CAPÍTULO 29: AHORA ESTAMOS JUNTOS

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Londres, septiembre 2024

Luego del divorcio y nacimiento de mi hijo tomé la decisión de regresar a la universidad y aplicarme en todo lo que daba para ya no tener más retrasos y graduarme lo antes posible. Y lo logré. Me gradué en el 2000. Sin embargo, ahora tenía un hijo por quien velar, pero no estaba solo. Rosemary y tu padre me ofrecieron irme a vivir con ellos. Mi primera reacción fue decir que no. Me daba urticaria sólo pensar en vivir del favor de tu padre y de tu hermana. Pero ellos me hicieron un planteamiento muy lógico, práctico y generoso: Si quería estudiar, debía haber alguien que cuidara de Ethan. Rosemary se ofreció a hacerlo. Ella tenía ya un vínculo muy especial con el niño, y quería criarlo junto a su hijo. Ella podía amamantarlo y yo. Era un motivo con mucho peso. Nadie podría cuidar a mi hijo mejor que ella. Además, yo debía trabajar para él. En eso fui muy claro y ambos estuvieron de acuerdo. Trabajando medio tiempo, estudiando por las tardes y haciendo tareas por las noches, era muy poco tiempo el que podía dedicarle a mi hijo. ¿Qué mejor que no perder tiempo en el tráfico yendo a dejarlo y a traerlo a una guardería, donde quién sabe quién lo cuidaría todo el día? Mi hijo estaría en la misma casa, conmigo, podría verlo siempre que quisiera.

Te diré la verdad, Candy: Yo estaba muy dispuesto a trabajar para mi hijo, a que no le faltara nada material, pero me costaba mucho crear un lazo emocional con él. No quería. Cada vez que lo miraba, veía el rostro de Eliza. Cada vez que lo cargaba, recordaba que su madre había intentado matarme, y que por su culpa había perdido lo que yo más había amado: a tí, y a nuestro hijo. Conscientemente estaba claro que el pequeño Ethan no era culpable de nada, y que no debía cobrarme con él las cuentas pendientes que tenía con la vida, ¡Mucho menos mis propios errores! Pero no lo lograba. Encontraba cualquier excusa válida para no verlo, para no pasar tiempo con él.

Rosemary lo notó, por supuesto, pero no me dijo nada. Simplemente le brindó a mi hijo quizá más amor y atenciones que a su propio hijo, buscando compensar son su amor, el amor que yo le negaba. Si, lo sé. No me mires así. Debo pedirle perdón, porque estoy conciente que mi frialdad y alejamiento le han hecho daño. Pero no es un mal muchacho. Rosemary y tu padre le dieron todo lo que yo no estuve en capacidad de darle por mucho tiempo. Además sus primos, Anthony y Georgy fueron con él como hermanos, siempre apoyándolo y animándolo en todo.

- Pero le faltó su padre

- Así es... y estoy consciente. Y no sé qué puedo hacer para compensarlo... o incluso si vale la pena hacerlo.

- Habla con él. Cuéntale de su madre, sincérate con él. Llévalo a visitarla.

- !Yo no quiero volver a ver a esa mujer jamás en mi vida!

- !Perfecto! Pero no debes impedir que él se acerque a ella y a su familia.

- !No Candy! !esa gente es perversa! ¡No quiero que mi hijo tenga ningún trato con ellos!

- Eso es algo que sólo a Ethan le corresponde decidir.

- !No! !No lo haré! - ella movió la cabeza muy apesadumbrada.

- Bien, dejemos ese tema para otro momento. Sígueme contando. ¿Volviste a trabajar en el bufete de papá?

Él se recostó en la pared, con los brazos cruzados sobre su pecho. Ese tema lo hacía sacar defensas como púas de puercoespín cada vez que lo abordaban. La miró con un poco de reproche, pero al no ver en sus ojos más que amor, sonrió un poco, bajó los brazos, se volvió a sentar en la silla frente a ella y continuó:

- Si, así es. Y no sólo yo. Karen Kleis también inició en el 97 a trabajar para tu padre. !Era muy buena!, en poco tiempo se convirtió en su mano derecha.

- !Su mano derecha era Tom!

- Si, claro, pero Tom estaba muy ocupado en ese entonces con los arreglos de las telecomunicaciones en Latinoamérica, que ahora comprendo que se trataba de la asociación con Grandchester. !El muy canalla ya sabía en ese entonces dónde estabas! !Si me lo hubiese dicho! !Si yo hubiese sabido, habría volado a Suiza y hubiese impedido a toda costa que te casaras con ese indeseable!

- Las cosas pasan por algo, amor. Para ese momento, yo daba por perdido nuestro amor. Te hacía felizmente casado y con un hijo, totalmente ajeno a mi vida.

- !Y nada más lejos de la realidad!

- No teníamos como saberlo.

- !Claro que sí! !Si Tom me hubiese dicho algo...!

- Yo le pedí que no lo hiciera. No quería empañar tu felicidad con un recuerdo inútil, que sólo te atormentaría.

- !Que tontos fuimos!

- !Estoy de acuerdo!

Él la miró intensamente, y al cabo de unos momentos de duda, le preguntó:

- ¿Cuándo te casaste con Terry? - Ella suspiró profundamente.

- Preferiría no contestar

- Pero quedamos en que lo haríamos.

- Así es, y cumpliré la promesa. Nos casamos en noviembre de 1996, por lo civil.

- ¿Noviembre del 96? George y Tom viajaron a Londres en esa época...

- Si, fue por eso. Ellos dos asistieron a mi boda - El rostro de Albert se tiñó de rojo y sus ojos se volvieron dos témpanos de hielo.

- Nadie me dijo nada - arrastró las palabras - ¿Rose lo sabía?

- No. Yo les pedí que no dijeran nada a nadie. No quería causarte problemas. Además lo nuestro había terminado ya.

- ¿Nadie te dijo que yo me había divorciado?

- No, porque para ese entonces, tú no te habías divorciado. Tu hijo acababa de nacer. - Movió la cabeza en negación - Albert, creo que es mejor que no sigamos por este camino. Ya nos dimos cuenta que nos faltó comunicación, que cada quien creía que el otro estaba totalmente fuera de su alcance cuando ciertamente no lo estaba. Pero no podemos cambiar lo que pasó,ni lamentarnos por eso. Yo, al menos, no me arrepentiré nunca de haberme casado con Terry. Lo amé, me amó, formamos un hogar hermoso y me dí la oportunidad de vivír muy feliz a su lado, porque estaba segura que tú hacías lo mismo.

- !Pero no era así! Yo viví un infierno de incertidumbre, anhelando volver a encontrarte cada día de mi vida. Ahora comprendo porque Tom me dijo que no valía la pena buscarte cuando le supliqué que fuera conmigo a Europa a seguir tu pista. Él ya sabía que estabas casada. Él ya sabía que estabas en Londres. - Ella asintió con la cabeza - !Y no me dijo nada!

- La culpa es sólo mía, Albert. Y no sigamos hiriéndonos inútilmente. !Ven acá! - extendió sus brazos hacia él y él se refugió en ellos. - Ahora estamos juntos, que es lo que importa. 

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