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Heeseung caminaba por los pasillos del colegio con su habitual aire de confianza. Había pasado varios días desde la última vez que había visto a Sunoo, y aunque había notado su ausencia, lo había atribuido a alguna enfermedad o problema menor. Estaba acostumbrado a que Sunoo desapareciera de vez en cuando, solo para regresar y someterse a su control.

En el almuerzo, Heeseung se reunió con Jaemin, Jaehyun y Jungkook, sus inseparables amigos. Estaban hablando y riendo como de costumbre, hasta que Jaemin soltó una bomba que hizo que todos se quedaran en silencio.

—¿Escucharon lo de Sunoo? —preguntó Jaemin, con una expresión mezcla de curiosidad y diversión.

Heeseung levantó una ceja, tomando un sorbo de su bebida.

—¿Qué pasó con él? —preguntó, intentando sonar indiferente.

Jaehyun se inclinó hacia adelante, disfrutando de la atención.

—Se intentó suicidar. Al parecer, lo encontraron a tiempo y lo llevaron al hospital. Está en casa ahora, pero dicen que estuvo bastante mal.

El comentario cayó como una losa sobre Heeseung. Su primer instinto fue reírse, un mecanismo de defensa contra la incomodidad que empezaba a sentir.

—Vaya, ni siquiera eso lo hace bien —dijo con una sonrisa forzada, esperando que sus amigos se rieran.

Jaemin, Jaehyun y Jungkook se echaron a reír, pero algo en el tono de Heeseung no encajaba del todo. Mientras sus amigos seguían haciendo bromas crueles sobre el intento de Sunoo, Heeseung se quedó callado, sintiendo una punzada de algo que no podía identificar del todo.

¿Culpa? ¿Remordimiento? No, no podía ser eso. Se convenció a sí mismo de que Sunoo siempre había sido débil, que su intento de suicidio no era su responsabilidad. Pero la sombra de la duda persistía en su mente.

—Vamos, chicos, dejemos de hablar de Sunoo. Es un perdedor de todas formas —dijo finalmente, levantándose de la mesa—. Tengo cosas que hacer.

Sus amigos lo miraron sorprendidos, pero no dijeron nada mientras Heeseung se alejaba. Sentía una incomodidad creciente en su pecho, una sensación que no podía sacudirse.

Caminó sin rumbo por los pasillos, los murmullos y las risas de los estudiantes a su alrededor se desvanecían en un zumbido distante. Llegó al baño y se miró en el espejo, buscando alguna señal de por qué se sentía así. Su reflejo le devolvió la mirada, pero no encontró respuestas.

—No es mi culpa —se dijo en voz baja, apretando los puños—. Él siempre fue débil.

Pero las palabras sonaban vacías incluso para él. Recordó todos los momentos en que había manipulado, humillado y usado a Sunoo. Sabía que había cruzado líneas, pero nunca había considerado las consecuencias reales de sus acciones.

Con un suspiro frustrado, salió del baño y se dirigió a su casa. Necesitaba escapar de la escuela, de sus amigos, de todo lo que le recordara a Sunoo. La idea de cargar con la muerte de alguien, incluso indirectamente, era algo que no podía soportar.

Al llegar a su habitación, se dejó caer en la cama, mirando el techo. Intentó ignorar los pensamientos que lo acosaban, pero era imposible. La imagen de Sunoo, siempre tan sumiso y necesitado, aparecía una y otra vez en su mente.

Esa noche, Heeseung no pudo dormir. Daba vueltas en la cama, cada pensamiento llevándolo de vuelta a Sunoo. Finalmente, se levantó y se dirigió a su escritorio, sacando una hoja de papel y un bolígrafo.

No sabía exactamente qué estaba haciendo, pero empezó a escribir. No era una carta de disculpa, no exactamente, pero era lo más cercano que podía hacer en ese momento. Escribió sobre sus sentimientos, sobre la culpa que sentía y sobre cómo había tratado a Sunoo. No esperaba que Sunoo lo leyera alguna vez, pero necesitaba sacar esos pensamientos de su mente.

Cuando terminó, dobló la carta y la guardó en un cajón. No se sintió mejor, pero al menos había enfrentado una parte de sí mismo que había estado ignorando durante mucho tiempo.

A la mañana siguiente, Heeseung se levantó temprano. Sabía que tenía que cambiar algo, pero no estaba seguro de qué. Mientras se preparaba para la escuela, decidió que debía hablar con Sunoo. No sabía qué diría, pero necesitaba hacer algo para aliviar el peso en su conciencia.

El día en la escuela pasó en una especie de neblina para Heeseung. Evitó a sus amigos y se centró en la búsqueda de Sunoo. Quería verlo, asegurarse de que estaba bien, aunque no tenía idea de cómo acercarse a él después de todo lo que había pasado.

Finalmente, al final del día, lo vio. Sunoo estaba solo, caminando lentamente hacia la salida. Heeseung lo siguió, su corazón latiendo con fuerza en su pecho. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, se aclaró la garganta.

—Sunoo —llamó, su voz sonando extrañamente insegura.

Sunoo se detuvo, girando lentamente para mirar a Heeseung. Sus ojos estaban llenos de dolor y cansancio, y Heeseung sintió un nudo en el estómago al verlo.

—¿Qué quieres, Heeseung? —preguntó Sunoo, su voz apagada.

Heeseung no sabía cómo responder. Todo lo que había planeado decir se desvaneció de su mente, dejando solo el crudo sentimiento de culpa.

—Yo... solo quería asegurarme de que estás bien —dijo finalmente, sintiendo lo vacías que sonaban sus palabras.

Sunoo lo miró durante un largo momento antes de suspirar y sacudir la cabeza.

—No, no estoy bien. Pero no creo que eso te importe, ¿verdad?

Las palabras de Sunoo eran un golpe directo al corazón de Heeseung. Se dio cuenta de que no podía arreglar lo que había hecho con unas pocas palabras, y eso lo dejó sintiéndose más impotente que nunca.

—Lo siento, Sunoo —dijo en voz baja, bajando la mirada—. No sé qué más decir.

Sunoo no respondió de inmediato. Finalmente, dio un paso adelante, mirándolo a los ojos con una mezcla de dolor y desafío.

—A veces, las palabras no son suficientes, Heeseung. A veces, simplemente tienes que dejarme en paz.

Y con eso, Sunoo se dio la vuelta y se alejó, dejando a Heeseung solo, enfrentándose a la realidad de sus acciones y a la profundidad de la herida que había causado.

Echoes | HeesunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora