Capítulo 6

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"Sombría"

Suelym

El retroceso del arma al dispararse me hizo temblar la muñeca, pero no me tambaleé hacia atrás como las primeras veces. Sonreí. A eso le llamaba progreso. Dejé la pistola sobre la mesa, habiendo gastado mi último disparo del día. Shelsie no me dejaría seguir por otra ronda, no valía la pena intentar convencerla, se negaría una y otra vez. Giré el rostro para observarla, apoyada contra la pared a mi lado, con los tobillos cruzados y la mirada perdida en una de las dianas en forma humana que estaban colocadas a unos metros de distancia. Decía que el sótano de entrenamiento de Roy le recordaba a un lugar donde solía practicar en su ciudad natal. A veces olvidaba que Shelsie también era alemana, aunque se la pasaba en Rusia por sus asuntos como virreina de Vasnetsov, rara vez pisaba su tierra por tanto tiempo, cuidarme la había anclado a Múnich por varios meses y podía sentir que eso no le gustaba del todo. Shelsie era igual a las panteras que había adoptado como mascotas, necesitaba correr libre por sentirse viva. Admiraba eso de ella, la fuerza de dejar atrás todo para buscar su propia liberación, había pasado mucho desde la última vez que yo me sentí realmente libre.

—Vámonos —ordenó—, tienes visita.

Fruncí el ceño. Eso era imposible. Ninguno de los chicos había salido de Filadelfia, yo ya lo habría sabido. Roy no tenía el valor para pararse aquí tan pronto, quizás algún día lo hiciera, sosteniendo la cabeza sangrante del asesino de mi padre, pero eso no sería ese día.

Me aseguré de dejar las luces apagadas, mientras que Shelsie se encargaba de las cerraduras. Algo me decía que el sótano tenía tanta seguridad para mantenerme a mí fuera y no porque temieran que alguien entrara a robar. ¿Roy temía que me fuera a pegar un tiro? No. Me conocía mejor que eso. Shelsie, por otro lado, no sabía hasta qué punto tomar sus precauciones.

El camino en el elevador fue rápido, cargado de una espesa capa de silencio de la que fui sustraída nada más abrí la puerta del departamento. Kaitlyn estaba allí, con una dosis extra de alegría y pequeños chillidos emocionados. Parpadeé repetidamente para hacerme a la idea de que en realidad era ella y no un fantasma. Roy prácticamente le había pedido a Saint que encerrara en su novia en su ático antes de dejarla venir a verme.

—No esperaba una fiesta —dijo Kaitlyn, cruzándose de brazos mientras me miraba con los labios fruncidos—, pero sí un abrazo.

Sonreí, lanzándome a sus brazos abiertos en busca de calidez. Casi sollocé cuando me apretó contra ella, balanceándonos suavemente al compás de una música inexistente. Había extrañado tanto las muestras de afecto.

—Te extrañé —murmuró contra mi cabello, dejando un beso en la cima de mi cabeza, sacándome ventaja en altura por sus tacones.

—Y yo a ti.

Nos sostuvimos una a la otra por algunos segundos más. En otras circunstancias hubiera sido extraño, Kaitlyn era una gran amiga, había sido una excelente aliada en mi camino a adaptarme a Imperio, pero no solíamos ser tan efusivas, ella no disfrutaba mucho del contacto. Que me dejara aferrarme a ella fue la mayor muestra de calidez que podía obtener de su parte, sabía que necesitaba a mis amigas, y me estaba dejando llenar ese vacío momentáneamente con ella.

—Las videoconferencias son tan aburridas sin ti —murmuró, separándose para darme un largo vistazo. Alejó el cabello de mi rostro, colocándolo detrás de mis ojeras mientras me inspeccionaba con la ternura con que lo haría una hermana mayor—. ¿Cómo lo llevas?

Tragué el nudo que comenzaba a formarse en mi garganta. No era momento de llorar. No podía llorar.

—Lo mejor que puedo —respondí, con toda la franqueza que podía.

Hassle [Problemas #3]✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora