Besarte otra vez

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No supo si sentirse eufórica por el magnífico día que habían pasado y por lo poco que había faltado para besarla de nuevo o idiota por si aquel intento había hecho efecto rebote y en lugar de seguir acercándola la estaba alejando un poco más. No se quedó tranquila hasta comprobar al día siguiente que la rubia le hablaba con la misma normalidad de semanas atrás. Tenía que persistir, hasta las últimas consecuencias, la rubia ya debía estar dándose cuenta de quién era ella en realidad, de que su amor era real y puro, esas eran sus mejores bazas y se dio las gracias a si misma no no haberse rendido cuando lo creyó todo perdido. Perderla era un precio demasiado alto a pagar para lo enamorada que estaba, demasiado alto a pagar perdiendo la única vida que quería. Expiaria todos sus pecados las veces que hiciera falta.

—¿Qué estás haciendo?—preguntó Octavia al pasar por la puerta de la cocina. Adam estaba sentado en la mesa terminando su desayuno antes de salir para el colegio—¿Cuánto llevas despierta?

—Un par de horas—respondió metiendo en un tupper unas albóndigas en salsa de champiñones, con un poco de vino blanco y nata. Fue lo primero que se le ocurrió al pensar en una comida casera

—Que bien huele ¿Es para mi?—Octavia se pegó a ella por atrás y quiso meter un dedo en la salsa, pero la frenó de manera contundente

—Es para Clarke

—Otra muestra de lo injusta que puede ser la vida—comentó separándose de ella—Soy yo la que te lleva aguantando toda la vida

—Por eso ya no tengo que comprarte

—Pues a lo mejor me replanteo nuestra relación

—¿No llegas tarde al trabajo?—le preguntó girándose hacia ella después de haber metido el tupper en una bolsa—¿A qué hora llegaste anoche?

—...Tarde—se hizo la desentendida, mirándose las uñas

—Se te hizo tarde con tu jefe...—Octavia levantó la mirada a ella, no era una mirada dura, ni se le acercaba a eso, la puso ligeramente en tensión, porque se esperaba alguna fanfarronería suya

—¿Lo sentiste raro? La primera vez que...

—Adam ¿Por qué no vas a terminar de prepararte la mochila?—se apresuró a decir, el niño estaba demasiado atento a la conversación y no quería que después le preguntara sobre conclusiones que sacaría de ella, era demasiado listo y había cosas que era mejor que no se planteara nunca, menos por ser descuidadas delante de él. Por suerte no se resistió, asintió y se levantó de la silla, esperó en silencio a que se alejara lo suficiente, mirando a su amiga, que seguía con la misma expresión—Lo es, raro e increíble, pero te jode todo lo demás, al menos tu ya no estás metida en eso o...

—Tuve ganas de llorar—confesó en voz baja, tensando prácticamente todo su cuerpo y ella recordó lo que sentía cada vez que hacía el amor con Clarke, cada vez que se acostaba con otras estando con ella y apretó los puños—No sé cómo pudiste aguantar tanto—la verdad es que no pudo, fue literalmente un infierno

—¿Te gusta de verdad?

—No se si me gusta de verdad o simplemente es el primer hombre con el que me acuesto porque realmente quiero, no sé si lo que sentí es por él o es por mi

—Puede que un poco de ambas

—¿Dónde estábamos metidas, Lex?—sus ojos se empañaron y buscó a tientas, de espaldas, una silla en la que sentarse. Hablaba como si nunca hubiera sido consciente de lo que estaban haciendo en realidad, del significado que tenía, tal vez ella tampoco era consciente, tal vez empezó a serlo cuando se enamoró de Clarke

Nuestras cicatricesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora