CAPÍTULO 15. DANNA

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Desde que llegué a Madrid he intentando sacar la conversación sobre mi madre pero nunca me salen las palabras, también he intentado buscar pistas en casa pero no he encontrado nada

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Desde que llegué a Madrid he intentando sacar la conversación sobre mi madre pero nunca me salen las palabras, también he intentado buscar pistas en casa pero no he encontrado nada. El tema me tiene muy rallada y aunque lo intento ocultar no lo estoy consiguiendo... No se cuantas veces me han preguntado en los días que llevo aquí si estoy bien, siempre sonrío lo mejor que puedo y respondo que sí, aunque en los ojos de mis padres y mi hermana puedo ver que no me creen.

—No has probado todavía la cena —comenta mi padre Javier.

Observo mi plato, diría que está intacto si no fuera porque he estado llevando la comida de un lado a otro del plato inconscientemente y está todo revuelto.

—Merendé con Alba y no tengo hambre —respondo.

No quiero mirarles a la cara pero el sonido de los cubiertos de mi padre Marco sobre su plato hace que levante la mirada.

—Danna, llevas rara un tiempo y estamos preocupados. Gabriella nos ha dicho que cree que le estás mintiendo... Si te pasa algo te vamos a ayudar en lo que necesites, pero por favor no nos mientas.

—Lo mismo mentir me viene de familia.

Esas palabras salen de mi boca sin poder controlarlas y las miradas de confusión entre mis padres aumentan mi rabia acumulada.

—¿Por qué dices eso?

—Sé que mi madre está viva.

Se hace el silencio en la habitación. Mis padres se miran, no emiten palabras pero parecen estar hablando entre ellos con la mirada.
Los últimos días me había imaginado tantas veces teniendo esta conversación y en ninguna de esas escenas ficticias era como esta. Su silencio me está matando.
Una parte de mi tenía la esperanza de que mis padres no supieran que mi madre estaba viva, quería pensar que no habían decidido mentirme a conciencia durante tantos años, pero no es el caso y esto hace que mi confianza en ellos se rompa.

Soy incapaz de seguir mirándolos y mis ojos se desvían a Irina. Mi hermana me mira con una mezcla de preocupación y confusión, parece que ella no sabía nada.

—¿Has hablado con ella? —me pregunta con un hilo de voz mi padre.

El miedo en su voz me intriga.

—No, pero sé que está viviendo en México.

Mi respuesta parece sorprender a mi padre.

—¿Quién te ha dicho eso?

—Daniela. Su madre es amiga de ella.

Mis padres vuelven a mirarse. La resignación de su mirada como si los hubiera metido en un callejón sin salida me enfada, porque me hace sentir que solo me lo van a contar porque lo he descubierto y que si por ellos fuera nunca hubieran pensando en tener esta conversación.

—Danna, quiero que entiendas que fue por tu bien...

Esa frase provoca que me levante como un resorte de la silla.

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