CAPÍTULO 23: CUMPLEAÑOS EN LA NIEVE

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Zermatt, Suiza, 28 de enero 1996

Al día siguiente no lo ví y la verdad, agradecí el respiro. ¡Podía ser un hombre muy demandante! Después del almuerzo llegó a mi habitación un hermoso paquete a mi nombre. Llamó mucho mi atención y al ver la tarjeta supe que era de él: "Me haría muy feliz verte con él esta noche. T.G."

Se trataba de un hermoso, elegante y moderno vestido negro de lentejuelas que me quedaba como pintado. Obviamente el hombre me había desvestido y vestido con la mirada porque el talle era más que perfecto. Reí y me complació el detalle. Me quité el vestido, lo volví a guardar y llevé el empaque a recepción con la solicitud que lo entregaran a Su Excelencia en cuanto se apareciera por allí.

Esa noche yo fui la primera en llegar al salón del evento. Debía verificar que todo estuviera a punto. No por nada era la Hostess del Resort y estaba allí para asegurarme que todos la pasaran bien, no para divertirme yo. Llevaba puesto un vestido que había comprado en París: verde musgo, largo por debajo de los tobillos, de falda amplia que ceñía mis caderas y se abría en una suave caída hasta el suelo con una profunda abertura del lado izquierdo que llega hasta el muslo. Caía sobre mi cuerpo de forma muy suelta, resaltando mis curvas al estar sujeto por infinidad de cintas cruzadas por el amplio escote de espalda desnuda y sobre el pecho, que cubierto con tela suelta parecía que en algún momento quedaría expuesto al moverse ésta con el vaiven de mi cuerpo. El collar largo de cristales con dos vueltas me daba el aire de femme fatal que buscaba, aunque en medio de todo aquel destello, la rosa de Albert permanecía en su lugar, sobre mi pecho. Sandalias negras con cristales, cruzadas con cintas por toda la pantorrilla. Completaba el tocado de mi cabello suelto con cintas verdes entrelazadas en mis rizos.

Sinceramente, yo hubiese preferido mi pantalón negro, mis mocasines y mi blusa de manga larga de mi uniforme de Hostess, pero es cierto que la situación ameritaba un poco más de esfuerzo. Organicé la comida, la bebida, el entretenimiento, que de acuerdo a los gustos del festeado era un grupo de bailarinas de Belly Dance. !Vaya y sus gustos exóticos!...Herr Zimmermann estaba muriéndose de nervios. Era la primera vez que se atrevía a hacer algo así y estaba invitada "la crema y nata", como él decía, de la aristocracia local y no tan local. El Resort estaba echando la casa por la ventana en el evento más adulador y sobalevas que pudiera imaginarse. Claro, la Casa Grandchester había corrido con la mayoría de los gastos.

A eso de las 10 de las noche se dejó ver el festejado. Realmente se veía impresionante en un traje negro de corte italiano y camisa azul marino abierta los primeros tres botones, dándole un aire desenfadado y rebelde que tan bien le quedaba con su hermoso pelo castaño a los hombros, mirada de diablo y sonrisa de ángel. Creo que me quedé sin aliento al verlo, al menos por un momento, igual que el resto de ridículas mujeres a las que se les cayeron las bragas al sólo entrar él al salón. !Se le fueron encima, como avalancha!.. !Por supuesto!

Yo me atrincheré detrás del bar, fingiendo cerciorarme de la suficiente existencia de licor y aprovechando el momento para darme un shot de whiskey sin que nadie me viera.

- ¡Yo quiero uno de esos Señorita McKenzei - Oí su voz profunda a mis espaldas. Bajé la cabeza sintiéndome descubierta - Antes de que se lo acabe todo - añadió. Al volver a verlo me picó el orgullo la sonrisa de triunfo que enarbolaba.

- ¡Lo siento Su Excelencia, el whiskey es para escoceses! Y usted es... Inglés.

- Y por eso mismo aprendí a apreciarlo. !Vamos señorita McKenzei! Es mi cumpleaños... !Es más! Muy pronto dejará de serlo y usted aún no me ha dado mi abrazo.... ni mis felicitaciones.... ¿No me dará un vaso de whiskey?

- ¿Todavía quiere más abrazos? Pero si ya lo abrazaron al menos... 500 mujeres en los 20 metros de la entrada para acá....

- !Vaya!... ¿Las contó?

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