27: Más allá del horizonte

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-Muy bien, TaeHyung. Tu novio me dijo que querías asistencia psicológica. ¿Qué necesitas?

TaeHyung, que se encontraba sentado en el borde de la cama dando la espalda al psicólogo, asintió. Te tomó unos instantes antes de responder, instantes que usó para prenderse el cigarrillo y consolarse con el humo calcinando sus pulmones. El beta permaneció de pie, esperando con paciencia, dándole tiempo al alfa para que aclarara sus ideas.

- ¿Usted sabe cómo es el sonido de un campanario?

-Sí, claro.

- ¿Y le genera algo?

-No.

TaeHyung asintió, escuchando el ruido del campanario lejano. La tira de ceniza caliente de su cigarrillo cayó al suelo a la par que alzaba los pies y se abrazaba las rodillas.

-A mí me genera ansiedad. Relaciono el sonido con la muerte, con un funeral, con la hora de ir a la iglesia los domingos a las diez de la mañana y yo seguía sin encontrar mi velo. La bofetada de mi madre coincidía con la primera campanada. Escucho las campanas tocar, dong, dong, dong... Y de repente... a la décimo primera campanada. Cae. La armonía se desquebraja junto a su cráneo, se desafina con el ruido de los huesos rompiéndose y las vísceras estallando como un huevo cayendo al suelo. Todavía puedo escucharlo en mi oído derecho, se me quedó ahí, grabado. El interior derramándose en el asfalto y el fantasma de la campana todavía ahí presente.

El psicólogo toma nota en su lugar, dando por sentado que la breve sesión había iniciado. TaeHyung le escuchó escribir con el cigarrillo en la boca y esperó la pregunta.

- ¿Quién cae del campanario?

-El padre de mi hijo. -Contesta en un susurro, trayendo a colación un recuerdo lejano-.Un niño de diecinueve años que nunca pisó una escuela y aún así soñaba con ser maestro. Un mocoso que dejó su sangre en el suelo para yo perecer junto a él. Valerian, mi amante.

- ¿Suicidio?

-Homicidio. -Corrigió, soltando un suspiro humeante-. Le di cuarenta segundos de vida, desde el momento en que me miró hasta que cayó. No gritó, tampoco creo que haya sufrido, pero todavía me pregunto cuál habrá sido su último pensamiento, sus últimas palabras. Mi madre lo tiró del campanario apenas se enteró de lo nuestro, ella se quedó con sus últimos instantes de vida y yo intenté buscarlos en mi hijo. Le puse su nombre para que descansara en paz y no me atormentara más en pesadillas. Valerian me tiró de ese puente, me tiene aquí, pero su fantasma sigue conmigo, a mis espaldas.

- ¿Cuándo hablas de fantasmas a qué te refieres?

TaeHyung miró al psicólogo por encima de su hombro y volvió su mirada al frente, calando nuevamente para evitar que el nudo de su garganta se formara.

-Nunca pensé que volvería a verlo y eso que siempre me pregunté cómo estaba. No había noche en que no pensara en él, lo cuidé desde la distancia como lo hubiese querido mi amante del campanario, nunca me sentí digno de él porque no había alcanzado a conocerlo más allá de su llanto. Nunca le di a mamar de mi pecho, nunca lo protegí de los terrores de la niñez como el monstruo del armario o la oscuridad, enviaba personas a que hicieran el rol de padre por mí, porque yo ya había tomado la justicia por mi propia mano. ¿Qué le dices a un niño de ocho años después de matar frente a sus ojos lo único que conoce por familia? Quise llevármelo, empezar de cero con él, tener la familia con la que Val y yo tanto habíamos soñado. Pero aquella noche que lo perdí, a mi hijo, a mi niño... Y me encerraron por treinta años, lloré en una celda lo que no pude llorar por toda una vida. Intenté, intenté ser padre sin verlo, me llevaban su ropa y yo la remendaba, revisaba sus notas, firmaba sus permisos escolares, sabía los nombres de sus amigos, sus caricaturas favoritas, nunca le faltó un regalo de cumpleaños sin remitente y aun así...

El Lirio Entre Las Adelfas ||TK||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora