Capítulo 40. Serias amenazas.

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Al llegar a la mansión, Trevor se sentía cansado y enfurecido. No sabía qué pensar ni sentir en relación a Connor.

Quien una vez había sido su amigo, ahora se convertía en un tipo desconocido y cruel.

Recordaba que en el pasado el hombre solía ser algo atrevido, enamoradizo e imprudente. Tenía novias a montón y casi siempre era él quien las dejaba. Se aburría rápido.

Le gustaba hacer locuras, romper esquemas y reglas, había vivido mucho tiempo bajo las estrictas directrices de sus padres. Por eso, apenas tuvo oportunidad de hacer lo que quisiera, lo hizo para divertirse. Ellas debían aceptar sus términos.

Aquello parecía egoísta, pero eso lo ayudó a ser claro desde el principio y nunca recibir reclamos.

Las mujeres que le seguían el juego solían ser desinhibidas y alocadas. Nada apegadas. Cuando él las dejaba ellas se iban con otro, sin que nadie saliera herido en el proceso.

Lo que Comanche le había revelado en la oficina, sobre la forma en que su amigo se aprovechaba de Margaret Holland y lo que obligó a hacer a Lynette mostraba una cara de Connor que él no conocía y le parecía aterradora.

Si no fuese porque aquello había sido confesado por Natalia Fitzpatrick, su prima, quien desde siempre fue la mejor confidente de Connor, no lo habría creído.

Ese no era el amigo con el que había crecido.

Mientras iba a su habitación pensó en Brianna. ¿Dónde quedaba ella en toda esa historia? ¿Por qué Connor la había enamorado? ¿Cuáles serían sus verdaderas intenciones con su esposa?

No imaginaba a Brianna como el tipo de mujer que solía buscar Connor, aunque no podía descartar ninguna posibilidad. Aún la estaba conociendo.

Estaba seguro que ella sentía algo por él. Connor era el padre de su hijo, algo profundo debió existir entre ellos, pero su amigo no podía ofrecerle un hogar tradicional, ni siquiera, una relación estable y sincera.

Él estaba atado a Margaret Holland y Brianna debió suponerlo desde el principio. Él era un hombre conocido en los medios de comunicación, su compromiso fue público.

Uno que nunca rompió y ahora la mujer era su «socia comercial» al ser la financista de la productora que había fundado en Nueva York.

A pesar de esa realidad, Connor insistía en llevarse a Brianna y a George a esa ciudad. ¿Para qué? ¿Para compartir una relación secreta con ella y tenerla por siempre como su amante?

Suponía que Brianna no aceptaría ese tipo de convivencia. Aunque... ¿la aceptaría a cambio de dinero? ¿De la misma manera en que aceptó un matrimonio por conveniencia con él?

Se sacudió la cabeza para quitarse esa idea de la mente. No quería imaginar que la mujer fuese capaz de algo así.

El acuerdo con él había sido algo puntual, surgido en un momento de gran necesidad. La salud de su madre y la seguridad de su hijo estaban en juego. Ahora ella no tenía ese problema.

Se quitó la chaqueta del traje y la corbata y se sentó abatido en la cama. Ya no sabía qué pensar ni de su amigo ni de la mujer con la que se había casado, quien estaba atada a él por un contrato legal y quien comenzaba a conquistar su corazón.

Furioso, se levantó de la cama y salió al pasillo. Recordó que esa mañana Kendra había tenido una de sus quimioterapias y decidió pasar por su habitación para saber de su salud. Luego, hablaría con Brianna.

Necesitaba aclarar sus dudas o se volvería loco.

La enfermera que cuidaba de Kendra le informó que la mujer se encontraba mejor. Los malestares dejados por la quimio pasaban con lentitud.

Dos hombres y un destino (COMPLETA) Matrimonio por convenienciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora