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El día comenzó como cualquier otro para Sunoo, pero en el fondo de su mente sabía que algo no estaba bien. Esa sensación de peligro inminente lo acompañaba mientras caminaba solo hacia el instituto. Sin la compañía de Chanhee o Jungwon, se sentía más vulnerable que nunca. El destino, sin embargo, tenía algo preparado para él, algo que superaría sus peores temores.

Al llegar a la escuela, su corazón se hundió al ver a Heeseung esperando en la entrada. Sunoo intentó ignorarlo y pasar de largo, pero Heeseung rápidamente lo interceptó y lo arrastró hacia un salón vacío. A pesar de sus intentos de defenderse, Sunoo no tenía la fuerza para igualar la de Heeseung.

—Suéltame, Heeseung —pidió Sunoo con voz temblorosa, sabiendo que sus palabras caerían en oídos sordos.

Heeseung lo empujó contra una de las paredes del salón, sujetándolo con fuerza por los hombros. La mirada de Heeseung era oscura y llena de determinación. Sunoo intentó liberarse, pero la fuerza del otro chico era abrumadora. Con un movimiento rápido, Heeseung comenzó a besar y morder su cuello, dejando marcas rojas y moradas en su piel.

—¿Te gusta esto, Sunoo? —susurró Heeseung al oído del menor, su voz cargada de burla y desprecio.

Sunoo cerró los ojos, tratando de bloquear lo que estaba sucediendo, pero su cuerpo traicionero respondía a cada toque de Heeseung. Los chupetones en su cuello y hombros eran dolorosos, pero también despertaban sensaciones contradictorias en su interior. Heeseung lo sabía, y eso solo alimentaba su crueldad.

—Vamos, admítelo —dijo Heeseung mientras sus manos se movían por el cuerpo de Sunoo, explorando cada rincón con posesividad—. Disfrutas esto.

Sunoo quería gritar, quería pelear, pero su cuerpo no le respondía como debía. Heeseung lo manipuló hasta que ambos estuvieron en el suelo del aula. Con una eficiencia aterradora, le quitó los pantalones y la ropa interior, exponiéndolo completamente. Sunoo intentó resistirse, pero su mente estaba nublada por el miedo y la confusión.

Heeseung se posicionó detrás de Sunoo, sujetándolo con fuerza por las caderas. Sin previo aviso, lo penetró bruscamente, arrancando un grito ahogado de Sunoo. El dolor inicial fue desgarrador, pero poco a poco, una sensación extraña comenzó a mezclarse con el sufrimiento. La mente de Sunoo luchaba por comprender cómo podía sentir placer en una situación tan horrible.

—Te gusta, ¿verdad? —repetía Heeseung mientras aumentaba el ritmo de sus embestidas, su voz ahora llena de satisfacción perversa.

Sunoo no podía responder. Las lágrimas corrían por su rostro mientras su cuerpo reaccionaba involuntariamente a cada movimiento de Heeseung. La humillación era insoportable, y la peor parte era que no podía evitar sentir placer. Cuando Heeseung finalmente terminó, lo hizo de manera brutal, derramando su semilla sobre la espalda y el rostro de Sunoo.

—Mira lo que eres —dijo Heeseung, su voz cargada de desdén mientras se levantaba y se arreglaba la ropa—. Una pequeña zorra que disfruta de ser tratada así.

Sunoo permaneció en el suelo, temblando y humillado, incapaz de moverse o de mirar a Heeseung a los ojos. Las marcas en su cuerpo eran testigos silenciosos de la crueldad de Heeseung. Cuando este salió del salón, Sunoo se quedó allí, sintiéndose roto y avergonzado.

Finalmente, con mucho esfuerzo, Sunoo se levantó y trató de limpiarse lo mejor que pudo. Su rostro estaba manchado, y la vergüenza lo envolvía como una manta. Sabía que debía regresar a casa, pero no estaba seguro de cómo enfrentaría a Rose o a sus amigos después de esto. Caminó lentamente hacia la salida, con el cuerpo dolorido y la mente hecha un caos.

Al entrar a su hogar, Sunoo se encontró con Rose, quien lo recibió con una sonrisa cálida.

—Hola, Nunu. ¿Cómo te fue hoy? —preguntó ella, con una ternura que solo hizo que Sunoo quisiera llorar.

—Bien, Roo —murmuró Sunoo, evitando mirarla a los ojos mientras trataba de mantener su voz firme.

Rose lo observó con preocupación, notando su postura encorvada y la tristeza en su mirada.

—¿Seguro que estás bien? Pareces cansado.

Sunoo asintió rápidamente, forzando una sonrisa.

—Sí, solo quiero descansar un poco.

Rose decidió no presionarlo más y lo dejó ir a su habitación. Sunoo se desplomó en su cama, abrazando su almohada mientras las lágrimas comenzaban a caer silenciosamente por su rostro. Deseaba con todas sus fuerzas que en algún momento Heeseung y los demás se cansaran de él, que lo dejaran en paz para siempre.

Echoes | HeesunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora