《Una oportunidad, no hay más nada que decir...solo una.》
Mientras tanto, él seguía intentándolo, pequeño gesto tras pequeño gesto, sin rendirse. Sabía que debía tener paciencia. En su interior, creía que un día ella permitiría que su amor llegara a...
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[Luke]
Toqué el timbre de la casa con tranquilidad y en mano llevo un ramo de rosas. Pero la persona que abre la puerta, no era la que estaba esperando.
Una señora de mediana edad con ojos marrones claros y el cabello castaño oscuro se encuentra de pie justo en frente de mí. Mis nervios suben hasta mi columna vertebral, mi garganta está seca y mis manos comenzaron a sudar por el nerviosismo. Su mirada se encuentra clavada en mí, tragué saliva con dificultad, hasta que ella cortó el silencio.
— ¿Y tú quién eres? —Preguntó con seriedad.
Su voz me sacó de mi trance, y apreté el ramo que se encuentra en mi mano con sutileza. Le entregué el ramo de rosas, a lo cual ella lo tomó en mano con extrañeza.
— Mi nombre es Luke y soy amigo de Emma. ¿Dónde está ella? —Pregunté con curiosidad y sentí mi cuerpo temblar por la mirada tan seria de esta señora.
— Soy su madre, ella no se encuentra en casa. A ver, eres otro de esos muchachos que quieren lavarle el cerebro a mi hija. Pues, no va a funcionar, ¿Cuál es su apellido? —Ella habló con un tono de voz algo grosero y tosco.
A lo cual solo me hizo fruncir el ceño.
— Gilbert, soy Luke Gilbert, señora Belier. —Respondí con seriedad.
Su rostro parecía iluminarse con tan sólo escuchar mi apellido, es benéfico, un beneficio al cual voy a explotar.
No es sorpresa que se sorprenda con escuchar mi apellido o el nombre de mí padre, ya que somos muy conocidos en la cuidad y parte del país. Eso es una gran ventaja para acercarme a su hija.
— ¿G-Gilbert, usted dijo Gilbert? —Ella se mostró muy sorprendida, cosa que le dificultó hablar.
Asentí levemente con la cabeza y ella pareció sonreír ante eso.
— Sí lo soy, señora. —Sonreí ligeramente.
— ¡Vaya! ¿Por qué no lo dijiste antes? Pasa…ven, entra. Mi casa es tu casa, siéntete como en tu hogar. —Ella sonrió suavemente y se hizo un lado invitándome a pasar dentro de la casa y por supuesto acepté la invitación.
Ella cerró la puerta y dejó el ramo de rosas en un florero y se acercó a mí con una sonrisa amable.
— ¿Deseas algo de tomar o comer? O lo que te guste yo lo haré con mucho amor.
Vaya, puedo acostumbrarme a esto.
Negué con la cabeza y una pequeña sonrisa. — No, estoy muy bien. Pero muchas gracias por su oferta.
— Claro. Por cierto mi nombre es Ana, por si no lo sabías. —Ella sonrió gentilmente y jugó con los dedos de sus manos.
— Sí, lo tendré presente. —Le eché una mirada con atención, analizando su actitud y figura.