Clarke

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Parecía mentira que ya hiciera dos años que estaba allí. Había sido una gran oportunidad para ella, nadie se la había regalado, se la merecía, porque era la mejor en lo suyo y estaba en su mano decidir qué hacer, cómo llevarlo y por dónde iría el rumbo de su vida a partir de ese momento, lo sentía por dentro y estaba segura que aquella era su vocación en la vida, durante un tiempo estuvo algo perdida porque sus padres tenían un itinerario específico para ella, seguir sus pasos porque lo tenía todo hecho y aunque durante cierta parte de ese tiempo funcionó, cada vez estaba segura de que eso no era lo que quería. Estaba orgullosa de sus padres, de lo que hacían, pero en el fondo de su corazón empezaba a darse cuenta, a quedarle más claro que eso no era lo que quería ella, buscaba algo más, algo que no sabía exactamente dónde encontrar. Estaba cerca de los treinta y por fin lo había encontrado, quizás sus decisiones pasadas eran lo que realmente le había marcado el camino, quizás todo lo que vivió era lo que necesitaba para centrarse en aquello, en su trabajo, que era básicamente toda su vida, la ayudaron a centrarse sólo en él, sin distracciones y explotar su don hasta el límite. Su objetivo siempre había sido ayudar al máximo de gente posible y ahí tenía la oportunidad, en sus manos y dentro de su cabeza, invertir todas las horas posibles del día en aquello le parecía el máximo rendimiento que podría sacarse a sí misma y la oportunidad para los que acudían a ella, por eso decidió hacerlo, decidió mudarse a Boston y hacer lo que mejor sabía hacer. Tal vez lo que estaba destinada a hacer.

De hecho le habían ofrecido aquel puesto con anterioridad, pero no estaba preparada, sentía que no estaba bien y aceptándolo no sería justa con nadie, si quería ayudar, primero tenía que ayudarse a ella a salir adelante, así que media Clarke no iba a servirle a nadie. Ni siquiera había vuelto a ejercer desde que volvió de "Allí" así lo nombraba en su cabeza "Allí" porque lo hacía sentir más lejano, más irreal, así se lo sacaba un poco de dentro aunque en realidad estaba por todas partes, siempre lo estaría y por eso necesitaba desvincularse de aquellos recuerdos y de todo lo que la hacían sentir, aún estando tan presente cómo la primera vez que abrió los ojos después de que todo pasara. Estaba grabado en su piel y en su memoria, por eso ahora aquel trabajo le venía tan bien, porque ocupaba esas partes de su cerebro que se esforzaba por mantener a raya.

Cuándo la llamaron esa primera vez, todavía hacía demasiado poco tiempo de aquel episodio de su vida que le estaba resultando muy difícil de olvidar, y aunque creía que jamás podría hacerlo, estar en casa, recuperándose de todo, volviéndose a descubrir a sí misma, aceptando su presente, siendo consciente de su nueva realidad, podría salir adelante, era su propósito y a cabezota no la ganaba nadie, ni tan siquiera su propio padre, porque a ella también le sumaba la de su madre. Dos personas increíbles que siempre estuvieron allí para ella, apoyándola en cada decisión aunque a veces no estuvieran muy de acuerdo, pero ni una sola vez le dijeron "Debías habernos escuchado y quedarte aquí" en lugar de ir "Allí" Aparte, sus padres, también eran médicos, de los buenos, su ejemplo a seguir, quizás por eso ella siempre fue la mejor, quería esforzarse para estar a su altura y que estuvieran orgullosos de ella y sabía que en cierto modo lo estaban, que entendían su naturaleza y estarían a su lado, en cada paso, aunque no pudiera verlos, de la última vez hacía ya casi dos años.

No dejaron de insistir y ella con el paso de los meses le daba más y más vueltas ¿Estaba preparada para tratar con gente de nuevo? ¿Para ser la esperanza de personas que le confiarían lo más importante que tenían? Cuándo se enroló cómo reservista en el ejército, sabía lo que aquello conllevaba, que su vida pararía justo dónde la había dejado y al volver, puede que nada fuera igual, pero sentía que necesitaba hacerlo. Lo que no se imaginó fue en la forma que iba a cambiar eso su vida. Se graduó dos años antes de lo que le correspondía por edad en la universidad. A los veinticuatro aquella llamada lo cambió todo, su madre le pidió, le insistió que lo pensara bien, que tenía un futuro prometedor, un don que no podía abandonar, pero no se iba a ir para siempre, volvería y retomaría su carrera y se embarcaría en una aventura nueva, le sobraba tiempo para decidirlo, tenía toda la vida por delante, al fin y al cabo solo se iba por tres años, lo que no imaginó era que solo tardaría dos en volver.

Nuestras cicatricesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora