuera a la mierda habría salvado muchas vidas.

—Será mi momento de vengarme por lo que me hizo tu antepasado —se burló Sukuna, avanzando hacia ellos.

Mil años atrás, él solo se había negado a seguir las órdenes que le daba su familia, a marchar una vez más a la guerra, más aún cuando había perdido a su gemelo en la anterior misión. Entonces su traición fue descubierta por el clan y tuvo que encargarse de silenciarlos, convirtiéndose en un renegado.

Su cabeza pronto tuvo precio, atrayendo a numerosos cazarrecompensas, hasta que finalmente halló la muerte a manos del líder del clan Gojo cuando Sukuna aún era humano. Tiempo después, renació como una maldición, dispuesto a arrasar con todo. Una verdadera calamidad.

Suguru tomó a Itadori en brazos, pues aún seguía dormido, pero no sabía qué hacer con Megumi. Contemplar un suceso tan traumático no se superaba ni en años. El chico seguía con la mirada fija en el suelo, sin inmutarse.

—¡Marchaos al colegio! ¡Yo pelearé con él! —ordenó Satoru, interponiéndose entre la maldición y su pareja.

—Qué bonito... —se burló el demonio, cruzando los dos brazos inferiores, aburrido.

—¿Estás seguro? —insistió Suguru—. ¿Podrás con él?

Satoru pareció olvidar la situación, se acercó a su pareja y le dejó un pequeño beso en la frente como despedida antes de separarse.

—Ganaré —respondió con una amplia sonrisa—. Y pronto regresaré a tu lado. ¡Pero ahora corre!

Suguru asintió en silencio y juntó las manos para concentrar energía, invocando a sus maldiciones. Una en forma de animal agarró a Megumi y se lo llevó a rastras calle abajo, él aún sostenía a Itadori en brazos. Varias de esas cosas se esparcieron por todo el barrio, entrando en todas las casas.

—¡Cumple tu promesa o me enfadaré contigo!

Y el moreno desapareció del parque subido a una maldición con alas, invocando un velo en toda la zona para evacuar a todos los humanos lo antes posible con su poder.

—Claro que la cumpliré, aún tengo que casarme contigo... —murmuró Satoru, cerrando los ojos, apretando el puño.

Ante tal demostración de sentimientos, Sukuna sintió algo parecido a las náuseas en su estómago. No sabía si era molestia por presenciar un amor tan sincero, porque ello le recordaba que él estaba solo. ¿Pero qué le importaba a una maldición la soledad? ¡Él era el rey! Solo anhelaba el poder.

—El amor no sirve para nada —dijo Sukuna, escupiendo al suelo, molesto.

—Yo lucho por amor —respondió Satoru, clavando su mirada en aquellos ojos rojos.

—Por eso eres débil.

—¿Lo comprobamos?

—Estaré encantado de llevar tu preciosa cabeza a tu querido novio... —masculló el demonio, colocándose en posición.

Satoru, que siempre había sido de pasar a la acción antes de hablar, esperaba el momento en que notase todas las presencias humanas fuera del rango del velo de Suguru. Cuando eso ocurriera, comenzaría la batalla. ¡El hechicero más fuerte de la historia contra el hechicero más fuerte de la actualidad!

Solo los amantes sobreviven (SukuIta)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora