-Pues a mi me encanta. Pero espera... -se acerca a mi. Me quita el moño y me remueve el pelo con su mano. Dejándolo suelto.- Así mejor.
Sonrío.
-Solo te falta una cosa. -dice metiendo su mano en el bolsillo derecho interno de su americana negra. De ella saca un estuche blanco, el cual me lo tiende en la mano.
-¿Y esto?
-No sé, abrelo.
-Me das miedo. ¿Que es?
-Abrelo. O nunca sabrás que es.
Me quedo observando la caja blanca.
Y la abro lentamente.
Es una pulsera. En tono plateado. En la que pone «M. U. V.».
-¿M. U. V.? -pregunto dudosa.
-M. U. V. -asiente convencido.
-¿Y eso que es?
-Tendrás que averiguarlo.
-Sabía que había trampa. -levanto una ceja.- Bueno, ¿y no me vas a dar ni una pista mi nada? -pregunto decidida a encontrar el significado a «M.
U. V.»-Yo.
-¿Tu?
-Si.
-No lo entiendo.
-Si quieres saberlo. Tendrás que conseguir que te lo diga.
-¿Me estas retando? -digo en tono de competitividad.
-Puede. -dice con cara de pillo.
-Anda, vámonos, antes de que me arrepienda de ir contigo a cenar y de llevar esto puesto.
Se ríe.
-¿Tienes hambre, no?
-Mucha. Así que vámonos. -le ordeno.
Pasa su mano por encima de mi hombro y comienza a andar.
Salimos de casa y cierro la puerta.
Daniel me tiende la mano.
-Creo que sigo sabiendo caminar sola.
-Así nunca sabrás el significado de «M. U. V.» -pone cara de pillo.
Le miro un poco mal y al final accedo. Me vuelve a tender la mano y esta vez, se la agarro.
-Así mejor, ¿no?
Ruedo los ojos.
-¿Y si nos vamos?
Se ríe. Y comenzamos a andar.
-A todo esto, ¿a donde vamos?
-A un lugar.
-¡Oh vaya! Me has aclarado todas mis dudas. -digo en tono irónico.
-¿Verdad que sí? -me sigue el juego.
-Idiota.
-Pero me quieres.
-¿Y eso quien lo dice?
-Tu mirada. -abrí mucho los ojos.
-¿Ahora les los ojos? ¿Eres adivino o algo así?
-En parte.
-Eres muy tonto. -le doy un codazo.
Daniel se para. Y mira hacia arriba.
-¿Te gusta?
-Es...¿es un edificio viejo?
Este asiente.
-Cada día te entiendo menos. -le miro a la cara.
-Vamos. -tira de mi.
-Pero, ¿como piensas entrar?
Daniel mete el pomo hacia a dentro y le da un giro de 360 grados. Luego lo saca y lo gira hacia la derecha, lo saca más y gira hacia la izquierda. Por último vuelve a meter el pomo hacia dentro. Suena un candado, como si se hubiera abierto la puerta. Y efectivamente, Dani la abrió.
Nos adentramos en ese edificio.
-¿Y si se nos cae encima? -digo cerrando la puerta principal.- Este edificó esta ya muy viejo.
-No se va a caer por muy viejo que este.
-¿Como lo sabes?
-Lo construyó mi abuelo. Hace más de 30 años. Él fue quien me enseñó este sitio. Por eso he sabido abrir la puerta. Nadie entra aquí, salvo yo y mi hermano Jesús. Nunca he traído aquí a nadie. Eres la primera persona. Puedes sentirte especial.
Me quedo asombrada.
-Vamos. -me agarra del brazo, tirando de mi hasta las escaleras.
Y sube corriendo las escaleras. A lo que yo también tengo que subirlas rápido, ya que me tiene agarrada del brazo.-Esta bien, cierra los ojos. -dice Daniel al llegar al último piso.
Yo, exhausta, le hago caso.
Él posa sus manos en mis ojos, por si me da por mirar.
Noto el sonido del abrirse de una puerta. Y como me lleva caminando a través de ella.
-A la de tres abres los ojos. Una..., dos... Y... ¡Tres!
Daniel quita sus manos de mis ojos y yo los abro inmediatamente.
-¡Oh dios! ¡Es precioso!
Es una terraza, enorme, demasiado enorme. Desde la que se ve toda Sevilla. Todas las luces de las calles y nos coches crean un ambiente verdaderamente increíble. También se ve la Giralda, la hermos Giralda y la maravillosa Torre del Oro. Las vistas son espectaculares.
En la terraza había dos sofás rojos. Para unas dos o tres personas cada uno. Ambos acompañados por una mesa de madera. Bajo un techo cubierto había un piano de cola negro. Incluso había una piscina a la derecha de la terraza.
Pero lo que más me llamó la atención era una mesa metálica junto a dos sillas. Con velas y al parecer comida.
-Bueno, ¿que te parece?
-Alucinante.
-Me tendrás que ayudar a limpiarla y amueblarla para que quede bonita.
-Eso esta hecho. -digo, todavía con cara de asombro por ese lugar.
-Sabes, eres la primera persona que entra aquí tras la muerte de mi abuelo. Aquí solíamos venir toda la familia a pasar grandes ratos. Pero cuando él murió ninguna persona de mi familia se atrevió a entrar aquí. Excepto mi hermano y yo. Que solíamos entrar para acordarnos de él. -a Daniel se le cae una lagrima de si ojo derecho.- Es una forma de tenerle con nosotros, aun que no sea físicamente.
Me lanzó a abrazarle, no podía verle así. Fue como un actoreflejo.