CAPÍTULO 47: I DON'T WANNA MISS A THING

31 1 0
                                    

Londres, Septiembre, 2024

- ¡Hola guapo! ¡Me alegra tanto que hayas encontrado el tiempo para venir a verme!

- ¡Por supuesto Candy! ¡Tú siempre serás prioridad! Solo me dices qué debo hacer y con gusto.

- ¿Hacer? ¡Nada! Solo quiero aprovechar mi tiempo restante con las personas importantes en mi vida. Tú siempre serás una de las más importantes. Sólo háblame, cuéntame algo que no me hayas contado, dime algo que no me hayas dicho. Que no se quede nada pendiente entre nosotros, porque más adelante, ya no habrá oportunidad. Me parece que esta será la última quimio que aceptaré. Quiero irme ya a mi casa. - Él se sentó en la cama, tomó su mano marchita y bajó la cabeza para ocultar su turbación.

- ¿Ardlay ya lo sabe?

- Sí, pero está en negación. Quiere tenerme aquí hasta que ocurra un milagro, pero los milagros ya ocurrieron en mi vida: fueron conocerlos a ambos, tener a mis hijas y vivir feliz por tanto tiempo. Ya no espero nada más.

- Pero hay un nuevo estudio clínico en el que ya fuiste aceptada...

- No Terry, ya no. No quiero ser conejillo de indias de ningún médico loco. Ya no. Pero no entremos en esos detalles, porque estamos perdiendo el tiempo, y es lo menos tengo en estos momentos. ¡Oye! Déjame decirte que te ves muy, muy bien. ¿Quién lo diría, no? ¡64 años y siempre tan apuesto!

- ¡Por supuesto! ¡Soy un Grandchester! Y ya sabes lo que dicen: "Viejos los caminos...." - Por toda respuesta ella rodó los ojos al cielo y apretó su mano.

- ¡Basta de vanidad, Su Excelencia! ¡Vámos! Cuéntame algo que aún no sepa de tí. Así me distraes un poco de las nauseas... aunque eso... sea difícil... - Él la miró con ternura

- ¿Puedo darte un abrazo, Candy?

- ¡Claro que puedes! - Le dijo levantando sus brazos hacia él. Él no se hizo esperar y la tomó con mucha delicadeza entre sus fuertes brazos. Y tembló. Ella era impalpable, sumamente delgada. Sus pechos ya no estaban allí, aquellos pechos que tanto placer le habían dado a él y que habían alimentado a sus hijas, habían sido extirpados en un afán por darle a ella más tiempo de vida. Escondió su cara entre su cuello, porque su maravilloso cabello también había desaparecido. Ella, al percibir su temblor, acarició su espalda y lo alejó de sí para evitar que se quebrara. - ¡Ya está bien, Terry! ¡Suéltame!... no quiero que Albert se haga ideas que no son y se vuelva a caer a golpes por algo tan tonto. A ver, seca esas lágrimas - Le dijo pasando sus pulgares por sus mejías - y cuéntame algo. - El trató de recomponerse, alejándose de ella, pero sin soltar su mano.

- ¿Aún no te había contado lo de mi viaje a Centroamérica, cierto? - dijo haciendo gala de sus dotes de actor consumado con una hermosa sonrisa que estaba lejos de sentir - Fue gracias a Karen

- ¡Definitivamente!

- !Así es!, Desde siempre me ha impulsado a hacer cosas muy locas...

- Que te hacen mucho bien... igual que esa sonrisa de bobalicón que se te pone cada vez que hablas de ella - y pasó una suave mano por su mejía. Él tomó su mano y besó su palma.

- ¡Te contaré!

- !Claro! ¡Me encantará saberlo!

- Más o menos quince después de iniciar los trámites del divorcio, Karen entró a la oficina muy emocionada. Recuerdo que tenía las mejías arreboladas y daba saltitos de emoción.

- ¿Qué te pasa Kleis? ¿Te ganaste la lotería? ¿O te diste cuenta de toda la suerte que tienes de trabajar conmigo?

- !Ya quisieras Grandchester! Pero el que se sacó la lotería has sido tú.

ALWAYSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora