Estoy aquí

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Vegas POV

En el ejercito los periodos de celo o Rut eran un lujo, no había posibilidades de quedarte a descansar por tres días seguidos o yacer en la cama junto a un compañero que apagara el fuego, por dentro sentías un ardor tan doloroso que llegaba a doblegar las rodillas de los hombres más fuertes y aun así debías cumplir con tus tareas del día. Pase varios años soportando la tortura por una pobre recompensa, apaciguando el fuego con mis manos o un beta que quería cumplir la fantasía con un soldado.

Pero nada se comparaba a la tortura de saberlo tan cerca, olerlo hasta sentirme embriagado, perder la cordura con solo imaginar sentir su piel y saborear sus labios, y no poder ir a su lado. Mi cuerpo había chocado una docena de veces contra la puerta desesperado por romper las barreras que me mantenían lejos de él, maldiciendo a los guardias que vigilaban mi lecho y jurando asesinarlos si lograba salir.

Jamás mate a un hombre inocente, pero maldita sea si lo haría por tener las piernas de Pete envueltas en mi cintura, haciéndolo llorar de placer. Me importaba un puto infierno si habría historias al amanecer sobre la bestia que era o como la sangre corría entre mis manos, iba a llegar a él.

Me dolía todo el cuerpo, me quemaba el interior, la cabeza me daba vueltas, estaba perdido en la locura, solo podía compararlo con el comportamiento de los animales con rabia que alguna vez vi en el campo, todo ardía y aun así seguía peleando contra algo que solo me hacía más daño que bien.

Gruñí observando la puerta al otro extremo de la habitación, iba a dislocarme el brazo si continuaba con esto, casi me daba por vencido, pero entonces como la droga más venenosa del mundo, la brisa trajo su aroma erizándome la piel, jadee saboreando el inicio de su celo y una sonrisa enfermiza se instaló en mis labios antes de regresar la mirada a la puerta, inhalé su aroma y corrí hasta estrellarme contra el maldito obstáculo que había entre nosotros.

La madera se quebró, una carcajada aterradora hizo eco en mi habitación y me alejé para hacerlo de nuevo, podía huirlos afuera, estaban asustados, llamaban a más guardias para detenerme, corrí con todas mis fuerzas y la puerta gruñó dejándome ver afuera, un jadeo de pánico se extendió entre los hombres con quienes un día compartí codo a codo en batalla, no me importo, un golpe más y sería libre.

Me alejé de la puerta en silencio, solté un largo suspiro y corrí con todas mis fuerzas, tan pronto mi cuerpo chocó contra la madera, ambos caímos al piso, fue un segundo, un instante en que ninguno de ellos podía creer que lo hubiera logrado y aproveché la sorpresa para tomar ventaja, jalé el tobillo del tipo más cercano y su cuerpo cayó lo suficientemente cerca para golpearlo contra el barandal.

La mayor parte del ataque estaba nublado en mi cabeza, solo podía pensar en Pete, Pete, Pete. No me importó lastimarlos, solo evitar que sangre manchara mis manos, no quería que él me viera así. Antes de darme cuenta estaba caminando entre pasillos obscuros, siguiendo su llamado.

Vegas viene a buscarme. ―cantaba para mí, como las sirenas que atrapan a los marinos, tan cerca. ―Mi bestia, mi pequeña bestia, baila conmigo y hagamos llover.

Mi hermoso Pete, mi amado Pete, tan inalcanzable y a la vez tan mío, canta solo para mí, llámame solo a mí. Di la vuelta en un largo pasillo, la ventana brindaba algo de luz nocturna y ahí, en mitad del camino, estaba mi encantadora criatura, la que aparecía en mis sueños desde hacía años, con sus ojos brillantes y labios pequeños, quemándose por dentro igual que yo.

―Pete. ―susurré yendo hasta él, finalmente podría proclamarlo mío.

―Vegas. ―musitó dándose la vuelta lentamente, nuestras miradas se encontraron, cada centímetro de su pequeño cuerpo llamaba al mío para unirnos en uno solo.

Call me yoursDonde viven las historias. Descúbrelo ahora