Antes de la tormenta siempre llega la ... ¿Confías en mi?

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Un poco más, solo un poco más y todo terminaría, una última clienta y lo dejaría por fin, porque no podía seguir haciéndolo, no enamorada de Clarke, no sabiendo el daño que eso le causaría si se enterara, no podía engañarla más, había tomado la decisión y eso le había liberado tremendamente, solo saber que iba a dar ese paso, que era real que aquella vida iba a llegar a su fin, le quitaba un tremendo peso de encima y sentía por primera vez en mucho tiempo que podía respirar, que de verdad podía salir bien. Las últimas semanas con la rubia habían sido maravillosas, un sueño idílico que pretendía seguir hasta el fin de sus días, que lo tenía en sus manos, que protegería haciendo lo tuviera que hacer, todo lo que fuera necesario y se decía a sí misma que podía hacerlo, que estaba en lo correcto, que nadie más iba a sufrir por su culpa y que daría a cada uno lo que merecían de ella. Solo esperaba que Clarke reaccionara bien y entendiera por qué no le había dicho la verdad sobre su hermano antes, que le perdonara aquella mentira, que languidecía en comparación con el resto que había tenido que contarle. Estaba segura de que la comprendería, así que a esos nervios oscuros podía controlarlos, todo saldría bien al final.

Clarke le había pedido pasar el fin de semana con ella, lo estaba deseando, 48 horas para ellas solas, nada de trabajos ni responsabilidades, nada de "hoy no puedo quedar, lo siento se me ha complicado" por lo que lo que le pidió a Octavia el favor de quedarse con Adam hasta el lunes, al principio siempre renegaba pero terminaba aceptado su destino y ya vería la forma de compensarlo.

La noche del viernes la pasaron haciendo el amor, porque con ella ya no sabía hacer otra cosa. Dios, cómo la amaba, no podía ni explicárselo a sí misma, pero perderla la sumiría en un pozo sin fondo, así que debía empezar a amarla bien y sabía como hacerlo, ya estaba en marcha. Se sentía increíblemente bien al ser consciente de haber podido ayudarla, porque necesitaba que Clarke fuera feliz y completa en todos los sentidos, había obrado un pequeño milagro y le gustaba pensar que era la elegida, porque nadie más hubiera podido hacerlo, y estaba convencida de que a la rubia la habían puesto en su vida también para salvar la suya, que estaban predestinadas y pasara lo que pasara estarían juntas para siempre, porque el universo así lo había querido, las había sometido a una de las pruebas más duras a superar e iban a conseguirlo. Se convencía a sí misma y dormía bien por las noches.

El orden de casa de Clarke, había mejorado un poco, pero todavía le quedaba mucho por hacer y sobre todo, tenía que ir a hacer la compra ¿De qué sobrevivía esa mujer? Estaba segura que de los tuppers que ella le preparaba de vez en cuando y de comida rápida, muchos cafés o incluso podría asegurar que había días que ni comía. La nevera estaba prácticamente vacía, un par de bricks de zumo, huevos, dos manzanas y un bote de tomate. La despensa estaba surtida de algunos botes de pasta, papas de varios sabores, azúcar y cereales. En serio ¿cómo sobrevivía? Su excusa era la de que compraba al día... pero para ella se quedaba corta.

Tenía las puertas abiertas de par en par, observando la escasez de alimentos cuando sonrió

—Por mucho que mires no va a aparecer nada nuevo—se giró de inmediato para poder verla, se había levantado de la cama después de pasarle observando como dormía unos diez minutos, algunos la llamarían perturbada pero ella solo estaba enamorada de la mujer más preciosa. Apareció en la cocina con ese mini short azul oscuro y una camiseta blanca de tirantes, no podía estar más sexy, y así se lo dijo la primera vez que durmieron juntas, que fue la primera vez que la rubia se atrevió a usar manga corta, se lo pidió, quería hacerla sentir segura, la había visto y tocado desnuda ¿Cómo no iba a poder dar aquel paso también? Al menos con ella, al menos sola en la intimidad de su hogar. Clake le respondió "¿Sabes con qué estarías muy sexy tu? Con una camisa tres tallas más grande" y puso cara de pervertida, así que ahora cada vez que compartía cama con ella, aquel era su pijama, por eso estaba así en la cocina y la rubia la miraba de esa forma tan... evidente que le encantaba demasiado.

Nuestras cicatricesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora