Veintinueve

251 32 21
                                    

2013

Bueno, pasaron tres considerables años y los pequeños crecieron bastante, teniendo ahora trece años.

La tecnología y el mundo cambio bastante, aunque si amor parecía el de películas antiguas, y sus casas también, ahora Iván tenía una computadora, en dónde veía videos con Rodrigo de vez en cuando.

Estaban mirando una película, la de las gemelas, siendo una de las favoritas del castaño, Iván solo lo miraba a él, aunque su rostro y cuerpo se lo sabía de memoria, era inevitable apreciar la belleza de su castaño.

Rodrigo se dió cuenta, y lo miró también, apoyándose de sus codos para sostenerse. Por fin era verano, estaban acostados en el suelo, aunque no hacía tanto calor.

— Me gustan tus ojos, son mis dos estrellas favoritas.

Le dijo Iván, el cual estaba empezando a ser más romántico al escribir algunos poemas, claro que todos se los dedicó a Rodrigo, el cual estaba inmensamente feliz

— Sos muy tierno

El pelinegro lo miró con una sonrisa, y era verdad que casi nunca sonreia por algo tierno. Siempre por amabilidad, vergüenza, o quizás en broma. Desvió la mirada y suspiró.

Luego Rodrigo se acercó un poco, por instinto, y lo besó, acariciando su cabello levemente, mientras se sentaba en el abdomen de Iván.

Se besaron por un rato con lentitud, las hormonas estaban peligrosas ahora que eran más grandes, pero sabían contenerse casi siempre.

Rodrigo bajó sus manos hasta los hombros de Iván, y luego a sus hombros, moviendo sus manos inquietas, levantando levemente las mangas de su remera manga corta, por el calor.

Iván suspiró, y decidió contenerse, poniendo su completa atención en los labios de Rodrigo, moviendolos suavemente, aunque iba cada vez siendo más rápido.

Pero al sentir los brazos de Rodrigo ir a su abdomen y levantar su remera levemente, dejando ver su torso, paró el beso, mirandolo.

— Espera Ro, no puedo respirar.

Le dijo, y fue su única excusa para frenar el beso que estaba siendo cada vez más acalorado. Su mamá estaba trabajando, teniendo su casa en absoluto mirándolo, Rodrigo lo observó con ojos suplicantes.

— ¿Porque me miras así?

Le preguntó Iván, el cual tenía las manos en las caderas de Rodrigo, obligándolo a no moverse ni un poco, cualquier movimiento podría despertar cosas que no queria.

— Tengo calor.

Respondió Rodrigo después de un rato, esquivando la pregunta.

— Hace calor, yo también tengo.

Bajó su mirada, encontrándose con su abdomen pálido a la vista, ante su remera levantada, miró a Rodrigo, el cual solo sonrió.

Sujetó más fuerte a Rodrigo de la cintura, y se dió vuelta, haciendo que el castaño quedara en el suelo, mirándolo desde abajo, con una sonrisa en su rostro, Iván suspiró.

— No me mires así...

Le dijo, en un susurró que sonó más como una suplica, Rodrigo estiró sus brazos, agarrando su nuca para juntarlo un poco más a él.

— ¿Porque no? No puedo?

Se besaron denuevo, con más fuerza y rapidez, ambos seguían moviendo sus manos inquietos. Iván descendió sus besos hasta la mandíbula de Rodrigo, el cual suspiraba agitado. Adentró sus manos bajo la remera del castaño, tocando su piel levemente caliente.

— ¡Iván, ya llegué hijo!

Gritó su madre desde el piso de abajo, ambos adolecentes se separaron rápidamente, e Iván bajó las escaleras de su casa, saludando a su madre fingiendo normalidad.

— Hola ma, ¿Cómo te fue?

Rodrigo se acomodó su ropa y bajó las escaleras también, poniéndose detrás de Iván, sonriendo.

— Hola Silvia

— Oh, hola Rodri, no sabías que estabas aquí.

— Estábamos viendo una película con Iván.

Silvia, la madre del pelinegro, lo miró con los ojos entrecerrados, apuntandolo con el dedo, Iván tragó seco, esperando lo peor.

— A vos te voy a tener que restringir la compu, eh, te pasas todo el día pegado a ese aparatito, no creas que no me doy cuenta.

Bueno, aunque quizás le quitarán la compu, era mejor a qué se diera cuenta de las cosas que hacía con Rodrigo. Rodó los ojos y fingió fastidio.

— Pero ma, si yo hago las tareas con eso.

— No seas mentiroso, haces de todo menos las tareas.

Iván bufó, y luegó tomó el brazo de Rodrigo, saliendo de la casa.

— ¡Mamá, Rodri se tiene que ir!

Fueron a paso apurado hasta la puerta del castaño, luego se rieron, casi los habían pillado. Se dieron un corto beso en los labios en forma de despedida.

— Casi nos encuentran.

— Fue tu culpa, yo te dije que no me miraras así.

El castaño rodó los ojos, y luego lo miró con una sonrisita, revolviendole el pelo.

— Pero si te re gusta que te mire de esa forma, vos te haces el difícil.

Está vez Iván rodó los ojos, copiando el gesto de Rodrigo, el cual soltó una carcajada.

— ¿No que vos te tenías que ir?

— ¿Me estás echando?

Le preguntó Rodrigo, fingiendo enojo, luego abrazó a Iván, dejando un beso en su mejilla.

— No me extrañes tanto Ivi, te conozco.

Se dió la vuelta, entrando a su casa, e Iván suspiró, de verdad Rodrigo hacia que sintiera muchas cosas, las cuales no sabía explicar, pero su cuerpo se calentaba, y le era imposible no sonreir ante cualquier cosa, como si Rodrigo fuera su debilidad.

Sentía que su pecho explotaría ante tantas emociones, pero era feliz sabiendo que Rodrigo se sentía igual, eso era todo lo que necesitaba. Y no se veía en un futuro con alguien más, ni en sus sueños, ni en sus pesadillas, deseaba compartir y hacer feliz a Rodrigo todo lo que el universo le permitiera.

Finalmente fue a su casa, acostándose en el suelo, imaginando el cuerpo de Rodrigo denuevo sobre el de él, sin duda era una de las sensaciones más satisfactorias del mundo, sentir un peso sobre el suyo. Cerro los ojos, suspirando, aunque no pudo evitar preguntarse

¿Que hubiera pasado si no los interrumpian?

Persiana Americana ! RodriVanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora