CAPÍTULO 13. EL PERMISO

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Al día siguiente, Ron seguía enfadado con Hermione. Apenas habló con ella durante la clase de Herbología.

—¿Cómo está Scabbers? —le preguntó Hermione.

—Está escondida debajo de mi cama, sin dejar de temblar —dijo Ron malhumorado, errando la puntería y derramando las habas por el suelo del invernadero.

—¡Cuidado, Weasley! —gritó la profesora Sprout.

Luego tuvieron Transformaciones, estaban pensando cómo convencer a la profesora McGonagall, de repente, un alboroto los distrajo. Lavender Brown estaba llorando. Parvati la rodeaba con el brazo.

—¿Qué ocurre, Lavender? —preguntó preocupada Sky, acercándose a ellas

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—¿Qué ocurre, Lavender? —preguntó preocupada Sky, acercándose a ellas.

—Esta mañana ha recibido una carta de casa —susurró Parvati— Se trata de su conejo Binky. Un zorro lo ha matado.

—¡Vaya! —dijo Hermione.

—Lo siento, Lavender —dijo Sky.

—¡Tendría que habérmelo imaginado! —dijo Lavender en tono trágico— ¿Saben qué día es hoy?

—Eh…

—¡Dieciséis de octubre! ¡«Eso que temes ocurrirá el viernes dieciséis de octubre»! ¿Se acuerdan? ¡Tenía razón!

—¿De qué habla? —susurró Sky a Harry, este le contestó con un simple “Adivinación”, ella comprendió al instante.

—Tú, tú… ¿Temías que un zorro matará a Binky? —preguntó Hermione.

—Bueno, no necesariamente un zorro —dijo Lavender— Pero tenía miedo de que muriera.

—Vaya —dijo Hermione— ¿Era viejo?

—No… —dijo Lavender sollozando— ¡So… sólo era una cría!

—Pero entonces, ¿por qué temías que muriera? —preguntó Hermione— Bueno, miralo lógicamente. Lo que quiero decir es que…, bueno, Binky ni siquiera ha muerto hoy. Hoy es cuando Lavender ha recibido la noticia… Y no puede haberlo temido, porque la ha pillado completamente por sorpresa.

—No le hagas caso, Lavender —dijo Ron— Las mascotas de los demás no le importan en absoluto.

La profesora McGonagall abrió en ese momento la puerta del aula, al entrar en ella se sentaron uno a cada lado de Harry y Sky, no se dirigieron la palabra en toda la hora.

—¡Un momento, por favor! —dijo en voz alta, cuando los alumnos empezaban a salir— Dado que son todos de Gryffindor, como yo, deben entregar sus autorizaciones antes de Halloween. Sin autorización no hay visita al pueblo, así que no se les olvide.

Neville levantó la mano.

—Perdone, profesora. Yo… creo que he perdido…

—Tu abuela me la envió directamente, Longbottom —dijo la profesora McGonagall— Pensó que era más seguro. Bueno, eso es todo, pueden salir.

—Pregúntaselo ahora —susurró Ron a Harry.

—Ah, pero… —fue a decir Hermione.

—Adelante, Rayito —le dijo Sky.

Harry se acercó nervioso a la mesa de la profesora McGonagall.

—¿Sí, Potter?

—Profesora, mis tíos… olvidaron… firmarme la autorización —dijo— Y por eso… eh… ¿piensa que podría… esto… ir a Hogsmeade?

—Me temo que no, Potter. Ya has oído lo que dije. Sin autorización no hay visita al pueblo. Es la norma.

—Pero… mis tíos… ¿sabe?, son muggles. No entienden nada de… de las cosas de Hogwarts —explicó Harry— Si usted me diera permiso…

—Pero no te lo doy —dijo la profesora McGonagall— El impreso de autorización dice claramente que el padre o tutor debe dar permiso. Lo siento, Potter, pero es mi última palabra. Lo mejor será que te des prisa o llegarás tarde a la próxima clase. No había nada que hacer.

—Tranquilo Rayito, ya habrá una oportunidad de que vayas. —le dijo Sky mientras agarraba su mano, Harry le dio más tristeza porque quería ir con ella.

Sky Swift y El Prisionero De Azkaban Donde viven las historias. Descúbrelo ahora