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El día siguiente amaneció con un cielo gris y opresivo, reflejando el estado de ánimo de Sunoo. Las horas se arrastraron, cada minuto una agonía. La escuela, que antes había sido un refugio imperfecto, ahora era una prisión de recuerdos dolorosos y miradas llenas de lástima. Sunoo evitaba a todos, especialmente a aquellos que alguna vez fueron sus amigos.

Heeseung, sin embargo, estaba más atento que nunca. Había escuchado rumores de lo sucedido con la madre de Sunoo, y en vez de sentir empatía, sintió una retorcida satisfacción. Sabía que ahora Sunoo estaba aún más vulnerable, más fácil de manipular. Esta era su oportunidad para afianzar su control.

Durante el receso, Heeseung encontró a Sunoo en el pasillo, caminando con la cabeza baja y los hombros caídos. Sin perder tiempo, se acercó a él, bloqueando su camino una vez más.

—Sunoo, ven conmigo —ordenó, su tono no admitiendo objeción.

Sunoo levantó la mirada, sus ojos reflejando un dolor profundo. Pero no tuvo fuerzas para resistirse. Heeseung lo llevó nuevamente al aula abandonada, cerrando la puerta tras ellos. El ambiente se cargó de inmediato con una tensión palpable.

—Heeseung, no sé si puedo... —empezó Sunoo, su voz quebrada.

—No me importa lo que pienses que puedes o no puedes hacer —lo interrumpió Heeseung, acercándose a él—. Tú necesitas esto. Necesitas a alguien que te controle, que te haga sentir algo en medio de todo ese dolor.

Sunoo sintió las lágrimas amenazar con salir nuevamente, pero las palabras de Heeseung, por crueles que fueran, tenían un perverso sentido de lógica. Su cuerpo, su mente, anhelaban cualquier cosa que pudiera distraerlo del abismo de tristeza en el que se encontraba.

Heeseung lo empujó contra la pared, su proximidad abrumadora. Sus manos encontraron el cuerpo de Sunoo con una familiaridad que lo hizo estremecer. Sunoo cerró los ojos, tratando de bloquear todo excepto el momento presente. Pero entonces, Heeseung susurró algo que hizo que sus ojos se abrieran de golpe.

—Escuché sobre tu madre —dijo Heeseung, su tono casi casual—. Debe ser duro, ¿no? Pero piensa en esto, Sunoo. Ahora no tienes a nadie más. Solo me tienes a mí.

La crueldad de esas palabras perforó el corazón de Sunoo. La realidad de su soledad se hizo aún más evidente. Heeseung estaba usando su dolor como una herramienta de manipulación, y lo peor de todo, Sunoo se daba cuenta pero no podía hacer nada al respecto. Estaba atrapado, tanto por su necesidad como por su desesperación.

—Heeseung, por favor... —suplicó Sunoo, su voz apenas un susurro.

Heeseung lo besó de manera feroz, silenciando cualquier protesta. Sus manos se movieron con urgencia, tocando y explorando, reclamando el cuerpo de Sunoo como suyo. Sunoo, en su estado de vulnerabilidad extrema, se aferró a Heeseung, buscando consuelo en la única forma que le quedaba. Las lágrimas se mezclaron con el acto, cada toque una mezcla de placer y dolor.

El encuentro fue rápido, lleno de una desesperación que dejaba a ambos insatisfechos pero conectados en una danza oscura. Cuando finalmente terminaron, Heeseung se apartó, mirando a Sunoo con una mezcla de satisfacción y superioridad.

—Recuerda, Sunoo. Solo me tienes a mí —dijo antes de salir del aula, dejándolo solo.

Sunoo se quedó allí, apoyado contra la pared, su cuerpo temblando por el dolor y la humillación. Sabía que estaba atrapado en un ciclo destructivo, pero no veía una salida. Cada día con Heeseung era una batalla entre su deseo de sentirse querido y su odio por la manipulación a la que estaba sometido.

El camino de regreso a casa fue una repetición del día anterior, pero esta vez con una carga adicional de humillación. Al llegar, encontró a Rose esperándolo, sus ojos aún hinchados por el llanto. La realidad de su situación en casa y en la escuela lo golpeó con fuerza, dejándolo sin aliento.

Esa noche, mientras intentaba encontrar consuelo en la oscuridad de su habitación, Sunoo se dio cuenta de que algo tenía que cambiar. No podía seguir permitiendo que Heeseung lo manipulara, que usara su dolor contra él. Pero sabía que enfrentarlo requeriría una fuerza que aún no estaba seguro de tener. Con lágrimas silenciosas, prometió encontrar una forma de recuperar el control sobre su vida, de salir del abismo en el que se encontraba.

Pero, por ahora, solo podía soportar, esperando el día en que la luz comenzara a romper la oscuridad.

Echoes | HeesunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora