CAPÍTULO 38: TE QUIERO A TÍ

32 1 0
                                    

Caminamos un buen rato. Era otoño y la temperatura era muy agradable. La ciudad estaba llena de turistas, lo que nos permitía pasar desapercibidos entre las personas. Caminamos a lo largo del río, admirando las pintorescas casitas y los bellos jardines, dignos de postal. Tú estabas muy animada y hablábamos de todo un poco, como si fuésemos los mismos de hace diez años y no hubiese entre nosotros muros insalvables. Tú ibas sujeta a mi brazo, entusiasmada como niña, admirando lo que la ciudad tenía para ofrecer. Compramos un helado y nos sentamos en una banca frente al río. Terminaste de comer tu helado y no te diste cuenta que había quedado chocolate en la comisura de tu boca. Me acerqué a tí, lentamente, para no asustarte. Tomé el pañuelo de mi bolsillo y delicadamente limpié tu rostro. Tú te quedaste viéndome, con la respiración suspendida y yo perdí mi alma en las lagunas de tus ojos. Enmarqué tu rostro entre mis manos y tú pusiste las tuyas sobre las mías. Tus labios, como imanes me llamaban para perder mi alma en ellos... y lo hice... lo que llevaba al menos una década de desear todos los días: volví a besar tus labios. Sentí su carnosa suavidad, su húmeda calidez y tu aliento con sensación a hogar. Me volví loco cuando de ellos tu lengua invadió mi boca acariciandome íntimamente en un beso totalmente impúdico, transgresor y desvergonzado que me dejó totalmente sin aliento. De pronto, detuviste el beso. Con la respiración agitada, tu pecho subiendo y bajando frente a mis ojos, mi rostro llenándose de tu aliento arrebatado, tus manos enredadas en mi pelo susurraste:

- Esto no puede ser - te levantaste y antes de darme la espalda me dijiste: - No me sigas - y te fuiste, otra vez, dejándome allí, con un millón de emociones chocando en mi pecho.

Al día siguiente te esperé como adolescente a su primer amor a la entrada de la sala de audiencias. Todo se desarrolló con normalidad, según yo. Pero al medio día, cuando terminó la audiencia, tu rostro estaba rojo de ira. Me acerqué a tí con mi mejor sonrisa y sólo recibí una mirada agria.

- ¡Hola Candy! ¿Quieres que almorcemos? - te pregunté de la forma más inocente. Después de lo de ayer necesitaba hablar contigo.

- Mejor invita a comer a tu amiguita - Me dijiste haciendo un énfasis extraño en la última palabra.

- ¿A qué te refieres? - pregunté genuinamente asombrado

- A la fiscal, que a demás de tu jefa / compañera de trabajo es obviamente, tu amiga / amante en turno.

- Candy, espera... - te dije tomándote de la muñeca porque te dirigías hacia afuera a toda velocidad

- ¡Déjame en paz! - traste de no gritar soltándote de mi agarre. Tomé mi maletín y salí corriendo detrás tuyo, disimulando lo más posible porque nos encontrábamos en un ambiente profesional, como muchos conocidos en los pasillos, demostrando familiaridad cuando éramos partes contrarias en un proceso muy importante.

- !Candy, escúchame! - Y con mucha seguridad te tomé de un brazo y te empujé en un cuarto de servicio que providencialmente estaba abierto en un pasillo no tan concurrido.

- !Déjame Albert! !Yo no quiero hablar contigo! Es obvio que tienes tu vida y que yo no tengo ni debo tener un lugar en ella.

- ¿Qué te pasa Candy? ¿Dime, por qué estás así? ¿Qué hice para ofenderte tanto?

- ¡Nada, por supuesto! ¡Tú nunca haces nada!!Pero esa mujer!... ¡Apretaste los dientes y los puños en una actitud tan agresiva que te hizo ver tan tierna! - ¡Esa mujer!.... mete la mano por debajo de tu saco para acariciarte la espalda.... pone la mano en el interior de tu pierna para llamar tu atención, roza tu mano con tanta familiaridad.... - yo solté una carcajada que no pude reprimir.

- ¿Tan celosa estas? ¿Dime Candy, estuviste atenta a la audiencia o solo pusiste atención a lo que hacía Gaby conmigo? - tu mano se alzó en un acto reflejo lista para imprimir tu palma abierta en mi mejía, pero mis reflejos fueron aún más rápidos y la sostuve en el aire. Trataste de soltarte de mi agarre, golpeándome con tu mano libre. No se me ocurrió nada mejor que abrazarte muy fuerte contra mi pecho mientras te decía: - Es cierto Candy: Gaby y yo tuvimos algo, hace un par de meses. No te mentiré: no he sido un santo y a veces comparto mi cama un par de noches con alguna dama que acepte mis condiciones de no establecer ninguna relación. Candy: yo... - Te aparte lentamente hasta asegurarme que ya no me pegarías. También quería verte a los ojos y que vieras en ellos la sinceridad de mis palabras - Candy, yo te amo. Nunca he dejado de amarte y sigo esperando, como estúpido a que me des otra oportunidad de estar contigo. No he tenido ninguna relación formal desde que me dejaste. Ninguna. - repetí para que te quedara claro - Gaby aún no lo ha entendido.

ALWAYSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora