Capítulo 20. Un cálido abrazo.

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Al llegar a la mansión, Brianna tenía pensado despedirse de Trevor en el pasillo de las habitaciones y seguir hasta su dormitorio.

Ya la función había terminado, debían volver a sus vidas, y ella tenía muchas cosas en qué pensar con respecto a su futuro y el de su familia.

Pero Trevor no la dejó ir. La tomó de la mano y le dedicó una mirada llena de promesas antes de llevarla hasta su habitación.

Ella se lo permitió porque, en parte, también había anhelado que eso sucediera. El corazón le palpitaba de manera rabiosa amenazando con salírsele del pecho por culpa de la ansiedad.

Una vez que la tuvo adentro y pasó el cerrojo de la puerta, comenzó a quitarse la chaqueta y la corbata mientras se la comía con la mirada.

Brianna lo encaró, pero, al verlo aproximarse, como si estuviera acechándola, fue retrocediendo hacia la cama sin quitarle la vista de encima, intimidada por su postura determinada.

—¿Quieres que me quite el vestido?

—No. Lo haré yo.

Trevor fue dejando regado en el suelo las prendas que se quitada, al tiempo que la acorralaba. Se quitó la camisa y los zapatos antes de alcanzarla, cuando lo hizo, la giró y se pegó a su espalda.

Apartó su cabellera larga para descubrir su cuello. Al hacerlo, lo besó con ternura, logrando que a la mujer se le erizara toda la piel.

—Quiero tocarte —exigió ella.

—Aún no.

Trevor le desabrochó el vestido y abrió toda la cremallera, fascinado con la imagen de su espalda desnuda.

La acarició con tanta sutileza con el dorso de uno de sus dedos que ella no pudo evitar estremecerse de gusto.

La acarició en cada rincón de su cuerpo mientras la poseía, mirando enfebrecido como ella se retorcía de gusto por el placer que le daba.

Al escucharla gemir su nombre casi perdió la razón. Había deseado eso con todas sus fuerzas. Quiso, que en medio de su delirio, ella pensara en él. Solo en él.

Cayeron exhaustos en la cama luego de haber estallado juntos. Él miraba fascinado como la mujer dormitaba sobre él, relajada y satisfecha.

Con un dedo acarició las suaves facciones de su cara, maravillándose una vez más con su belleza.

«Estoy perdido», se dijo internamente. Le estaba gustando demasiado esa mujer, más de lo que se había podido permitir, sin eliminar aún la sombra de su amigo Connor de sus vidas.

«Es un matrimonio por conveniencia», se recordó.

«Cuando termine el tiempo estipulado, ella se irá», siguió atormentándose.

«Quizás, volverá con él», se dijo.

«Quédate con todo lo que puedas antes de que eso pase».

Eso último fue una especie de juramento que se hizo a sí mismo antes de abrazarla de forma protectora y dejarse vencer por el sueño.

Solo lograron descansar un poco más de una hora porque tocaron a su puerta.

—¡Señor Trevor!

Le costó reconocer la voz de Virginia.

Lanzó una ojeada hacia el reloj que tenía en la mesita de noche y se fijó que eran las casi las tres de la mañana. Eso lo alertó y lo obligó a levantarse enseguida.

Pensó que se trataba de su abuelo.

Cubrió a Brianna con una sábana y tomó su bata de noche para vestirse con ella, así abrió la puerta.

Dos hombres y un destino (COMPLETA) Matrimonio por convenienciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora