Presagio

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Preecha POV

Sus ojos nublados eran una pesadilla en vida, clavados a mi espalda recordándome una y otra vez la vida que no tuvimos, los pedazos rotos que quedaban y la irrevocable necesidad que nos mantenía presentes en la mente del otro.

Suchart Bunrot, el hombre que ame y odie por igual, y que ahora luchaba por olvidar, me seguía lentamente a la entrada del castillo de Brusal, un sitio que no había sido pisado por omegas de Ágama antes de Pete. Si alguien me hubiera dicho que ese niño de ojos inocentes uniría a dos naciones enfrentadas por décadas, me habría costado trabajo aceptarlo. Sabía que sería bueno para Arya, más allá de sus conocimientos tenía un corazón noble, no tenía maldad dentro de él, por eso lo elegí.

Era el equilibrio perfecto para la fiera que reinaría después de Kan. Muchos otros eruditos jóvenes habrían tenido las respuestas correctas, le habrían ayudado a escribir perfectos discursos e innegables tratados con otras naciones, pero Pete era más que un erudito. La gente confiaba en él, incluso los peores enemigos que Arya alguna vez tuvo.

―Preecha. ―Kim, la última vez que lo vi resplandecía en juventud, ahora parecía un anciano con grandes bolsas bajo los ojos y labios resecos. Incliné la cabeza en señal de respeto, este no era mi reino y yo no era Pete, podía ver el recelo en sus ojos.

―Majestad. ―murmuré sosegado, sus soldados abrieron las puertas y con pasos sincronizados la escolta de Arya avanzó dentro del palacio, crucé la entrada con la cabeza alto y la mirada serena, no podía dejar que el miedo me doblegara frente a ellos, la pregunta de, cómo Pete llevaba un mes aquí sin sentir ese irracional temor, bailo sobre mis pensamientos, hasta que un nudo apretó en mi vientre a mitad del pasillo.

Me detuve de golpe, perdiendo la imagen de calma que trataba de aparentar. Era un sentimiento descabellado, un presentimiento que se quedo flotando en el aire sin que nadie más pudiera percibirlo, los muros, tan altos como los árboles, amenazaban con caer sobre nosotros, las banderas rojas con el escudo del reino revoloteaban anunciando acontecimientos horribles y mientras todo seguía inmóvil, me giré sobre los talones para ver a Suchart cruzando las puertas al final de la escolta antes de que éstas fueran cerradas, dejándonos a todos atrapados adentro.

El corazón se me encogió en el pecho y recordé lo que era ser el consejero real, desde que pase el mando a Pete, los augurios dejaron de oscilar sobre mi cabeza, no había más suposiciones, ni pronósticos buenos o malos, Arya dejo de hablarme y comenzó a susurrar en el oído de Pete. La única diferencia era que este presagio no lo traía Arya, no era la tierra del reino, ni su brisa o su agua, era algo más profundo que creía haber roto hacía muchos años.

―Mi gente llevara tus baúles a la habitación y podrás subir a descansar en cuanto todo esté listo. ―la voz del joven Rey me sacó del transe y cuando volví a mirarlo me di cuenta que las banderas no se movían y los muros no estaban cayéndose. ―Mientras tanto, te mostraré el lugar donde Pete trabaja. ―tragué en seco y asentí.

Deseando en silencio que hubiera una forma de volver al barco para advertirle a Vegas que no permitiera que Pete volviera aquí, que lo llevara de vuelta a casa, lejos de todo lo que pasaría aquí.

― ¿Estás bien? ―el susurró a mi lado me erizó la piel, Suchart había apurado el paso y ahora caminaba a mi lado con Kim delante de nosotros subiendo los primeros escalones al segundo piso. ―Estás pálido, pediré que alisten tus aposentos y te dejen dormir antes de subir, si lo necesitas.

―No. ―me negué a míralo de nuevo, ocultando mis manos bajo la capa de invierno que colgaba sobre mis hombros. Por primera vez en muchos años, odie no traer los guantes apropiados para la ocasión. ―Estoy bien, sé hacer mi trabajo.

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⏰ Última actualización: Oct 02 ⏰

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