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El día siguiente llegó con una tormenta, tanto literal como figurativa, que envolvía a Sunoo en una sensación de desesperación. El cielo gris y la lluvia constante parecían reflejar el tumulto interno que él experimentaba. Cada paso que daba hacia la escuela era pesado, su mente dividida entre el dolor de su pérdida y la toxicidad de su relación con Heeseung.

En la escuela, Sunoo intentaba mantenerse invisible. Sin embargo, su cuerpo automáticamente lo llevaba hacia el aula abandonada, su refugio de dolor y placer mezclado. Heeseung lo esperaba allí, su figura imponente recortada contra la luz tenue que entraba por las ventanas sucias.

—¿Llegas tarde? —comentó Heeseung con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos.

Sunoo tragó saliva, intentando calmar el nudo en su garganta. Sabía que cualquier respuesta podría ser utilizada en su contra. Simplemente asintió, manteniendo la mirada baja.

Heeseung se acercó lentamente, su presencia dominando la pequeña habitación. Colocó una mano firme en la nuca de Sunoo, obligándolo a levantar la mirada.

—¿Aún piensas en tu madre? —preguntó, su tono casi burlón.

Las lágrimas comenzaron a acumularse en los ojos de Sunoo. Asintió, incapaz de hablar.

—Deberías estar agradecido de tenerme, entonces —continuó Heeseung, su voz goteando veneno—. Soy todo lo que tienes ahora.

Sunoo cerró los ojos, sintiendo las lágrimas rodar por sus mejillas. Heeseung aprovechó ese momento de vulnerabilidad para inclinarse y besarle las lágrimas, sus labios moviéndose lentamente por la piel húmeda. Sunoo sintió una mezcla de repulsión y deseo que lo dejó sin aliento.

El beso se volvió más profundo, más intenso, y Sunoo se encontró respondiendo, sus manos aferrándose a Heeseung con desesperación. Quería odiarlo, pero en ese momento, lo necesitaba más que nunca. La manipulación de Heeseung era tan hábil que Sunoo se encontraba anhelando cada toque, cada palabra cruel disfrazada de consuelo.

Heeseung empujó a Sunoo contra la pared, sus cuerpos pegándose con una urgencia animal. Las manos de Heeseung recorrieron el cuerpo de Sunoo con una familiaridad que lo hizo temblar. El placer se mezclaba con el dolor, creando una espiral de emociones que Sunoo no podía controlar.

—Eres mío, Sunoo. Nunca lo olvides —susurró Heeseung contra sus labios, antes de reclamar su boca una vez más.

Sunoo se rindió completamente, su cuerpo cediendo a la dominación de Heeseung. Sentía como si estuviera flotando en un mar de desesperación y deseo, perdido sin esperanza de ser encontrado. Cada toque de Heeseung, cada susurro, lo hundía más profundamente en la oscuridad.

Cuando finalmente terminaron, Sunoo se quedó jadeando, su cuerpo temblando por la intensidad del encuentro. Heeseung se apartó, su mirada satisfecha pero fría.

—Me decepcionaría si empezaras a necesitar más que esto —dijo Heeseung, arreglándose la ropa—. Recuerda, Sunoo, yo soy lo único constante en tu vida.

Sunoo asintió, aún recuperándose. Sabía que Heeseung tenía razón, y esa verdad era la que más le dolía. Estaba atrapado en una relación que lo destruía lentamente, pero no podía imaginar su vida sin Heeseung. La dependencia y la sumisión eran su única realidad ahora.

Mientras Heeseung salía del aula, Sunoo se deslizó hasta el suelo, abrazándose a sí mismo. Las lágrimas fluían libremente, mezclándose con la lluvia que golpeaba las ventanas. Sabía que necesitaba salir de este ciclo, pero no veía una salida. Estaba completamente bajo el control de Heeseung, y la oscuridad que eso traía era tanto un consuelo como una maldición.

El camino de regreso a casa fue una repetición del tormento interno de Sunoo. La tormenta continuaba, reflejando la guerra en su corazón. Cada paso hacia su casa era un recordatorio de su soledad, de la pérdida de su madre, y de la manipulación constante a la que estaba sometido.

Al llegar a casa, encontró a Rose sentada en el sofá, sus ojos hinchados por el llanto. No intercambiaron palabras; el dolor compartido era evidente en el silencio entre ellos. Sunoo se derrumbó a su lado, apoyando la cabeza en su hombro, buscando consuelo en la única familia que le quedaba.

Esa noche, mientras la tormenta rugía afuera, Sunoo juró encontrar una manera de escapar del control de Heeseung. Pero por ahora, solo podía soportar, esperando un rayo de esperanza en la oscuridad que lo rodeaba.

Echoes | HeesunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora