Capítulo 55. Atendiendo sus heridas.

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Al llegar a la mansión, Frederick lo ayudó a bajar del auto y se encargó de estacionarlo dentro del garaje.

Trevor fue directo a su habitación, pero Brianna lo encontró en el pasillo.

—¡¿Qué sucedió?! —preguntó aterrada y corrió hacia él.

—Nada. Estoy bien.

—No lo estás —aseguró, llena de preocupación, y lo ayudó a caminar pasando uno de los brazos del hombre por sobre sus hombros.

Él andaba sosteniéndose el costado, se quejaba con cada paso que daba.

—¿Volvieron a atacarte los Levi?

—No.

Al entrar a la habitación, ella comenzó a inquietarse por no saber cómo acostarlo en la cama. Trevor era muy pesado.

Por suerte, Frederick se hizo presente y se encargó de hacerlo.

Cuando Brianna le quitaba con cuidado los zapatos entró Virginia.

—¡Jesús, María y José! ¡¿Qué sucedió ahora?!

La mujer se angustió por el rostro ensangrentado del hombre, enseguida corrió al baño en busca de toallas limpias.

—Iré por el maletín de emergencias —expuso Virginia.

—No le digas nada a mi abuelo —pidió Trevor en medio de quejidos.

La mujer gruñó con enfado.

—Me has pedido eso muy seguido últimamente. Parece que volviste a tener diez años.

Alzó el mentón con soberbia para dejar en claro lo furiosa que se sentía y salió de allí dando largas zancadas.

—Señor, su abuelo ya está dormido. No se enterará de nada —lo calmó Frederick—. ¿Quiere que llame a un doctor?

—No.

—Sí —se apresuró por contrariarlo Brianna—. Llámelo, Frederick, o yo misma saldré a la calle a buscarlo.

La mujer había asumido tal actitud autoritaria que ni Trevor ni el mayordomo se atrevieron a rebatir su orden.

Frederick salió apresurado para llamar al doctor White, el médico de cabecera de la familia, mientras Brianna intentaba limpiar un poco la sangre que a él le corría por el cuello con una toalla.

—¿Qué sucedió? —quiso saber ella con los ojos empañados en lágrimas.

Trevor alzó una mano y acarició con dulzura su rostro con el dorso de sus dedos.

—Tuve una pelea con Connor.

La mujer se paralizó por la noticia.

—¿Qué?

—Fui a reclamarle por su imprudencia de haber traído a Naomi a Seattle y por haberla acercado a ti y a George sabiendo que está mal de la cabeza, pero terminamos en una pelea.

Ella lo observó por un instante con fijeza, con una mezcla de dolor y rabia en el semblante.

—¿De verdad volviste a tener diez años? —lo retó.

Él intentó reír, pero el gesto le produjo dolor.

—Me dejé llevar por el odio que sentía... y por el miedo.

Su propia confesión lo conmovió. Al ponerle nombre a lo que estaba experimentando era capaz de comprender lo que le sucedía.

Tuvo miedo de perderla. Se sintió aterrado al imaginar que no solo Connor podía arrancarla de su lado, sino también, Naomi, y por su error de no haberle hablado con tiempo de ella.

Dos hombres y un destino (COMPLETA) Matrimonio por convenienciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora