CAPÍTULO 42: TE LO ENCARGO

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Estrasburgo, 2004

Al cabo de dos o tres horas, entraba Albert al restaurante del hotel llevando del brazo a una mujer alta y delgada, de castaña cabellera larga y ojos negros como la más cálida noche. Su sonrisa deslumbraba de espontaneidad y sinceridad. Estaba realmente feliz de ver a su amigo. Él la dirigió a un reservado del restaurante. Cuando la bella mujer vio a quien la estaba esperando sentada a la mesa se quedó clavada en su sitio y volvió a ver a su amigo con una seria duda en sus ojos.

- ¡Albert! ¿A qué me has traído acá? - haciendo el intento por soltarse de su brazo, pero sin conseguirlo. El hombre ejerció cierta presión en ella haciéndola avanzar algunos pasos aún en contra de su voluntad, mientras le decía:

- !Tranquila Karen, todo está bien! Candy me pidió que te trajera, para poder hablar con ella. No te preocupes, me prometió que no te va a comer, ni a morder, ni golpear ni a gritar. - Le dijo en tono de broma muy en serio, guiñándole un ojo.

- !Pero yo no....! - trató de protestar la joven mujer

- !Perdóname Karen! - Interrumpió Candy en tono conciliador - No le eches la culpa a Albert. Él sólo me hizo el favor de traerte porque se lo pedí como algo muy especial. Necesito hablar contigo y no puedo arriesgarme a que te niegues, ya que se trata de algo muy importante para las dos.

- Entonces me tendiste una emboscada...

- Pues sí... - Dijo haciendo un gesto de travesura - Pero te prometo que esto te interesa y que luego le agradecerás a Albert. ¿Me das unos minutos para hablar contigo?

- Pues parece que no tengo otra opción...

- Pues me puedes decir que no e irte - Se atrevió a tentarla Candy - Pero te quedarás con la duda de lo que para mi era tan importante decirte... y alguien que te interesa mucho podría salir perjudicado...

- ¡Lo dicho, no tengo otra opción! Te escucho.

- !Bien, mis hermosas damas! Entonces las dejo para que charlen a su gusto. Me avisas cuando termines - Le pidió a Candy antes de despedirse de ella con un beso en la mejía. Ella le correspondió con una luminosa sonrisa que no pasó desapercibida para Karen.

- Pues bien... tú dirás... - La invitó a hablar

- Karen, como ya habrás supuesto, quiero hablarte de Terry.

- !Candy, te juro que él y yo nunca...! - dijo sonrojándose sin quererlo y enmudeciendo al recordar aquel beso en el mar, al atardecer, que no había podido borrar de su memoria ni un solo instante.

- Tranquila Karen... - Le dijo Candy sin que aquel sonrojo dejara de levantar suspicacias en su mente - Yo no tengo nada que reclamarte. Sé que has sido invaluable para Terry en este tiempo en que no he podido verlo y por eso es que me atrevo a pedirte el favor para lo que te traje acá.

- ¿De qué se trata? - preguntó intrigada

- Me separaré de Terry. Recién lo he decidido y no tiene vuelta atrás - Karen se puso pálida. Sintió que un gran témpano de hielo crecía a velocidad de la luz en su estómago.

- ¡Eso... lo destrozará!... - añadió muy preocupada.

- Sí, lo sé, para mí tampoco es fácil - Bajó la cabeza vencida por la vergüenza, el dolor y la ansiedad. - Ha sido una decisión muy difícil de tomar, créeme, pero no puedo seguir engañándome. Amo a Albert, más de lo que me había atrevido a ignorar. No puedo seguir haciéndolo, así que hablaré con Terry para plantearle nuestra separación. Será algo muy difícil para todos: para él, para las niñas, para mí, para Albert... pero a la larga, será lo mejor: antes de que nos hagamos más daño. - Karen sólo logró asentir con la cabeza. - Es por eso que te pido que estés a su lado en las próximas semanas. Serán las más difíciles para él. Yo tengo a Albert para apoyarme, pero él, sólo te tiene a tí. Terry no tiene amigos, no tiene esa confianza con sus padres. Él sólo te tiene a tí. Por favor, no lo dejes solo, aunque te aparte, aunque te eche de su lado... no se lo tomes en cuenta, no son más que fachadas de dureza con las que se arma para hacerse el fuerte. Pero estará muy mal, yo lo sé. Te necesitará, más que nunca. No lo dejes. Si en algo te importa, y yo sé que sí - dijo echando una mirada escrutadora al bello rostro de la joven - no lo dejes solo, por favor. Te lo agradeceré toda la vida.

Karen no podía hablar. Sólo la miraba con los ojos muy abiertos, moviendo negativamente la cabeza, con el cuerpo tenso y las manos apretadas sobre la mesa.

- ¿Qué me estás pidiendo, Candy? ¿Me estás arrojando a los brazos de tu marido despechado y hecho trizas? Te das cuenta que estás echando sobre mis hombros una carga que no me corresponde, que te corresponde a tí, porque tú eres su esposa... pero claro, tú eres la que lo dejará hecho añicos... y yo... yo debo estar allí para recoger lo que quede de él...

- ¡No lo veas así, por favor Karen! - Candy se apresuró a tomar la mano de Karen y apretarla entre las suyas, en un mudo gesto de súplica. - No. No es así. Aunque no lo creas, yo... todavía amo a Terry... Es imposible no hacerlo... Él ha sido un ángel conmigo... pero nuestro tiempo juntos, terminó. Yo lo sé y él también lo sabe, aunque no quiera admitirlo por el momento. Esto pasaría tarde o temprano. O él o yo entenderíamos que lo nuestro ya ha acabado. Independientemente de si estemos o no enamorados de alguien más... nuestra relación acabó. Eso no implica que el cariño, los recuerdos, o nuestra familia terminen. Nosotros y nuestras hijas seremos siempre una familia y estaremos siempre juntos, como familia, apoyándonos, acompañándonos siempre. Al menos eso es lo que yo quisiera lograr. Espero que te quede muy claro - y volvió a mirarla levantando una ceja a manera de interrogación. - Karen asintió levemente con la cabeza - Yo no quiero hacerle daño, no apropósito... !Jamás!, pero en este caso, es inevitable. Y como su amiga, te lo estoy contando, para que sepas que si en algún momento él necesitará de tu amistad, será ahora. Él te necesitará, como su amiga. No confundas las cosas, porque quien podría salir herida eres tú. Cómo lleves la situación, cómo navegues por las tumultuosas aguas de los ojos de Terry queda ya a tu buen saber y entender. Yo no soy quien para decirte nada al respecto. Sólo te estoy contando esto: Terry y yo nos separaremos, pero no dejaremos de ser padres para nuestras hijas. Él estará muy mal y no tendrá a nadie a su lado, solo a tí... si quieres.

Karen se removió nerviosamente en su silla.

- Candy.. esto es muy incómodo...

- Lo sé, tampoco para mí es fácil. Yo sé que él siente algo por tí... desde hace algún tiempo y que tú le correspondes. Y ya sabes... él aún es mi marido. Pero lo que aplica para mí, aplica para él. Le deseo lo mejor, porque se lo merece, porque es un gran hombre. Y si lo mejor para él eres tú... yo quedo agradecida.

Karen se revolvió en su silla nuevamente. En su pecho estallaba violentamente una mezcla de sentimientos tan explosivos que no sabía cómo manejarlos.

- Escúchame bien Candy: La verdad no sé ni qué decirte. Esto es tan poco convencional...Déjame organizar mis ideas un momento. - Karen puso sus palmas sobre la mesa y estiró sus brazos, inhalando profundamente un par de veces. Luego continuó: - Yo no necesito tu permiso para vivir mi vida. Yo tomaré las decisiones que juzgue convenientes para mí en su momento. No voy a permitir que tú quieras manipularme, arroándome a los brazos de un hombre casado, en crisis profesional, personal y familiar. Una crisis en la que no me corresponde involucrarme, por simple y llana autoestima. Yo marco mis momentos, mis objetivos y mis prioridades, así como escojo a quien le entrego mi corazón. Ya escuché lo que tenías que decirme, así que me marcho.

- Como quieras - apuntó Candy echándose hacia atrás en su silla y sonriéndole complacida, cosa que no agradó en nada a Karen. Le hizo un gesto de interrogación casi insolente

- ¿Pasa algo?

- No, nada - respondió Candy con una enorme sonrisa - Solo que tu reacción me confirma que eres la indicada para él. Serán felices juntos... !Claro, si tú lo escoges!...

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