Quemaduras

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Pete POV

La suave brisa del viento al amanecer solía tener un aroma refrescante, el toque de las gotas de rocío, el sacudir de las hojas de los árboles, la tierra húmeda, un conjunto de aromas maravillosos que envolvían mis sentidos para poder meditar sentado a su lado, sin que sus feromonas causaran una tormenta dentro de mí.

―Cuando dijiste que querías practicar pasar tiempo juntos, no me imaginé que te referirías a esto. ―el único problema era que mi bestia no tenía la paciencia para aprender a meditar en silencio.

― ¿Qué creíste que haríamos? ―murmuré sin abrir los ojos, debía acostumbrarme a sus constantes interrupciones al pensar en voz alta.

―Lo que hicimos la última vez, incluso pedí que prepararan un caballo para los dos. ―fruncí el ceño, abriendo los ojos para mirarlo incrédulo. ―Esta ropa no es cómoda para estar aquí sentado.

―No podemos ausentarnos del castillo todos los días, sigo siendo el consejero de tu padre y si me necesita debo estar cerca. ―expliqué como si fuera obvio que no volveríamos a repetir la experiencia, al menos no por un tiempo.

― ¿Cómo te acostumbraras a tocarme si no lo haces? ―levanté una ceja rompiendo la pose para meditar con un largo suspiro.

―Nunca dije que debía acostumbrarme a tocarte, ni siquiera puedo quitarme las guantes contigo todavía, mucho menos tocarte. ―advertí levantándome del piso sabiendo que no recuperaría la paz suficiente para regresar a mi meditación. ―Puedes ir a cambiarte si lo prefieres, de todas maneras, hemos terminado aquí y debemos reunirnos con todos para el desayuno en unos minutos.

― ¿Cuándo podremos hablar con mi padre sobre nosotros? ―me sacudí la ropa mientras él saltaba del suelo en un delicado movimiento para estar de pie, me encogí de hombros restándole importancia. Si Preecha lo sabía, dudaba que Kan no estuviera informado.

―Deberías elegir bien tus palabras antes de decidirte a hablar con él. ―aconsejé abriendo las puertas de la terraza para regresar dentro.

―Sé lo que quiero decirle. ―aseguró con pura seriedad, su necesidad de apresurar nuestros asuntos era ligeramente preocupante.

―Bien ¿qué le dirás? ―cuestioné caminando lentamente hasta el comedor donde los demás debían estar a esta hora, su cuerpo se detuvo frente a mí, deteniéndome el paso y se aclaró la garganta con esa confianza ciega que tenía en sí mismo.

―Le informaré que he encontrado a la persona con quién he de casarme, como él lo hizo con el abuelo cuando presentó a mi madre. ―una modesta sonrisa se escapó entre mis labios y antes de poder decir otra cosa, sentí sus manos colarse por mi cintura sin una sola pizca de vergüenza, mis manos cubiertas por los guantes cayeron sobre sus brazos por inercia y me apretó contra su pecho causando un trueno que debió escucharse hasta la misma Ágama. ―Causaremos un diluvio cuando te quites los guantes. ―exclamó con un toqué de diversión en su voz.

―Debes dejar de tomarme por sorpresa. ―advertí empujándolo suavemente para que mis pies volvieran a tocar el piso, pero su agarré se reafirmó y no hubo forma de salir de él. ―La gente del pueblo ya tiene rumores sobre nosotros, si sigues actuando de esta forma, los empleados del castillo tendrán más historias para contar.

―Pueden contarle a todo el mundo que nos han visto juntos, quiero que se sepa más allá de nuestras fronteras que me perteneces. ―exclamó descaradamente y negué como quién trata de reprender a un infante revoltoso.

―Creí que en el ejército les enseñaban modales. ―farfullé con seriedad, él se limitó a sonreír encogiendo la nariz como si meditara su respuesta. ―Bájame ahora mismo, no debemos hacer esperar a todo el mundo para comer.

Call me yoursDonde viven las historias. Descúbrelo ahora