15. Piedras

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[8:28 P.M.]

El joven pelirrojo soltó con brusquedad el antebrazo de la joven, notando que tanto las sábanas como su rostro estaban manchados de sangre. Aquel sabor metálico le trajo tantos recuerdos, escenarios de su versión joven donde se veía a sí mismo, sentado a la mesa, esperando su platillo para la cena... Y en el centro de la mesa -como si de un lechón se tratase- la cabeza de un hombre con una manzana en la boca, un sentimiento de nostalgia invadió el cuerpo de Leo.

Aquella joven ensangrentada en la cama, estaba aterrada por aquella situación, además de aquel dolor y ardor que sentía en su antebrazo, el escenario no mejoraba, pues Leo aún seguía con aquella mirada directa y fría sobre su persona.

Las pupilas de aquel chico estaban tan dilatadas, a tal punto que el color agua de sus ojos era poco visible. Violet comenzó a respirar con dificultad, enrolló su brazo con la sábana de la cama y presionó la herida, de la cual salía un enorme brote de sangre.

— Eres un puto cerdo... —musitó Violet.

Leo no dijo nada... Pero se puso de pie, y se alejó poco a poco de la cama y de Violet. Aquel joven se acercó a la puerta, la abrió lentamente y le cedió el paso a Violet.

— Te doy 10 minutos para que te largues. —Ordenó Leo mientras tiraba la llave que abriría aquel candado en su tobillo.

Violet no dudó, tomó la llave y con sus manos temblorosas, logró abrir aquel candado. Se puso de pie, camino con cautela hacia la puerta, rogándole a Dios de que no se tratase de una broma.

— Te quedan 6 minutos.

Violet salió corriendo de aquel lugar, descalza y con solo una camisa puesta, era más que un castigo, pues el clima de aquella noche no le ayudaba. Violet sabía que estaba lejos. ¿Pero cuánto?

Eso era lo desconocido...

Los pies descalzos de Violet chocaban con la hierba húmeda del bosque, las piedras delgadas y filosas punzaban la planta de sus pies, perforando la piel de sus dedos, levantaban las esquinas de sus uñas, casando un sangrado leve. Pero aquella mujer no paraba, seguía corriendo, su vida dependía de ello.

Su antebrazo seguía chorreando aquellos canales de sangre, dejando caer enormes gotas de sangre sobre la hierba.

Violet empujaba las ramas del bosque con brusquedad generando latigazos en sus brazos y pecho.

Leo buscaba con la mirada a Violet, hoja sobre hoja, arbusto sobre arbusto. La oscuridad de la noche generaba cierto conflicto, no lograba diferenciar entre las hojas y la humedad. Leo llevaba un martillo de metal, totalmente nuevo, pero la idea y la sensación de aquella noche le generaba cierta intriga por matar, sin importar que fuese Violet su víctima.

Su corazón latía con tanta fuerza que podía sentir el retumbar en sus oídos.

Mientras Violet corría con desesperación, descalza y lastimada de sus pies. Leo solamente caminaba con tranquilidad, buscando poco a poco, como si se le hubiese escapado una hormiga sin importancia.

Violet logró salir de la zona verde, sus pies tocaron el asfalto frío y grumoso. No lo creía, al fin había salido del bosque. La joven se quedó quieta por un minuto, asimilando aquella gota de esperanza que sentía.

— ¡Violet! —gritó aquel hombre.

Violet corrió sobre el asfalto, suplicando por ayuda y que más de algún auto se cruzase en su camino. La sola sensación de ser perseguida por Leo le aterraba.

THE HELL IN THE HOUSE  |CANÍBAL • TERROR | DISPONIBLE EN AMAZON.COM ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora