Sacrificio

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Preecha POV

El primer baile del Festival de la Luna solía marcar el inicio de un nuevo año para Arya, se daba bajo la primera luna llena del año, con los estragos del invierno quedando atrás para darle paso a la primavera, una ligera brisa aún se sentía en los huesos, pero podías oler las primeras flores en nacer.

Era una vista hermosa que llenaba de esperanzas a los asistentes, los jóvenes amantes se veían asimismo en los reyes que bailaban al centro de la celebración y los ancianos rememoraban con nostalgia la belleza de una tradición más vieja que ellos mismos, sin embargo, hacía dos décadas que su rey perdió al amor de su vida y una luz se apagó para el reino.

La imagen seguía siendo la misma, había una pareja bailando en mitad de la pista, la luna los iluminaba, la melodía era encantadora, pero no eran dos amantes compartiendo sonrisas cómplices los que brindaban la escena. Aun recordaba la primera vez que Kan estuvo parado frente a todo su pueblo, con los ojos acuosos y su pequeño hijo sosteniendo su mano con firmeza mientras daba su discurso de apertura para el festival.

No quería abrir la pista ese año, no se atrevía a corromper la belleza de la noche con otro omega tomando el lugar de su esposa, pero a veces las obligaciones con el reino son más importantes que las necesidades propias y no tuvo más opción que cumplir con su papel.

Cada año elegía a una persona del público, alguien comprometido que no fuera a prestarse para malos entendidos y con el tiempo la tradición cambió, el pueblo entendía sus razones, abrazaron su duelo y le dieron un lugar seguro al hombre bajo la corona, la persona que bailaba con él rendía un homenaje a la Reina que nos dejo demasiado pronto y un par de lágrimas llenaban los ojos de esposo cuando le agradecían el honor de regalarles esa pieza.

Por eso este año era tan importante el primer baile, porque muy en el fondo todos sabíamos que sería el último del Rey Kan, pronto su hijo tomaría su lugar y si el destino cumplía su curso, la tradición cambiaría de nuevo.

El discurso de Kan fue perfecto, como cada año lo ensayó sin descanso durante dos semanas, preparó las palabras indicadas para su gente y se paró frente a todos para desearles buenas cosechas, grandes ganancias, inmensas alegrías y prontas recuperaciones, era un líder nato que había aprendido a prisa para convertirse en el Rey que la gente de Arya necesitaba tras la muerte de su padre. El pueblo le tenía cariño, muchos crecieron con él, había niños que no conocían otro Rey que él, dejarlo ir para darle paso a una nueva generación sería doloroso y difícil para todos, quizás esa era la razón de que creyeran ciegamente en los rumores.

Quizás si el reino no confiaba en el príncipe, Kan se quedaría solo un poco más para protegerlos. Tenían razón, él haría lo que fuera por ellos, por ello preparó a Vegas para que fuera un Rey digno, podía ser impulsivo, inmaduro, descarado, pero en el fondo Vegas no era muy diferente a Kan, adoraba Arya y lo protegería con todo su ser si era necesario.

Lo único que le faltaba era una voz que le dijera cuando mantener la calma y detenerse a meditar antes de saltar al vacío. Alguien capaz de controlar a la bestia que corría libre, que pudiera crea un equilibro perfecto entre el caos y la paz.

Su discurso no estaba tan pulido como el de Kan, pero la gente parecía complacida, su voz era la adecuada, no parecía un soldado personificando a un príncipe, Pete había elegido el atuendo perfecto para hacerlo accesible y seguramente escribió la mitad de las cosas que Vegas estaba diciendo, pero en ese imperfecto discurso, yacía la armonía perfecta de dos personas completamente diferentes que llegaron a un acuerdo. Podía escuchar el lugar donde Vegas corrigió el discurso a su gusto y dónde Pete se negó a dejarlo editar el manuscrito.

Al terminar, la gente aplaudió solemne mientras los músicos comenzaban a tocar, los omegas casados o unidos a otros alfas se formaron en la primera fila que rodeaba la pista, esperanzados a ser elegidos como el último primer baile del Rey Kan. Recorrí el lugar con una ágil mirada, tratando de eliminar a aquellos con los que bailo en el pasado, fue una sorpresa cuando volví a mirar al frente y su mano estaba delante de mí, con esa sonrisa que compartíamos desde que éramos jóvenes.

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