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El día siguiente fue un reto emocional para Sunoo desde el momento en que abrió los ojos. Se sentía abrumado por la confusión y la angustia, tratando de evitar lo inevitable: cruzarse con Heeseung. Sabía que el mayor podía oler su debilidad a kilómetros de distancia, y no quería darle otra oportunidad para explotarla.

Durante todo el día, Sunoo intentó mantenerse apartado, evitando los lugares donde sabía que Heeseung podría estar. En cada clase, su mente vagaba entre los recuerdos recientes de su sumisión y las miradas intensas de Heeseung. Cada pensamiento lo debilitaba aún más, haciéndolo sentir pequeño e indefenso.

Para la última clase del día, Sunoo estaba al borde del colapso emocional. Las palabras de sus profesores apenas penetraban la niebla de su mente, y sentía que su cuerpo estaba operando en piloto automático. Intentaba concentrarse, pero el miedo y el deseo mezclados en su interior lo mantenían distraído.

Justo cuando pensaba que podría sobrevivir el día sin incidentes, una sombra familiar se cernió sobre él. Heeseung, con su habitual arrogancia, se inclinó sobre Sunoo y murmuró en su oído.

—Vamos, Sunoo. Salgamos de aquí.

Sunoo apenas tuvo tiempo de procesar las palabras antes de sentir la mano firme de Heeseung agarrando su brazo y llevándolo fuera del aula. Sabía que oponer resistencia sería inútil, y en el fondo, parte de él no quería resistirse. Así que se dejó llevar, su corazón latiendo con fuerza mientras se dirigían al aula abandonada donde tantas veces habían compartido encuentros cargados de dolor y placer.

Heeseung cerró la puerta detrás de ellos, creando una burbuja de intimidad y tensión. Sin perder tiempo, lo empujó contra una de las mesas desvencijadas, sus ojos ardiendo con una mezcla de lujuria y control.

—Hee, yo... —intentó protestar Sunoo, pero su voz se ahogó en su garganta.

—Cállate —ordenó Heeseung, su tono firme pero con una chispa de deseo—. Sabes que te gusta esto.

Sunoo cerró los ojos, intentando reunir la fuerza para resistirse, pero el toque de Heeseung en su piel encendió una chispa que lo hizo estremecerse. Con una mezcla de desesperación y rendición, se dejó llevar por la oleada de emociones que le invadían.

Heeseung fue meticuloso y dominante, su control absoluto sobre el cuerpo de Sunoo. Cada caricia, cada beso, cada toque estaba cargado de intención, y Sunoo se encontró respondiendo con una pasión que no podía negar. Sus cuerpos se movían juntos en una danza conocida, donde el dolor y el placer se entrelazaban de manera inseparable.

A pesar de su estado emocional, Sunoo no pudo evitar disfrutar de cada momento. Su mente se desconectó, dejando que su cuerpo tomara el control. Cada gemido, cada suspiro era una mezcla de sufrimiento y deleite. Se aferró a Heeseung, sus dedos clavándose en su espalda mientras sus labios se encontraban una y otra vez en besos hambrientos.

El clímax llegó con una intensidad que dejó a Sunoo temblando, su respiración entrecortada mientras sentía el calor del cuerpo de Heeseung sobre el suyo. En esos momentos, todos sus miedos y dudas se desvanecían, reemplazados por una sensación de pertenencia y satisfacción que sólo Heeseung podía proporcionarle.

Cuando todo terminó, Heeseung se separó de él, una sonrisa de satisfacción en sus labios. Sunoo, aún jadeando, trató de recuperar la compostura. Se sentía vacío y lleno al mismo tiempo, su mente atrapada en una maraña de emociones contradictorias.

—Eres tan predecible, Sunoo —murmuró Heeseung, acariciando su mejilla con un gesto casi tierno—. Siempre vuelves a mí, no importa cuánto intentes resistirte.

Sunoo no respondió. Sabía que Heeseung tenía razón, pero admitirlo en voz alta era demasiado doloroso. En lugar de eso, se levantó lentamente, recogiendo sus ropas y vistiéndose en silencio. La mirada de Heeseung lo seguía, evaluando cada movimiento, disfrutando de su control sobre él.

Mientras salía del aula abandonada, Sunoo sabía que estaba atrapado en un ciclo del que no podía escapar. Pero también sabía que cada día que pasaba, la chispa de resistencia en su interior crecía un poco más. Algún día, encontraría la fuerza para romper las cadenas que lo mantenían atado a Heeseung. Pero por ahora, debía sobrevivir otro día en la oscuridad, esperando el momento en que finalmente pudiera liberarse.

Para Sunoo, cada encuentro con Heeseung era un recordatorio de su lucha interna. Y aunque el camino hacia la libertad era incierto y doloroso, no podía dejar de aferrarse a la esperanza de un futuro en el que pudiera ser dueño de su propia vida.

Echoes | HeesunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora