Hassle [Problemas #3]✔️

Capítulo 8

"Sentir no es tan malo"

Suelym

—No tomaré el McLaren —sentencié, no dispuesta a negociar aquel aspecto a pesar de las súplicas de Kaitlyn.

—Oh, vamos. Ese auto es un sueño, Saint mantiene el suyo en Australia y nunca lo puedo conducir.

—Si conducirlo es un sueño, causarle una abolladura será una jodida pesadilla.

Estaba mintiendo. A Roy no le importaba si lastimaba su auto, en más de una ocasión me había dicho que me dejaría estrellarlo contra una pared si eso me hacía feliz. No quería conducirlo porque olía a él y me recordaba todo lo que habíamos vivido en aquel auto. La primera vez que me dijo que me amaba, las carreras a las que acostumbraba a llevarme, los paseos a medianoche, su forma de hacerme ver las estrellas mientras me tomaba en el asiento trasero. No necesitaba alimentar el monstruo de la nostalgia y ponerme sentimental tan pronto.

Desactivé la alarma que tenía en mi mano, haciendo que el auto gris y blanco aparcado unos metros a la izquierda emitiera un bajo pitido. Kaitlyn desvió su atención hacia allí, caminando con rapidez sobre sus tacones altos, completamente deslumbrada con el coche. Comenzó a soltar datos técnicos que no entendí, justo como hacía cada vez que veía un modelo nuevo en persona. Ella, más que una entusiasta, era una experta en autos, tanto que se había hecho propietaria de un taller en California y pasaba su tiempo libre allí. Yo, por otro lado, si bien gustaba de los autos rápidos, no tenía idea más allá de las marcas y algunos modelos. Solo sabía que aquello era un Porsche Boxster por la insignia, y no me avergonzaba admitirlo.

Alcancé a ver como dos de los hombres de Roy patrullaban el estacionamiento del edificio, dándome un asentimiento de cabeza en señal de respeto al pasar relativamente cerca. Por un momento pensé que me prohibirían salir, pero solo siguieron su camino sin interferir. Mi autoridad como Lilith estaba equiparada a la de Roy como emperador, al menos para sus hombres, lo que hacía que mis decisiones no fueran cuestionadas. Supuse que por eso encargó mi cuidado a Shelsie, ella solo estaba subordinada a Nikolái como su virreina, no me debía ningún tipo de obediencia y solo acataba los pedimentos de Roy porque él había depositado una generosa suma en su cuenta bancaria.

—Sabes moverte por aquí, ¿cierto? —preguntó Kaitlyn, entrando al asiento del copiloto antes de que yo siquiera abriera mi puerta.

—Con el GPS, obviamente.

No me atrevía a aventurarme en la ciudad sin una guía en el mapa. Recordaba algunas rutas cortas que solía recorrer con Roy, como las carreras, o ese pequeño restaurante de comida italiana a unas pocas calles que tanto nos gustaba, pero fuera de eso, mi sentido de orientación era nulo. Por tres años había pasado cada una de mis vacaciones en Múnich, incluso en las veces en que nuestros planes eran visitar Londres o Moscú, siempre acabábamos en Alemania, y no era algo que me disgustara, al contrario, me había enamorado de la ciudad casi tanto como de Roy. Se sentía un segundo hogar, aunque cada vistazo lo experimentaba como una novedad, como una turista perdida por primera vez en la ciudad de sus sueños.

—¿A dónde quieres que te lleve? —pregunté, colocándome el cinturón de seguridad.

Kaitlyn se volteó en el asiento, cruzando las piernas tanto como su atuendo le permitía. No estaba especialmente arreglada, aunque el ajustado vestido blanco de manga larga la hacía lucir relativamente elegante en comparación con mis jeans y mi cazadora negra. Kaitlyn era extremadamente hermosa, podía ponerse un saco de papas y lucir despampanante.

—Me dijiste que Roy te llevaba a carreras, ¿no? Quiero ir.

Suprimí el impulso de rodar los ojos. Debí suponerlo. Introduje la ubicación en el mapa, poniendo el auto en marcha hacia la salida del estacionamiento. Los hombres de Roy en la puerta me dieron un corto saludo antes de dejarme marchar. Giré a la derecha, justo como recordaba. Algunos minutos después pude notar un SUV negro seguirnos, dejando escasos metros de distancia. No me sorprendió, no era tan ingenua como para pensar que me dejarían salir sin protección.