CAPÍTULO 2. LUNA

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Me despido con la mano de Danna cuando se baja de mi coche y se dirige a la puerta de su edificio

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Me despido con la mano de Danna cuando se baja de mi coche y se dirige a la puerta de su edificio. Inicio mi marcha hacia casa de mi madre.

Me alegra haber coincido con Danna en poder disfrutar la una de la otra sin ataduras, sin malos rollos y con mucha diversión. Definitivamente, quiero seguir divirtiéndome con ella. Y no sólo en la cama, antes de que saliera del coche he intentado convencerla de que mañana venga al entrenamiento y se quede en el equipo. No sé por qué se muestra tan reacia en aceptar pero me ha dicho que lo pensará y confío en que al final acepte.

Ya casi llego a la casa de mi madre, como todos los domingos a mediodía. La única condición que me puso para poder vivir en casa de mi padre era que los domingos tenía que ir a comer a su casa.
No es que prefiera a mi padre, los quiero mucho a los dos, pero él casi nunca está, entonces es como vivir sola. Y tener una casa como la mía 'sola' con 21 años es un lujazo. Sólo por el módico precio de comer con mi madre los domingos ¿Quién diría que no?

Aparco enfrente de la casa unifamiliar en la que vive mi madre junto con su nuevo marido y bueno... Mi hermanastra. No es una casa muy grande pero está en un buen barrio de la ciudad. Entro con mi llave, me esperaba escuchar el sonido de la tele como suele ser lo normal pero no se oye ni una mosca. Qué raro.

Al avanzar un poco en la entrada oigo ruido en la cocina y me dirijo hacia allá. Es mi madre, está haciendo la comida. Se percata de que he llegado y me hace un gesto para que me acerque a saludarla. Avanzo hacia ella y le doy un beso en la mejilla.

—¿Y los demás? —pregunto extrañada.

Mi madre mira el reloj que hay en una de las paredes de la cocina.

—Pues deberían llegar pronto —es lo único que me responde.

Sigue cocinando sin intercambiar una palabra conmigo. No es que esté enfadada, es que cocinar la transporta como a otra dimensión y se olvida de que en esta habitación hay alguien más. Pienso en ofrecerle mi ayuda para cocinar pero ya sé la respuesta, así que salgo de la cocina y decido subir al piso de arriba en busca de algo de diversión.

Aprovecho que mi hermanastra no está y entro en su habitación. Me desilusiona ver qué todo sigue igual que la última vez que entré, esperaba encontrar algo interesante para usar en su contra como buena hermana pero no hay nada... Decido tumbarme en su cama y agarro mi móvil para distraerme. Entre las varias notificaciones de Instagram hay una de Sofía.

Son dos fotos que nos hicimos ayer, una en los vestuarios justo al acabar el partido, celebrando la primera victoria y otra es de anoche mientras cenábamos. Le doy a me gusta, la comparto en mis historias y después me fijo en las etiquetas de la foto, con el propósito de encontrar el usuario de Danna. Sin embargo, Sofía no la ha etiquetado.

—¿Qué haces en mi cuarto?—me pregunta Cloe con voz seria.

Levantó la vista del móvil y me encuentro a mi hermanastra de pie delante de mí con las manos en jarras, con el ceño fruncido y llevando la misma ropa que anoche.

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