Capítulo 31. Asesoría con expertos.

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Al llegar a la mansión, Brianna se preparó para la cena que esa noche tendría con la jueza del Tribunal de menores sintiendo una presión angustiante en el pecho, que procuró ocultar bajo varias capaz de maquillaje.

Eligió un vestido rosa de falda ajustada que le llegaba un poco más abajo de la rodilla, sin mangas y de cuello alto, aunque con una abertura en el pecho que daba un vistazo de sus pechos generosos. Y se dejó el cabello suelto como a Trevor le gustaba.

Al encontrarse con él en el salón su mirada llena de admiración le ayudó a sentirse mejor, más segura de sí misma.

—¿Estás dispuesta a llevarme a la tumba? —preguntó él con una sonrisa torcida.

Ella se degustó con su imagen atractiva y elegante antes de hablar.

—Espero lo digas porque te di una muy buena impresión.

—Hiciste que se me parara el corazón por varios segundos.

Brianna sonrió complacida y aceptó el tierno beso que él le dio en los labios. Gesto que la erizó de pies a cabeza y acentuó la intimidad entre ellos.

—Vamos.

Él la guio hasta el auto sosteniéndola con una mano por la cintura y enseguida se pusieron en marcha al restaurante donde los esperaba Ivanova Neville.

En el camino, Brianna le comentó a Trevor de su encuentro con Julinka en el estudio fotográfico y del increíble trabajo que realizaban detrás de cada foto. Había quedado impresionada con la hermosa labor que llevaban a cabo.

También le habló de Vincenzo y de la terrible relación que mantenía con Lynette, tema que le preocupaba sobremanera.

Al llegar a su destino, el ambiente entre ellos era tan relajado que parecían haber olvidado el motivo que los había llevado allí, hasta compartían intensas miradas y sonrisas satisfechas.

Solo el lujo que mostró el interior del restaurante pudo romper la burbuja de encanto que se había creado entre ellos.

Brianna miró maravillada el lugar, aunque no pudo evitar que el miedo se le anudara en el estómago al recordar las críticas despiadadas que recibió de parte de la familia de Connor, quienes la consideraron una mujer ordinaria y carente de estilo cuando la invitaban a sitios como esos.

Trevor pareció presentir sus inquietudes, así que la tomó de la mano y entrelazó sus dedos acariciándole el dorso con el pulgar, mientras seguían al maitre que los dirigía a la mesa que habían reservado.

Ivanova ya estaba allí, bebía con postura arrogante una copa de vino.

Cuando Brianna la vio, sintió un dolor en su estómago, como si se lo retorcieran. La mirada fría y desafiante que esa mujer le dirigió, acompañada por una apenas visible sonrisa de burla, la hizo sentirse enferma.

Trevor saludó a Ivanova con un beso y luego hizo las presentaciones correspondientes. La jueza extendió una mano hacia Brianna ofreciendo solo la punta de sus dedos, que fue lo único que se estrecharon.

—Así que tú eres la esposa —preguntó Ivanova achicando los ojos hacia ella, como si la evaluara con atención.

Una vez más el estómago de Brianna se retorció. Mientras se sentaba le pareció entender toda la situación.

Aquella mujer debió ser una amante de su esposo. Las miradas arrobadas que le dedicaba a Trevor y la forma en la que ella había asistido a esa cita, ataviada con un vestido ceñido a su cuerpo que poseía un escote que le llegaba casi al ombligo y peinada y maquillada como para asistir a la alfombra roja de una premier de cine, lo confirmaban.

Dos hombres y un destino (COMPLETA) Matrimonio por convenienciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora