Capítulo 11. Consejos de madre.

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Brianna pasó el resto del día con su hijo, dedicada a mimarlo y consentirlo. Por él había cometido la locura de verse enredada en un conflicto entre dos hombres y por él saldría de esa situación.

Virginia, la empleada de la mansión a quien los Harmon trataban como a una más de la familia, la acompañaba en ese momento.

Brianna estableció una buena relación con la mujer, porque era amorosa y alegre. George se reía con ella y cuando Virginia se ponía a cantar y bailar con él en brazos, el niño aplaudía feliz.

—Este chico es adorable —comentó la mujer comiéndoselo a besos mientras George balbuceaba—. Se robará el corazón de todos en esta casa.

—Esa es su especialidad —bromeó Brianna viendo con satisfacción el rostro gozoso del niño.

Virginia comenzó a cantar y bailar de nuevo, moviéndose por toda la habitación y dando vueltas con el niño en brazos. George intentaba imitar sus palabras balbuceando, ese comportamiento la tenía encantada.

Así pasaron un buen rato hasta que Kendra apareció. La mujer caminaba con lentitud apoyada en un bastón.

—¿Cómo te sientes? —preguntó Brianna a su madre y se levantó para ayudarla a acomodarse en el sofá.

—Viva —respondió la mujer con abnegación.

Solía llegar de las consultas médicas muy cansada y adolorida. Cualquier viaje, por pequeño que fuera, le resultaba un tormento.

—Tengo una medicina muy buena para usted —dijo Virginia y le acercó a George para que le diera un beso a su abuela, que Kendra recibió con una gran sonrisa.

—¿No volvió a llorar? —preguntó a su hija.

—No, ha estado más tranquilo esta tarde. Creo que es parte de su adaptación.

—Esta casa es toda una novedad para él —justificó Virginia—. Diferentes colores, olores y sonidos. Es normal que estén resentidos los primeros días hasta que se acostumbren.

—Sí, todo será mientras se acostumbra —expuso Brianna preocupada, recordando que su tiempo en esa mansión era limitado.

No solo dependía de lo que sucediera con el abuelo de Trevor, sino además, de lo bien que ella supiera manejar el conflicto entre Trevor y Connor.

Odiaba poner a su hijo en esa situación.

—¿Puedo llevar a George a saludar al señor Albert? —quiso saber Virginia—. Es la hora de su té y le encantará ver al niño. Lo adora.

Brianna aceptó y preparó el cochecito para que Virginia lo llevara hasta la habitación del abuelo de Trevor.

Cuando la mujer se fue con el niño, Kendra emitió un resoplido de fastidio.

—Se están apegando mucho a George y él a esta gente —se quejó—. Cuando esta locura acabe, el niño quedará afectado. Sufre a la entrada y sufrirá a la salida.

Esa sentencia hizo llorar a Brianna.

Kendra se sorprendió por la reacción de su hija.

—Pero... ¿qué te pasa?

—Ay, mamá. Es horrible.

—Sí, mi amor, claro que es horrible. No me gusta ver sufrir a mi nieto, pero tampoco es para que te pongas a llorar.

—Es que... es que...

Brianna se sentó en el sofá junto a su madre y se recostó en sus piernas a seguir llorando. Tenía los nervios tan atados en el estómago que la volvían vulnerable.

Dos hombres y un destino (COMPLETA) Matrimonio por convenienciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora