CAPÍTULO 23. LA SAETA DE FUEGO.

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Al despertarse, había hallado el dormitorio desierto, se había vestido y bajado la escalera de caracol hasta la sala común, donde no había nadie más que Ron, que se comía un sapo de menta; y Hermione, que había extendido sus deberes por tres mesas.

—¿Dónde está todo el mundo? —preguntó Harry— ¿Y Sky? Desde ese día no se habían vuelto a hablar, ella ni siquiera lo miraba.

—¡Se han ido! Hoy empiezan las vacaciones, ¿no te acuerdas? —preguntó Ron, mirando a Harry detenidamente—  Es ya casi la hora de comer. Pensaba ir a despertarte dentro de un minuto.

—En cuanto a Sky, ella se fue con su tío a pasar las vacaciones, dijo que era buen momento para poner distancia—dijo Hermione.

—¡Oh! ¿Creen que algún día me perdone? ¿Ron? —preguntó Harry.

—Obviamente, es Sky de quien hablamos, solo dale tiempo.

La mañana de Navidad, Ron despertó a Harry tirándole la almohada.

—¡Despierta, los regalos!

Harry cogió las gafas y se las puso. Miró a los pies de la cama, donde se alzaba una pequeña montaña de paquetes. Ron rasgaba ya el papel de sus regalos.

—Otro jersey de mamá. Marrón otra vez. Mira a ver si tú tienes otro.

Harry tenía otro.

—¡Oh Sky, se acordó! —exclamó Ron.

Harry se dio cuenta que no tenía uno de ella, era la primera vez que no había uno, ¿Qué había hecho? ¿La habría perdido?

—¿Qué es eso? —preguntó Ron señalando  un paquete largo que había en el suelo, sacando a Harry de sus pensamientos.

—No sé…

Harry abrió el paquete y ahogó un grito al ver rodar sobre la colcha una escoba magnífica y brillante.

—No puedo creerlo —dijo Ron con la voz quebrada por la emoción.

Era una Saeta de Fuego, idéntica a la escoba que Harry había ido a ver diariamente a la tienda del callejón Diagon.

—¿Quién te la ha enviado? —preguntó Ron en voz baja.

—Mira a ver si hay tarjeta —dijo Harry.

—¡Nada! Caramba, ¿quién se gastaría tanto dinero en hacerte un regalo? —dijo Ron sorprendido.

—Bueno —dijo Harry atónito— Estoy seguro de que no fueron los Dursley.

—Estoy seguro de que fue Dumbledore —dijo Ron— Te envió anónimamente la capa invisible…

—Había sido de mi padre —dijo Harry— Dumbledore se limitó a remitírmela. No se gastaría en mí cientos de galeones. No puede ir regalando a los alumnos cosas así.

—Ése es el motivo por el que no podría admitir que fue él —dijo Ron— Por si algún imbécil como Malfoy lo acusaba de favoritismo. ¡Malfoy! —Ron se rió estruendosamente— ¡Ya verás cuando te vea montado en ella! ¡Se pondrá enfermo! ¡Ésta es una escoba de profesional!

—No me lo puedo creer —musitó Harry, pasando la mano por la Saeta de Fuego.

—¿Quién…?

—Ya sé… quién ha podido ser… ¡Lupin!

—¿Qué? —dijo Harry, riéndose también— ¿Lupin? Mira, si tuviera tanto dinero, podría comprarse una túnica nueva.

—Sí, pero le caes bien —dijo Ron— Cuando tu Nimbus se hizo añicos, él estaba fuera, pero tal vez se enterase y decidiera acercarse al callejón Diagon para comprártela.

Sky Swift y El Prisionero De Azkaban Donde viven las historias. Descúbrelo ahora