Veinticinco

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Ambos pequeños estaban en clase, de artes, la más aburrida e innecesaria de todas.

Se sentaban juntos, en el lado de la pared, Iván siempre apoyaba su espalda en el muro de aquella sala, y Rodrigo se recostaba en su regazo con las piernas estiradas.

Todos estaban en la suya, sin hacer mucho ruido, la profesora había puesto una película, ya que afuera estaba lloviendo y el clima estaba perfecto para esto.

— Ro, tengo hambre

Le dijo Iván después de un rato, su estómago era muy ruidoso

— Tengo galletas de agua

El pelinegro hizo una mueca de asco, no le gustaban, le parecían aburridas, Rodrigo rodó los ojos

Sacó una bolsa con un par de galletas de agua, y después sacó unas de chocolate, a Iván le brillaron los ojos

— ¡Esas quiero!

— Estás son mías, Ivo

Iván hizo un puchero, Rodrigo soltó una risita, luego le dió una galleta de chocolate

Volvieron a la posición de antes, muy cómodos, comiendo.

De pronto se acercó un compañero, pidiendo comida, Rodrigo le tiró el dedo del medio y le sacó la lengua, riendo.

No entendía porque todos pedían comida ¿Acaso sus mamás no les daban galletitas?

En fin, al terminar la película, Iván le dió su última galleta en forma de agradecimiento, y luego un pico ligero en sus labios

Rodrigo todavía tenía su anillo de estrella, en su dedo anular, lo cuidaba mucho, siendo este su accesorio favorito, de todo su uniforme aburrido

En el recreo, ambos pequeños no hacían mucho, a veces jugaban fútbol, a Rodrigo no le gustaba, se quedaba sentado, Iván ya le dedicó muchos goles, pero al ser dificil hacer su inicial con sus dedos, solo hacia un corazón y apuntaba a Rodrigo.

Era el recreo más largo, tenían sueño y frío, no querían jugar, se quedaron sentados en una banca donde miraban las gotas de lluvia caer

— Cada gotita que cae es un te amo.

Dijo Rodrigo, mientras miraba el suelo, y como las gotas caían delicadamente en este.

— Ah, yo pensé que era porque dios estaba meando.

Ambos rieron, aunque Rodrigo lo miró con mala cara, al no ser tan romántico

Luego se dieron un beso, corto, ya que no sabían besar tan bien, sus primeros y últimos besos los habían dado entre ellos.

— Ivo, ¿Algún día vamos a dejar de ser novios?

— No, porque estamos casados, para divorciarnos tendríamos que firmar muchos papeles, y a mí no me gusta escribir.

— Bueno, entonces me tienes que amar para toda la vida

Iván asintió, no era obligado, para nada, para él era un milagro del cielo estar con un ángel como Rodrigo.

Persiana Americana ! RodriVanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora