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Pete POV

A nuestro regreso al castillo nos topamos con esa delicada calma que predice una tormenta, las noticias del reino de Kim eran mínimas, Kan había enviado el primer borrador de las negociaciones para modificaciones o su aprobación, al mensajero le prohibieron la entrada y un soldado recuperó los papeles para llevarlos al castillo sin permitir que el enviado al menos bajara del barco.

Preecha negó conocer al alfa de Ágama, sabía de varios casos parecidos, niños alfas y betas nacían en la ciudad de vez en cuando, por ello había escuelas especiales para ellos, pero no tenía información de un caso en particular, aun así, prometió investigarlo tan pronto volviera a casa.

Los avisos del ejército eran breves e infructuosos, la gente que vivía en la isla sabía tanto como nosotros, se decía que, desde la llegada del Rey, no se le había visto salir en absoluto, las puertas al palacio permanecían cerradas y los soldados salían por las viejas mazmorras. Los empleados que cuidaban las habitaciones y la cocina del castillo estaban atrapados adentro. Todo justificado con el duelo de la familia real.

Y aun con la falta de eventos descontrolados, podía sentir el miedo de la tierra, la angustia del viento y el desconcierto del agua, mientras esperaban el despertar del fuego. Había algo que no lográbamos ver y me volvía loco no poder descifrar el acertijo para ayuda al pueblo que jure proteger.

―Es la hora de cenar. ―levanté la mirada hasta el hombre en la puerta de la oficina privada, se había convertido en mi furtivo escondite lejos de todo, leía sin parar los libros polvosos por años de olvido y repasaba los acuerdos con Kim sin descanso, perdiéndome durante horas en las letras frente a mí, hasta que él venía a buscarme.

― ¿Los he hecho esperar de nuevo? ―murmuré apretando los ojos para acostumbrarme a la luz y poder verlo mejor entre las sombras del pasillo.

―No demasiado. ―musitó entrando por completo a la habitación, al mismo tiempo que me ponía de pie para regresar los libros a su lugar. ―Déjame ayudarte. ―añadió quitándome aquellos que sabía no alcanzaría a poner en los estantes más altos.

―Gracias. ―susurré estirando el cuello y los brazos, quitándome la dureza del cuerpo. No tardó mucho en llevar sus manos hasta mis hombros, acariciándolos cuidadosamente, sacándome un suspiró de satisfacción.

―Debes tomarte un descanso de lo que sea que estás haciendo. ―farfulló besando la parte trasera de mi cuello. ―Nadie se llevara los libros, tienes toda una vida para leerlo y Kim ni siquiera ha dado respuesta a las negociaciones.

―Necesito estar preparado para cuando lo haga.

―Podría preguntarte cualquier cosa del acuerdo y me dirías las líneas de memoria. ―sus manos bajaron mi espalda, masajeándola con movimientos que solo podía imaginar le habían enseñado en el campo. ―Ni siquiera he podido verte en estos días, vives en este lugar, duermes bajo llave y te niegas a mudarte a mis aposentos.

―Tu presencia me roba la atención, si permito que me lleves a vivir a tu habitación, no me dejaras salir de ahí en días. ―soltó un decepcionado suspiro y jadee cuando sus manos llegaron a la parte baja de mi espalda.

― ¿Te lastime? ―negué con la cabeza.

―He pasado mucho tiempo sentado. ―expliqué recargándome involuntariamente contra su pecho. ―Me gusta cuando haces eso. ―admití entrecerrando los ojos, disfrutando la firmeza de sus dedos en lugar exacto donde mi espalda parecía haber formado un nudo. ―Debemos ir a cenar pronto.

―Lo sé. ―susurró dejando un casto beso en el costado de mi cuello, me esforcé por recordar el conteo de días que tenía en alguna parte del escritorio, debía mantener en mente el tiempo que faltaba para su próximo rut y mi celo. ―Lo encontré. ―exclamó de pronto contra mi oído y sus dedos apretaron un lugar exacto en mi espalda que me sacó un jadeo más escandaloso que el anterior. ― ¿Se sintió bien?

Call me yoursDonde viven las historias. Descúbrelo ahora