Capítulo 47. Ojos de fuego.

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Trevor llegó a la mansión como un toro embravecido. Brianna, al recibirlo, quedó impactada por el visible golpe que tenía en el rostro y por su actitud iracunda.

—¿Qué sucedió?

—Me atacaron en el estacionamiento del edificio.

Ella se asustó por la noticia y lo acompañó al despacho. Virginia casi se infarta al verlo, pero Trevor la tranquilizó indicándole que tan solo era un golpe en la ceja y que no se le ocurriera decirle nada a su abuelo.

—Sabes que el señor Albert tiene medios para enterarse de todo —le recordó Brianna al estar solos en el despacho.

Virginia había ido a la cocina a buscarle unas compresas frías que, según ella, eran muy buenas para eliminar inflamaciones.

—Hablaré con él mañana, ahora no puedo conservar la calma para explicarle lo ocurrido y evitar que se angustie.

—Mi amor, tienes que calmarte igual. —Aquel «mi amor» estremeció a Trevor y lo paralizó al estar junto a su escritorio. Brianna no notó su reacción por culpa de la angustia—. Debemos ir al médico —aseguró, había percibido que él caminaba con cierta incomodidad.

—No, ya me vieron unos paramédicos.

—Los paramédicos no son médicos.

Trevor sonrió, complacido. Adoró su preocupación. Tomó el rostro de la mujer entre sus manos y se inclinó para apoyar su frente en la de ella, procurando no lastimarse más la lesión.

—Estoy bien, sin ningún hueso roto y sin ninguna herida de gravedad. Me dieron un rodillazo en la costilla, eso aún me molesta, pero no es nada que amerite la visita a un especialista.

—¿Seguro?

—Seguro. Confía en mí —pidió, antes de besar sus labios.

Aquello le permitió a Brianna serenar sus ansiedades y permitirle que tomara asiento en su escritorio.

—De todas formas, ¿no deberías ir a la cama a descansar? —consultó ella al verlo tomar el teléfono móvil para comenzar a realizar llamadas, tal vez, a infinidad de clientes.

—Debo ocuparme antes de algunos asuntos —dijo, y comenzó a marcar un número telefónico.

Ella lo dejó en paz, pero se quedó muy cerca, lo evaluaba con atención. Como si buscara otras heridas visibles en su rostro y cuerpo.

—Comanche, ¿averiguaste algo más? —El silencio los rodeó por unos segundos mientras él oía lo que le explicaban al otro lado de la línea—. ¿Estás seguro? ¿Tienes pruebas de eso? —Una sonrisa perversa se dibujó en el rostro del hombre, que a ella le produjo escalofríos—. Necesito ver ese video ahora, ¿es posible? —Brianna supuso que esa conversación no tenía nada que ver con la firma, ese parecía ser un tema distinto—. Si necesitas más dinero para eso, avísame. No me importa el costo, quiero ese video esta misma noche en mi móvil.

Cuando él cortó la llamada, ella se preparó para acribillarlo con preguntas.

—¿Quién es Comanche?

—Un expolicía que trabaja para mí averiguando cosas, como una especie de detective privado.

Brianna recordó que en una ocasión Trevor le había confesado que había revisado su expediente policial, porque tenía a un amigo que lo ayudaba a conseguir esa información a cambio de dinero. Imaginó que se tratada de la misma persona.

—¿Y de qué video hablaban?

No pudieron seguir con la conversación porque la señora Virginia apareció cargada con una bandeja que contenía dos compresas de gel congeladas.

Dos hombres y un destino (COMPLETA) Matrimonio por convenienciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora