Dame la p*** etiqueta

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Tenía prisa, mucha prisa, más que nunca, porque era sábado y su guardia estaba a punto de terminar, pero los minutos no terminaban de pasar cuando más los necesitaba activos. Lexa celebraba su cumpleaños, había invitado a algunas amigas de la cafetería, alguna clienta con la que había cogido mucha confianza, Octavia, Adam y algún amigo del niño para que no se aburriera si se daba el caso. Había organizado una merienda en un parque cercano a su casa y ella le prometió que llegaría antes de que empezara, al menos lo intentaría.

Había pasado casi un mes desde que enfermó y Lexa se encargó de ella, un mes desde que el "click" definitivo que necesitaba se había activado y una semana desde que se acostaron por última vez. Las visitas a la psicóloga cada vez eran más espaciadas, porque su evolución era increíblemente positivas. Estaba bien así, sin dar el paso definitivo, porque no sabía cómo darlo, no sabía si todavía le asustaba y sin embargo pasaba con la morena todo el tiempo libre que tenía, estaba con ella prácticamente igual que si estuvieran juntas, pero sin llegar a estarlo del todo, en un limbo ciertamente indeterminado, que le valía a pesar de haber olvidado el dolor de todo aquello que una vez la rompió en mil pedazos, a pesar de estar genuinamente enamorada de ella, a pesar de imaginarse solo un futuro si Lexa estaba en él.

Cogió las bolsas que tenía sobre una silla en el mismo momento que el reloj marcaba las seis de la tarde y salió corriendo, disparada hacía dónde tenía la moto aparcada, arrancando rumbo a la fiesta.

—¡Clarke, Clarke! ¡Has venido!—Adam saltó a sus brazos casi de la nada, apenas había puesto los pies en el suelo y se había hecho de nuevo con las bolsas que contenían los regalos de la morena. Hacía tres días que no lo veía por culpa del trabajo y la verdad era que lo echaba de menos, se estaba acostumbrando a pasar tiempo con él y enamorarse estaba resultando ridículamente fácil también, le fascinaba pasar tiempo con Lexa, pero compartirlo con los dos era igual de increíble a su manera y de paso le alegraba ver que ese corazón estaba siendo todo un éxito, un poco de orgullo y ego personal que sentaba bastante bien, ese corazón había salvado más de una vida sin darse cuenta, sin haber sido concebido para tal, jamás pensó que una fuera a ser la suya propia.

—No me lo perdería por nada del mundo—lo apretó contra ella devolviéndole el abrazo, sentaba genial poder hacerlo sin pensar, dar y recibir afecto sin miedo a consecuencias desgarradoras que no podía sacudirse de encima, por fin podía ser libre, aquel era uno de los mayores regalos que Lexa podía haberle dado, porque significaba vida, significaba felicidad, significaba volver a ser Clarke Griffin de nuevo, una mujer que creyó perder para siempre con todo lo que aquello significaba y lo que le hacía poder seguir allí, era porque había entendido que el milagro fue posible por amor y no por engaño.—¿Y tu hermana?

—Preparando la mesa con la merienda—señaló unos metros a su derecha, levantó la vista y vio a Lexa de espaldas a ellos, colocando lo que suponía era la merienda sobre la mesa, a su lado había un grupo de tres mujeres, las reconoció de la cafetería, a unos metros de ella un trío más y alzó una ceja curiosa al ver a Octavia con Lincoln en aquella fiesta, Blake corazón de hierro parecía haberse ablandado considerablemente y ya hasta presentaba a su... a ese chico en sociedad y eso requería un chisme urgente que esperaba que Lexa le diera, actualizando la información.—Después vamos a jugar un partido ¿Irás en mi equipo?

—Siempre, ya lo sabes—le revolvió el pelo y el niño la miró con expresión de afecto infinito de cariño y felicidad y eso le estrujaba el corazón. Desconectó de su mirada cuando uno de sus amigos gritó varias veces su nombre y le hizo gestos para que volviera con ellos, parecían tener algo bastante interesante entre manos por las prisas de la convocatoria—Ve con ellos, yo iré a darle sus regalos a Lexa

Nuestras cicatricesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora