Capítulo 33. Averiguaciones y venganzas.

558 22 0
                                    

A Trevor le estaba gustando cada vez más despertarse y encontrar a su lado a Brianna, desnuda y envuelta entre sus brazos.

Aquello se volvía una exquisita adicción. Una que no estaba dispuesto a terminar.

Se levantó antes de que ella se despertara porque ese día lo tenía copado de actividades. A pesar de que era sábado, debía atender algunos asuntos.

Antes de pasar por su oficina visitó el departamento de Todd, un hogar amplio y elegante ubicado en una de las zonas más costosas de Seattle. A su amigo le encantaban lo lujos, vivir bien y rodearse de gente con buena posición social.

Lo recibió en su enorme y moderna cocina y le invitó una copa de vino mientras preparaba el desayuno. El hombre amaba cocinar para sus invitados.

—Me importa muy poco que ya hayas desayunado. Nunca has probado la tarta de espinacas que aprendí a hacer en Santorini la pasada Navidad. Así que te toca comer un trozo —dijo mientras sacaba una bandeja del horno, con la tarta.

—Joey insiste en emborracharme y tú en engordarme.

—Vamos, no seas llorón. Necesito que me des tu opinión.

Todd cortó dos trozos de tarta y las puso en unos platos cuadrados. Le entregó una a su amigo antes de rellenar su copa con más vino.

—¿Hablaste con Joey? —quiso saber Todd.

—Sí, lo llamé de camino a tu casa. Me jura que no le dijo nada a Connor sobre nuestra reunión con Ivanova, porque sabía que eso sería la chispa que lo haría estallar. Que no habla con él desde inicios de la semana, cuando Connor le dijo que viajaría a Nueva York porque tenía una situación importante que resolver por allá.

—Entonces, Joey, tu abuelo y yo estamos descartados como chismosos, y Connor, al parecer, te está jodiendo la vida desde Nueva York —dijo Todd a modo de burla, aunque aquello no hizo reír a Trevor.

—Ivanova me confesó que Connor la había llamado por móvil. Ellos tenían más de un año sin verse y le sorprendió que la contactara. Nunca imaginó que le hablaría del hijo que yo quiero adoptar. Eso le pareció divertido.

—¿Divertido? No te ofendas, amigo, pero para mí este asunto se parece más al argumento de una novela de terror que a una comedia. Aunque, con lo retorcida que es Ivanova, no dudo que tus problemas la hagan reír.

Trevor apretó la mandíbula con enfado, sin dejar de pensar en la mala suerte que le cayó encima al enredarse con la anterior mujer de su mejor amigo.

Hubiese deseado que George fuese padre de otra persona, tal vez, del presidente de la nación o de un peligroso terrorista. De cualquiera menos de Connor.

Para no dejarse dominar por su amargura le dio una probada a la tarta.

—Umm, esto está muy bueno. Me gusta —confesó, y le dio otra probada.

—¿Sí? Esa era la idea —exclamó Todd, orgulloso de sí mismo.

Se sentó en la banqueta de la isla de la cocina frente a Trevor y probó también su creación antes hablar de nuevo.

—Entonces, si ya confirmaste que ninguno de nosotros te delatamos con Connor, ¿quién queda para dirigir todas las sospechas?

Trevor respiró hondo antes de hablar, apurando el bocado de tarta que tenía en la boca.

—Sospecho de una amiga de Brianna, a quien ella le cuenta todo. Si no es ella entonces, pensaré que Connor invadió mi casa en algún momento y puso cámaras ocultas.

—¿Una amiga de Brianna? ¿Hablas de una tal Lynette?

—¿La conoces? —preguntó Trevor, extrañado.

Dos hombres y un destino (COMPLETA) Matrimonio por convenienciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora