Tras terminar las vacaciones de Navidad volvemos a la misma rutina de los domingos. La misma ruta hacia la casa de mi madre escuchando las mismas playlist de siempre en el coche. Siempre es igual pero hoy, desde el momento en que entro por la puerta, algo se siente diferente. Mi madre me recibe con una sonrisa que no llega a sus ojos, y aunque le pregunto qué ocurre, ella insiste en que todo está bien. Sin embargo, su manera de moverse, su tono de voz, y sobre todo lo inquieta que se le ve cocinando, cuando para ella eso es como entrar en un trance... Hay algo en todo eso que me provoca una sensación extraña en el cuerpo.
Es una incomodidad que no puedo quitarme, una que se hace aún más palpable cuando veo a Cloe en la sala, sentada en el sofá. Su mirada está perdida, y aunque intenta sonreír al verme solo le sale una muñeca extraña. Sus ojos verdes están apagados, como si estuviera a kilómetros de distancia, atrapada en algún lugar oscuro. Algo no va bien, y la preocupación comienza a acumularse en mi pecho.
La comida transcurre en un silencio tenso, interrumpido solo por el tintineo de los cubiertos contra los platos. No puedo soportarlo más, dejo mi tenedor y, con un nudo en la garganta.
—¿Qué está pasando?
Al decirlo, el silencio se hace más denso, como si todos estuvieran esperando a que alguien lo rompiera. Mi madre y Cloe miran a Fernando, ese simple gesto me revuelve algo en el estómago.
Fernando suspira, y puedo ver la lucha interna en sus ojos, la forma en que intenta encontrar las palabras correctas.
—Quería contártelo después de comer, pero parece que será antes —dice con su voz grave cargada de un peso que nunca antes había oído en él—. He recaído en el cáncer de próstata.
La noticia me golpea como un puñetazo en el estómago. Me quedo paralizada, con la mente en blanco, mientras la realidad de lo que acaba de decir se asienta sobre mí como una losa. Ahora entiendo por qué mi madre y Cloe están así. Claro que están así. No es para menos.
Un miedo terrible me inunda, un miedo que no había sentido nunca pero que había visto en unos ojos verdes hace muchos años. Me hace recordar los días que pasé con Cloe en la parte trasera del hospital, mientras a Fernando le hacían los tratamientos. Recuerdo cómo Cloe llevaba ese dolor en silencio, cómo intentaba ser fuerte, pero yo veía lo que aquello le hacía. No quiero que vuelva a pasar por eso, no quiero que volvamos a pasar por eso. Pero ahora es aún peor, porque Fernando se ha convertido en alguien muy importante no solo para Cloe, sino también para mi madre y para mi. No puedo imaginarme la vida sin él.
Fernando intenta consolarme, diciendo que lo han detectado a tiempo, que el tratamiento debería funcionar bien, que todo irá bien. Quiero creerle, de verdad quiero. Pero estoy tan sobrepasada por la información, por el miedo, que apenas puedo pensar.
Asiento y fuerzo una sonrisa, diciéndole que todo saldrá bien, que estoy segura de que lo superará, pero por dentro siento que me estoy desmoronando. Quiero correr, huir de aquí, esconderme en algún lugar donde pueda echarme a llorar sin que nadie me vea, porque no puedo creer que esto esté pasando otra vez. No a él. No a nosotros. Pero por ahora, solo puedo seguir fingiendo que estoy bien, aunque todo dentro de mí grite lo contrario.
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Entre las redes || Historia LGBT ||
JugendliteraturEntre las redes del equipo femenino de voleibol, conocido como "Las panteras", se esconden rivalidades, ambiciones, amistades, amores, desamores, sororidad, miedos, sueños, inseguridades, traumas, reencuentros y despedidas. ¿Será el equipo capaz de...