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El día amaneció cargado de una tensión palpable que envolvía a Sunoo como una capa oscura. Desde el momento en que abrió los ojos, sintió el peso de la culpa y la desesperación hundiéndose más profundo en su pecho. Las cicatrices físicas de las agresiones pasadas aún le dolían, pero eran las heridas emocionales las que más le pesaban.

En la escuela, evitó las miradas y los comentarios susurrados que seguían sus pasos. Cada rincón parecía esconder juicios silenciosos y recuerdos dolorosos. Sunoo caminaba con la cabeza gacha, tratando de mantenerse invisible mientras el peso de la soledad lo aplastaba.

Durante el almuerzo, se encontró con Yujin en el patio trasero de la escuela. El encuentro fue breve y lleno de silencios incómodos. Yujin parecía querer decir algo, pero Sunoo no estaba dispuesto a escuchar.

—Lo siento por todo, Sunoo —murmuró Yujin, su voz apenas audible.

Sunoo cerró los puños con fuerza, sintiendo el calor de la rabia y la frustración burbujeando bajo su piel. El recuerdo de cómo había terminado casi muerto por proteger a Yujin, solo para perder a sus amigos y recibir más golpes de los matones de Heeseung, le hacía hervir la sangre.

—No quiero escuchar tus disculpas, Yujin —respondió Sunoo con voz temblorosa—. No sabes lo que hiciste.

Yujin bajó la mirada, incapaz de enfrentar la furia en los ojos de Sunoo. Sabía que había cometido un error al involucrar a Sunoo en sus problemas, pero no sabía cómo reparar el daño que había causado.

Después de ese breve intercambio, Sunoo se alejó rápidamente, dejando a Yujin solo con sus pensamientos y su propia carga de culpa. El resentimiento hacia Yujin seguía ardiendo en el pecho de Sunoo, alimentado por la sensación de traición y pérdida que lo perseguía día tras día.

Por la tarde, en una aula abandonada detrás de la biblioteca, Sunoo se encontró una vez más con Heeseung. El encuentro fue diferente esta vez, cargado de una energía tensa y oscura. Sunoo lo miró con ojos llenos de dolor y rabia contenida, pero Heeseung solo sonrió con arrogancia.

—¿Qué te pasa, Sunoo? —preguntó Heeseung, su voz suave como terciopelo oscuro.

Sunoo apretó los dientes, luchando contra las emociones que lo abrumaban. Sentía que el mundo entero se derrumbaba a su alrededor, y Heeseung era la única constante en esa espiral descendente. La mezcla de odio y deseo que sentía hacia él era una carga que Sunoo no sabía cómo manejar.

—Eres un maldito manipulador —masculló Sunoo finalmente, sus palabras cargadas de amargura.

Heeseung se acercó a él con pasos lentos y deliberados, su mirada intensa clavada en la de Sunoo. El ambiente estaba cargado de una tensión que podría cortarse con un cuchillo, y Sunoo se sentía atrapado en la telaraña de seducción y dominio que Heeseung tejía a su alrededor.

—¿Manipulador? —repitió Heeseung con una risa suave—. Solo te estoy mostrando lo que realmente eres, Sunoo. Alguien que necesita desesperadamente un sentido de control en este mundo despiadado.

Sunoo sintió el coraje hirviendo en sus venas. Quería gritar, quería golpear a Heeseung hasta hacerlo sangrar, pero en lugar de eso, se quedó paralizado por la mezcla de emociones encontradas que lo embargaban.

—No vuelvas a tocarme —siseó Sunoo, su voz temblando de ira y desesperación.

Heeseung se detuvo justo frente a él, tan cerca que podía sentir su aliento en la piel. El rostro de Sunoo estaba rojo de furia y vergüenza, pero Heeseung solo sonrió con suficiencia.

—Vamos, Sunoo —susurró Heeseung, su tono burlón y seductor—. Sabes que no puedes resistirme.

Y antes de que Sunoo pudiera reaccionar, Heeseung lo besó con brutalidad, arrancándole un gemido ahogado de dolor y deseo. El beso fue como un puñetazo, cargado de una intensidad que dejó a Sunoo sin aliento y aún más confundido.

La reacción de Sunoo fue casi instantánea. Como un impulso incontrolable, se lanzó hacia Heeseung, devolviendo el beso con desesperación y abrazándolo del cuello. Sentía una necesidad visceral de aferrarse a la única constante en su vida, por más cruel y retorcida que fuera esa relación.

Heeseung respondió a la desesperación de Sunoo con una pasión aún más intensa. Sus manos recorrieron el cuerpo del chico con una familiaridad peligrosa, apretando y explorando cada centímetro de piel con una mezcla de posesión y lujuria. Los gemidos de Sunoo se ahogaban en los besos profundos y urgentes de Heeseung, creando un caos de sensaciones que lo hacía olvidar por un momento todo su dolor y confusión.

El aula abandonada se llenó de susurros y jadeos, el sonido de su encuentro resonando en las paredes vacías. Sunoo sentía que cada toque de Heeseung era como una descarga eléctrica, enviando olas de placer y sufrimiento a través de su cuerpo. La dualidad de sus emociones lo abrumaba, pero no podía detenerse. No quería detenerse.

Heeseung lo empujó contra una de las mesas del aula, inclinándose sobre él con una mirada oscura y hambrienta. Sunoo se aferró a él con más fuerza, sus dedos clavándose en la espalda de Heeseung mientras su respiración se aceleraba. El deseo era un fuego que quemaba desde dentro, y Sunoo se dejó consumir por completo.

—Eres mío, Sunoo —murmuró Heeseung, su voz grave y cargada de intención.

Sunoo apenas podía responder, su mente nublada por la intensidad del momento. Sabía que estas palabras solo reforzaban la prisión emocional en la que estaba atrapado, pero en ese instante, no le importaba. Necesitaba a Heeseung, necesitaba sentir que alguien, aunque fuera de una manera tan retorcida, lo deseaba y lo reclamaba.

Cuando finalmente se separaron, ambos estaban sudorosos y agitados, sus cuerpos temblando por el esfuerzo. Heeseung se alejó con una sonrisa satisfecha, dejando a Sunoo jadeante y con el corazón latiendo con fuerza en el pecho.

—Nos vemos luego, Sunoo —dijo Heeseung, lanzándole una última mirada antes de salir del aula.

Sunoo se quedó allí, tratando de recuperar la compostura. El peso de sus decisiones y emociones lo aplastaba, dejándolo con una sensación de vacío y desesperación aún mayor que antes. Sabía que este ciclo de dolor y deseo no podía durar para siempre, pero no veía una salida clara.

Mientras se vestía lentamente, los pensamientos oscuros y las dudas lo abrumaban. ¿Cuánto más podía soportar antes de romperse por completo? ¿Cuánto tiempo seguiría aferrándose a una relación que solo le traía más sufrimiento?

La respuesta no estaba clara, pero una cosa era segura: el camino que tenía por delante estaba lleno de sombras y desesperación, y Sunoo no sabía si tenía la fuerza para enfrentarlo solo.

Echoes | HeesunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora