Capítulo 50. Tener el control.

487 21 0
                                    

Brianna se había pasado todo ese día pensando en sus conflictos. Analizaba las maneras en que podía enfrentarlos de ahora en adelante sin depender tanto de otros.

No solo volvió a discutir esa tarde con Lynette, echándola de casa, sino con su madre, por haberle ocultado por tanto tiempo lo sucedido con su amiga, y con Trevor, quien solo buscaba mediar en aquel conflicto.

No podía permitir que todos siguieran tratándola con condescendencia, como si ella no fuese capaz de enfrentar sus propios problemas. Quería tener el control, porque si una vez más quedaba sola, no deseaba hacerlo sin tener las herramientas necesarias para subsistir, lamentándose siempre por sus pérdidas.

Se sentía traicionada y burlada, no podía evitarlo. Estaba tan llena de emociones negativas que su hijo podía presentir su estado y ese día estuvo lloroso, quejándose de cualquier cosa.

Virginia lo había sacado a pasear en la tarde a un parque cercano para distraerlo y alejarlo un poco de las discusiones, haciéndola sentir más miserable.

Su tonta actitud le hacía daño a su propio hijo, por eso procuró serenarse, aunque aquel trabajo le resultaba imposible.

Luego de haber logrado dormirlo esa noche, se quedó un rato dentro de la habitación del niño tumbada en un puf con forma de dinosaurio que Trevor le había comprado a George.

Pensaba en soluciones para sus conflictos sin evitar que ocasionales lágrimas le rodaran por las mejillas.

Al sentir a su móvil vibrar, revisó rápido la pantalla para ver quien la llamaba. Lo había puesto en silencio para no estropear el sueño del bebé.

Cuando descubrió que se trataba de Connor, la furia le abrumó la mente. Enseguida se puso de pie y salió al patio para atender la llamada.

—¿Qué quieres? —preguntó con evidente irritación.

—Hola —saludó precavido—. ¿Estás bien?

—¿Te importa? —lo provocó.

—Claro que me importa. ¿Qué te hizo Trevor? —exigió, con tono severo.

—Él nada. Todos mis problemas tienen tu nombre y tu apellido.

Ella lo escuchó respirar hondo y emitir un casi inaudible quejido.

—¿Qué te dijo ese miserable de mí?

—¿Puedes dejar de atacar a mi esposo?

—Deja de decirle así, Brianna. Él se casó contigo solo por una negociación.

—¿Y tú pretendes seguir conmigo para qué? Porque al menos, Trevor ha sido sincero conmigo desde el principio. Nunca me ocultó sus intenciones y puso sus condiciones sobre la mesa para que yo las aceptara o no. Tú, en cambio, siempre has jugado al engaño y a la mentira.

—¿De qué hablas? Nunca te he mentido en cuanto a mis sentimientos por ti.

—¿De qué sentimientos me hablas? —consultó indignada—. Has jugado conmigo siempre. Me tuviste en tu vida como la otra, viviendo a la sombra de tu prometida, dejando que otros me humillaran, y hasta fuiste capaz de enredarte con mi mejor amiga en mis narices mientras te acostabas cada noche conmigo y me decías que me amabas.

Connor guardó silencio un instante, tal vez, sorprendido por lo que ella le decía.

—¿De qué hablas? No...

—¡No te atrevas a mentirme, Connor! —lo detuvo, enfurecida—. La propia Lynette me lo confesó. Me habló del niño que perdió hace año y medio, el verdadero motivo por el que te marchaste de Seattle.

Dos hombres y un destino (COMPLETA) Matrimonio por convenienciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora