Capítulo 14: Del Cielo al Infierno

38 2 1
                                    


Chicago, enero, 1994

¡1994 fue el mejor año de mi vida! Te tenía a tí a mi lado, de mañana a la noche, de madrugada y al día siguiente. Éramos en todo una pareja que convivía en su nido de amor. Con algunas particularidades. Yo todavía estudiaba en la universidad y tú me apoyabas en todo. En la mañana trabajábamos en las oficinas de tu padre, tú en tu cuenta y yo en la mía, tan concentrados y atareados que apenas y podíamos saludarnos en toda la mañana. A medio día salíamos rumbo a nuestra casa, almorzábamos juntos, nos amábamos apasionadamente en la mesa del comedor, en la sala, en la cocina, en la recámara... !Donde fuera!... solo con vernos se encendía la pasión que debíamos saciar inmediatamente o morir en el intento. A veces llegábamos tarde a la universidad, pero no nos importaba, éramos felices.

Tú dabas tus clases, yo asistía a las mías. Una clase la teníamos en común. Tú dabas Derecho Ambiental y yo debía llevarla, así que sin ningún tipo de favoritismos, asumiste el reto de ser nuevamente mi catedrática.

Fue un año cansado físicamente. Trabajaba, estudiaba, proveía para nuestro hogar y pasaba muchas noches en vela amándote como un loco. Éramos insaciables. Claro, yo con 20 años tenía erecciones sólo con verte de lejos, o sólo con oler tu esencia de mujer en la misma habitación en que yo estaba, aunque fuera un salón de clase. Tú con 29 años, te mojabas sólo con verme y yo lo sentía. Nunca nos propasamos en la universidad. No lo necesitábamos. Teníamos nuestro hogar para desinhibirnos y bien que nos urgía siempre llegar a él. A veces no lo lográbamos. A veces algo empezaba o terminaba al amparo de los vidrios polarizados del vehículo.

Tú eras una diosa del sexo. Me instruiste como sacerdotisa del placer en las artes más avanzadas del erotismo. Tú ponías la muestra y yo la seguía como buen estudiante que era, agregando además, artes de mi propia inspiración. No tuvimos ningún tipo de inhibición, de culpa, de pudor o vergüenza. Éramos tan plenos, tan inocentes, tan abrumadoramente espontáneos, como el mismo pecado.

Al mismo tiempo nuestra relación era tierna, comprensiva, sin la prisa del delito, sin la mediocridad de la rutina. Formamos un hogar, un hogar verdadero en los brazos del otro, donde nos pertenecíamos mutuamente, donde nos complementábamos en libertad. Era perfecto, en medio de nuestra imperfección, o quizá, debido a ella.

En agosto de ese año organizaste un picnic a aquella área natural donde había ocurrido nuestro primer intercambio amoroso, la primera vez que nos besamos. Tendiste el mantel en el césped, comimos y nos recostamos en el tronco de aquel mismo árbol, testigo de nuestro arrebato del año anterior. Yo te tomé entre mis brazos, perdiéndome en el olor de tus rizos y besando con ternua tu cuello.

- Te amo - te dije arrobado - ¡Te amo y me vuelves loco! ¡Tu olor me vuelve loco! ¿sabes? Estos días tu olor es diferente. Siempre es un olor muy excitante, pero he notado algo como ... más.... de mujer... no sé cómo explicarlo... pero ha cambiado... ¡Y me enloquece! - Tú me viste con aquella sonrisa que le robaba la luz al sol y separándote un poco de mi, sacaste dos copas de la canasta. Me diste una mí, que llenaste de vino, mientras la tuya la llenabas de jugo de manzana. Yo te vi extrañado. A tí te encanta el vino.

- Creo saber qué es y antes de decirte, quiero que hagamos un brindis - Me dijiste viéndome a los ojos. - Un brindis por nuestro amor, un brindis por la vida, que no puede ser del todo planificada pero si puede ser vivida a plenitud y en felicidad. Un brindis por nosotros y por el amor que ha tomado forma y vida propia en mí, por tí. - Yo abrí mis ojos desmesuradamente. - Amor: ¡Estoy embarazada! Dentro de 8 meses tendremos a nuestro hijo o hija en los brazos. - Yo apuré el contenido de mi copa y la dejé tirada en el mantel para abrazarte totalmente emocionado y feliz.

ALWAYSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora