Capítulo 28. Hacer las paces.

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Trevor logró llegar a la mansión para antes de la cena. Se esforzó por culminar a tiempo con todas sus responsabilidades para así reunirse esa noche con Brianna e intentar hacer las paces.

El día anterior terminaron tan enfadados que ni siquiera se reunieron para cenar. Si pretendía salvar ese matrimonio y evitar que la mujer lo abandonara para irse con el padre de su hijo, debía propiciar una relación amable.

Asustarla no era una opción, ya que esa estrategia también la aplicaba Connor y al final, Brianna se dejaría llevar por su corazón.

Y en ese asunto tenía la batalla perdida, porque era evidente que ella aún amaba a su amigo.

Luego de dejar su maletín, la chaqueta de su traje y la corbata en su habitación, se dirigió al dormitorio del niño. Sabía que Brianna estaría allí, preparándolo para dormirlo.

Al entrar, vio que ella había terminado de darle un baño y lo llevaba enrollado en su toalla a su cuna, para vestirlo. El niño, al verlo, sonrió alegre y estiró sus manitas hacia él.

Enseguida Trevor se apresuró por cargarlo y besar su cabeza.

—Hola —le dijo a Brianna manteniendo a George abrazado de forma protectora contra su pecho. Se balanceaba de un lado a otro como si lo estuviese acunando.

—Hola —respondió ella con una sonrisa en el rostro, viendo maravillada lo bien que su hijo se llevaba con su esposo.

Trevor terminó de secarle la humedad de la piel y ayudó a Brianna a vestirlo, al tiempo que ambos jugueteaban con el niño y le arrancaban algunas sonrisas y bostezos.

Al tenerlo listo, Trevor lo recostó en su pecho y comenzó a balancearse por toda la habitación mientras le cantaba una canción de cuna.

Brianna ordenaba la cunita sin dejar de ver, conmovida, aquella escena. Apagó la luz y encendió una lamparita que proyectaba pequeñas estrellas en el techo y en las paredes para propiciar más la calma.

George se durmió casi enseguida. El niño se sentía muy cómodo en los brazos de Trevor, y él se sentía muy a gusto cuidando del chico.

Internamente reconocía que aquello no lo había hecho solo por agradar a Brianna, le gustaba compartir con el bebé. Relacionarse con George lo ayudó a percatarse de lo mucho que quería ser padre y tener una familia a la que pudiese cuidar y lo esperara al salir del trabajo.

Nunca se había detenido a pensar en esa posibilidad porque el trabajo siempre lo había consumido y las mujeres que pasaron por su vida solo querían saborear los placeres que él les daba sin aspirar un compromiso.

Ahora se sentía atrapado en esa idea, inclinado en la posibilidad de tener a su propia familia a su lado, aunque ya sentía a Brianna y a George como suyos.

Imaginar que en algún momento tendría que prescindir de ellos, una vez que se cumplieran los plazos del contrato prematrimonial, o si Connor lograba ganarle aquella contienda, lo deprimía.

No sabría cómo hacer para buscar a otra esposa, una que fuese similar a Brianna, tan hermosa, dulce y complaciente. Y un hijo similar a George, tan dulce y simpático.

Nunca hallaría en el mundo a quienes pudieran reemplazarlos. Ellos ya se habían adherido a su memoria y ocupaban un puesto en su corazón.

Cuando el niño estuvo bien dormido, lo dejó en su cunita y permitió que Brianna lo abrigara y le diera un beso de buenas noches. Cerraron la tela mosquitera a su alrededor, encendieron el baby call y se dirigieron a la habitación de ella, ubicada al lado.

—¿Cómo se ha sentido del estómago? —quiso saber Trevor.

—Bien. Hoy comió un poco más y no se quejó de ninguna dolencia.

Dos hombres y un destino (COMPLETA) Matrimonio por convenienciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora