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El camino a casa nunca había parecido tan largo y sombrío para Sunoo. Cada paso que daba era un recordatorio del caos emocional en el que se encontraba. Las marcas en su cuerpo, el peso de la culpa, y la constante lucha interna lo hacían sentir como si estuviera atrapado en un bucle interminable de dolor y confusión. Sin embargo, todo eso iba a palidecer ante la noticia que lo esperaba en casa.

Al llegar, Sunoo notó de inmediato algo extraño. La puerta estaba entreabierta y el ambiente en la casa era inusualmente silencioso. Su corazón comenzó a latir más rápido, una sensación de inquietud instalándose en su pecho. Caminó lentamente hacia la sala, donde encontró a su hermana, Rose, sentada en el sofá. Estaba llorando desconsoladamente, su cuerpo temblando con cada sollozo.

—Rose... —Sunoo llamó a su hermana con voz temblorosa, sintiendo que algo terrible había sucedido.

Rose levantó la mirada hacia él, sus ojos hinchados y enrojecidos. Intentó hablar, pero las palabras no salieron, solo más lágrimas. En ese momento, Sunoo notó la presencia de su padre, una figura que raramente estaba en casa debido a su trabajo. Estaba de pie junto a la ventana, mirando hacia afuera con una expresión de dolor y derrota.

—Papá, ¿qué está pasando? —preguntó Sunoo, su voz quebrándose mientras el miedo se apoderaba de él.

Su padre se giró lentamente, sus ojos reflejando una tristeza profunda. Sunoo nunca lo había visto así antes. Había algo en su mirada que le hizo saber que la noticia iba a ser devastadora.

—Sunoo... —comenzó su padre con voz grave—. Tu madre... tuvo un accidente. No pudo... no pudo sobrevivir.

El mundo de Sunoo se detuvo en ese instante. Las palabras de su padre resonaron en su mente como un eco interminable. No pudo entender, no quiso entender. Se tambaleó hacia atrás, sintiendo que las piernas le fallaban.

—No... No puede ser... —murmuró, su voz apenas audible.

Rose se levantó y lo abrazó con fuerza, sus lágrimas mojando el hombro de Sunoo. Ambos se hundieron en el suelo, aferrándose el uno al otro mientras el dolor los abrumaba. La realidad de la pérdida se instalaba en sus corazones como un peso insoportable.

Los días siguientes fueron una bruma de dolor y confusión. El funeral se organizó rápidamente, y Sunoo se encontró rodeado de caras conocidas y desconocidas, todas compartiendo el mismo aire de tristeza y luto. No podía evitar sentirse perdido en medio de todo eso. Su madre, la figura siempre ausente pero fundamental en su vida, ya no estaba. El vacío que dejaba era indescriptible.

Durante el velorio, Sunoo se mantuvo al lado de Rose y su padre. Las palabras de consuelo de amigos y familiares llegaban a sus oídos, pero no lograban penetrar la barrera de dolor que lo envolvía. Se sentía como si estuviera flotando en una realidad paralela, incapaz de conectar con lo que estaba ocurriendo.

Cuando llegó el momento de despedirse de su madre, Sunoo se acercó al ataúd con pasos vacilantes. Las lágrimas corrían libremente por sus mejillas mientras miraba el rostro sereno de su madre por última vez. Las palabras se le atoraron en la garganta, y todo lo que pudo hacer fue susurrar una despedida silenciosa, esperando que de alguna manera ella pudiera escucharlo.

El entierro fue igual de doloroso. Cada palada de tierra que caía sobre el ataúd parecía un golpe directo a su corazón. Sunoo se aferró a la mano de Rose, ambos tratando de encontrar consuelo en la presencia del otro, aunque el dolor seguía siendo abrumador.

Esa noche, la casa estaba más silenciosa y vacía que nunca. Sunoo se encerró en su habitación, sintiendo el peso de la pérdida aplastándolo. Las imágenes de su madre se mezclaban con los recuerdos de su vida, y las lágrimas continuaban fluyendo sin control. Se sentía tan solo, tan perdido. La realidad de su situación, tanto en casa como en la escuela, lo asfixiaba.

El único escape que encontraba era en los encuentros con Heeseung, por más dolorosos y degradantes que fueran. Pero incluso eso parecía insignificante en comparación con la tragedia que ahora enfrentaba. Sunoo no sabía cómo seguir adelante, cómo encontrar la fuerza para enfrentar cada día sin su madre.

En la oscuridad de su habitación, Sunoo se dio cuenta de lo frágil y efímera que era la vida. Todo lo que alguna vez había considerado seguro y constante se desmoronaba a su alrededor. La desesperación lo envolvía, y no sabía si alguna vez podría salir de ese abismo de dolor y tristeza.

Los días siguientes pasaron en una mezcla de insensibilidad y dolor agudo. Rose trataba de mantenerse fuerte por él, pero también estaba devastada. Sunoo intentaba ayudarla, pero se sentía impotente. La pérdida de su madre había creado una grieta en su vida que parecía imposible de reparar.

A medida que pasaban los días, la realidad de su nueva vida comenzó a asentarse. La casa, una vez llena de la presencia de su madre, ahora estaba vacía y silenciosa. Sunoo y Rose se apoyaban mutuamente, tratando de encontrar una nueva normalidad en medio del dolor. Pero cada rincón de la casa les recordaba lo que habían perdido.

El regreso a la escuela fue igual de difícil. Sunoo se sentía como un extraño en su propia vida, desconectado de todo y de todos. Las miradas de sus compañeros, la ausencia de sus amigos, y la constante sombra de Heeseung lo hacían sentir aún más solo. La desesperación y el dolor se convertían en una constante, una carga que llevaba consigo a cada paso.

En su mente, los recuerdos de su madre y los encuentros con Heeseung se entrelazaban, creando una maraña de emociones y pensamientos que lo consumían. Sunoo no sabía cómo seguir adelante, cómo encontrar la fuerza para enfrentar cada día. Todo lo que quería era escapar del dolor, encontrar algún alivio en medio de la oscuridad.

Pero sabía que no podía escapar de su realidad. Tenía que seguir adelante, por su madre, por Rose, y por él mismo. Aunque el camino parecía imposible de recorrer, Sunoo estaba determinado a encontrar una forma de sanar, de vivir con el dolor y la pérdida, y de encontrar un nuevo sentido a su vida en medio de la oscuridad.

Echoes | HeesunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora